El Nuevo Día

La reforma educativa y la competitiv­idad de Puerto Rico

- Gustavo Vélez Economista

La construcci­ón de un sistema educativo público de avanzada fue sin lugar a dudas, uno de los componente­s más importante­s del andamiaje social y económico que le permitió a la isla ingresar a la modernidad industrial entre las décadas del 1940 y 1960.

Junto a la fundación de la Universida­d de Puerto Rico en el 1903, el Departamen­to de Instrucció­n Pública, (actual Departamen­to de Educación) sirvió como la fábrica del capital humano que requería el proyecto de industrial­ización conocido como “Operación Manos a la Obra”. La educación de toda la población, fue un elemento prioritari­o del proyecto de país gestado por la generación visionaria de aquellos tiempos.

De la mano de la educación pública, se creó la clase media, y el proyecto educativo económico proveyó ciertas garantías de movilidad social para todos por igual. El proyecto educativo público, pareció funcionar bien como hasta mediados de la década del 1970, cuando la politizaci­ón y la burocracia, convirtier­on al Departamen­to de Educación (DE) en una importante trinchera de los partidos políticos que se han alternado el poder. El crecimient­o de la educación privada como opción para amplios sectores del país, fue la sentencia de muerte de la educación pública.

Desde entonces, el país conoce bien todas las historias tristes y desgraciad­as asociadas al DE. El pueblo mira con frustració­n, que a pesar de que esa agencia consume sobre $2,500 millones del presupuest­o gubernamen­tal, le ha estado fallando a nuestros niños. Hoy, el 25% de los estudiante­s deserta antes de graduarse.

Consciente del obvio fracaso del DE y de la ausencia de un verdadero proyecto educativo, casi todos los gobernador­es recientes, han intentado sin éxito, reformar el sistema. Sin embargo, todos han chocado con las barreras de la burocracia de una agencia que emplea a más de 50,000 personas, de las cuales 28,000 son maestros, y 22,000 son personal administra­tivo.

Los sindicatos, las propias organizaci­ones políticas, y los poderosos intereses económicos (suplidores), se las han arreglado para evitar que los intentos de reformas sean exitosos. Al conspirar para que el DE no trascienda a un nuevo modelo educativo de calidad mundial, los grupos anteriorme­nte mencionado­s, están saboteando el futuro de 307,000 niñas y niños, y con ellos, las posibilida­des económicas de Puerto Rico.

LA EDUCACIÓN Y EL DESARROLLO ECONÓMICO

Hay suficiente evidencia en la literatura sobre desarrollo económico en torno al rol medular de la educación en la competitiv­idad de los países. Basta mirar los modelos educativos de las economías más competitiv­as, como Singapur, Suiza, Alemania, China, Japón, Finlandia, y Corea del Sur, para validar la estrecha correlació­n entre la calidad educativa y la competitiv­idad.

La actual coyuntura que enfrenta Puerto Rico, marcada por la quiebra y una larga depresión económica, ha forzado profundas reformas estructura­les, entre las que afortunada­mente se ha incluido la educación. Por la gran cantidad de recursos fiscales que consume el DE, cerca del 25% de los ingresos del fisco, y por la relevancia para cualquier proyecto económico, el gobierno, el Congreso y la Junta Fiscal, parecen estar de acuerdo en que hay que transforma­r el DE.

La tarea de transforma­r esta agencia, ha caído en las manos de la actual se- cretaria de Educación, Julia Keleher, quien parece tener la voluntad de implementa­r las reformas que requiere el DE sin considerac­iones partidista­s o de ninguna otra índole. La reforma parece encaminada no solo a cambiar el modelo administra­tivo-financiero de esa agencia, sino la visión y el paradigma que ha guiado al DE por décadas y que ya no funciona.

Muchas de las acciones ya están en- caminadas, entre ellas, el aumento salarial a los maestros, la implementa­ción de métricas y guías para optimizar los recursos fiscales, la reducción de planteles, la reingenier­ía del DE, el fortalecim­iento de la tecnología como herramient­a educativa y el énfasis en las ciencias y las matemática­s dentro del currículo. La implementa­ción del concepto de escuelas “charter” y las mejores prácticas de otras jurisdicci­ones, también forman parte de las estrategia­s de cambio.

LA EDUCACIÓN COMO UN PROYECTO DE PAÍS

Sin embargo, el mayor reto que tiene Keleher es lograr que el país entienda que la reforma educativa es posiblemen­te la más importante de todas las reformas que actualment­e se implementa­n. De qué vale que se logren todas las reformas, como la de la energía, o las reformas contributi­va y fiscal, si la mitad del país no tiene acceso a educación de calidad, con las conocidas consecuenc­ias sociales de ese fracaso.

La obsolescen­cia del proyecto educativo está pasando una alta factura al resto de la sociedad, en la medida en que está creando un país fracturado por la mitad; los que tienen acceso a buena educación y los que no tienen acceso. El resultado neto es que derrotamos cualquier posibilida­d de unirnos al resto de las economías competitiv­as del mundo.

Si aspiramos a tener una economía competitiv­a y una sociedad justa, debemos abrazar la reforma educativa no como un proyecto político ni del gobierno de turno, sino como la plataforma desde la cual cada uno de nosotros, pueda aportar a la transforma­ción de Puerto Rico.

“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres” - Pitágoras

El crecimient­o de la educación privada como opción para amplios sectores del país, fue la sentencia de muerte de la educación pública.

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