Eco taíno en arte contemporáneo
El legado indígena protagoniza muestra colectiva en el Whitney Museum
En un rincón del Whitney Museum of American Art en Nueva
York que mira al High Line, un techo se abre como un acordeón y unas paredes de enea parecen crear una suerte de bohío. La huella indígena, a veces tan desdeñada en Puerto Rico, late claramente en la instalación “Ayacavo Guarocoel” del artista puertorriqueño Jorge González como parte de la muestra grupal “Pacha, Llaqta, Wasichay: espacio indígena, arquitectura moderna, arte nuevo”.
La exhibición, que continúa hasta el 30 de septiembre, establece una conversación sobre cómo conceptos indígenas se representan en el arte contemporáneo por medio de medios como vídeo, escultura, instalación, fotografía y dibujo.
“Pacha, Llaqta, Wasichay” “busca evidenciar los puntos de contacto significativos y, en ocasiones, problemáticos entre los conceptos indígenas del espacio y el canon de la modernidad”, escribe la curadora de la muestra, la puertorriqueña Marcela Guerrero.
El trabajo de cada uno de los artistas representados -William Córdova, Livia Corona Benjamín, Guadalupe Maravilla, Claudia Peña Salinas, Ronny Quevedo, Clarissa Tossin y González- dialoga con un grupo indígena en específico, entre ellos, quechuas, aimaras, mayas, aztecas y taínos.
Ser testigo de la obra de González como parte de esta muestra es un reclamo resonante por lo indígena en la historia y el arte puertorriqueño. Es que través de la exhibición, como dice González, hay “una voluntad de tramar relaciones más complejas sobre lo indígena”.
En entrevista con El Nuevo Día, González afirma que en su ins- talación “hay un diálogo que pasa a la arquitectura y una voluntad de llevar el diálogo hacia el pensar una casa colectiva, como temas que están presentes en la exhibición”.
En el título en quechua de la exposición se recoge mucho de ese ímpetu. Pacha significa universo, tiempo, espacio, naturaleza o mundo; llaqta alude a lugar, país, comunidad o pueblo; y wasichay quiere decir “edificar una casa”.
El tema de una herencia que se le rinde tributo se plasma en la obra de González titulada “Ayacavo Guarocoel” que, traducida del arahuaco, significa “conozcamos a nuestro abuelo”. La frase viene del libro “Relación acerca de las antigüedades de los indios” (1498), por Fray Ramón Pané, considerado el primer documento escrito sobre los taínos luego que los españoles llegaran a La Española, se vuelve metáfora de la filosofía de trabajo del artista.
Por medio de esta instalación -que se nutre también del legado en Puerto Rico del arquitecto Henry Klumb y sus colaboraciones con artesanos locales-, González pone de manifiesto los vínculos de la artesanía en Puerto Rico con la tradición indígena por medio de materiales y técnicas artesanales que han pasado de generación en generación.
Como parte de ese legado, al hablar de su trabajo a González no se le escapa darle crédito a familias de artesanos de quienes ha aprendido. El tejido de la enea, protagonista en “Ayacavo Guarocoel”, lo aprendió con la familia Villalobos de Ciales y Fernando Torres-Flores de Cidra.
“En los elementos que trae a su obra, Jorge es claro en hablar de un proceso de traslación, de traducción de la forma oral a la escrita, de pasar entre manos que es lo que identifica al colaborar con otras personas y aprender la técnica de tejer enea o la forma en que se tejen hamacas”, detalla la curadora sobre el trabajo del artista.
Como reflexiona González, su pieza actúa como “un soporte” para generar conversaciones e intercambios como los que se dan en el área común contigua a su instalación. En esa sala se desarrollan lecturas y diálogos entre una selección de objetos taínos, unas banquetas que González creó en colaboración con el tornero Joe Hernández de Ciales y las hamaqueras Aurora y Luz Pérez de San Sebastián, y los monotipos de la arqueóloga Monica Flaherty de petroglifos encontrados en Jayuya.
“Me interesa establecer una relación de aprendizaje con los artesanos a los que me acerco para aprender de su trabajo”, cuenta el artista.
En su obra, González también incorpora la alfarería colaborando con la familia Chéveres, descendientes de taínos, y Alice Chéveres, directora del taller de cerámica Taller Cabachuelas en Morovis. Como parte de la exhibición, González integró a Chéveres y el artista Francisco González en talleres de alfarería en el Whitney.
LA RIQUEZA LATINX
Una de las metas de la muestra era escudriñar, como articula Guerrero, “cómo los artistas están desempacando, procesando la idea de la herencia latinoamericana. ¿Qué están heredando?”
Por preguntas como esa, la exposición pone de relieve la importancia de que los museos le den paso a más curadores de minorías.
En Estados Unidos y otras partes del mundo, esta conversación se ha hecho más urgente ante cambios demográficos y un llamado a la pluralidad. Que museos respondan a tal llamado, trae a cuestas que las historias representadas se diversifiquen, que más artistas de minorías obtengan un lugar y que, por consiguiente, estas instituciones apelen a otros públicos.
“Pacha, Llaqta, Wasichay” es la primera exhibición curada por Guerrero desde que llegó este año al Whitney como la primera curadora del museo especializada en arte “Latinx”, un término que con su “x” neutral engloba a personas de ascendencia latinoamericana en los Estados Unidos.
“Hablar del indigenismo del continente americano es hablar en presente”
MARCELA GUERRERO
CURADORA DEL MUSEO WHITNEY ESPECIALIZADA EN ARTE “LATINX”