La violencia de los hombres
El caso de un deportista expulsado de su equipo, a raíz de una situación de violencia contra su pareja, propició recientemente un debate radial en el que afloró la inquietud de cómo ayudar a los hombres que ejercen violencia.
La violencia de los hombres contra las mujeres está vinculada a la violencia de los hombres contra hombres y a la interiorización de la violencia; es decir, la violencia de un hombre contra sí mismo. Los hombres no nacen violentos, más bien aprenden la conducta a través de procesos de socialización.
Temas como la competitividad y la agresión relacionados al deporte surgieron en el espacio radial. En nuestro contexto social, la construcción y expresión de las emociones masculinas están medidas por la ideología capitalista patriarcal. Hay una concepción de competencia, conflicto y agresividad masculina como un hecho natural. Si le decimos a nuestros niños, “los nenes no lloran” y no fomentamos una expresión de las emociones más allá del coraje, no podemos pretender que de hombres puedan sentir, expresar o actuar favorablemente hacia el bienestar de su pareja y de sí mismos.
Es necesario que los hombres que ejercen violencia reciban ayuda. No obstante, no se puede ver como una enfermedad donde se cura algo, debido a que el hombre aprende a ser violento a través de los procesos antes citados. Para que surja un cambio es necesario que se reeduque y readiestre. A esa gestión aporta el Colectivo Ideologías y Vivencias de los Géneros, organización comunitaria que ha trabajado con la violencia en la relación de pareja a través de la investigación e intervención social y mediante la exploración de la construcción social de los géneros por más de dos décadas.
La violencia promovida por cómo se construyen los géneros no solo afecta a las mujeres sino a los hombres heterosexuales, gays, trans u otros. Hace falta ver el asunto desde una perspectiva integral y desde la interseccionalidad. Urge visibilizar las vulnerabilidades que viven los hombres, involucrar a las masculinidades en las políticas públicas de género y promover la prevención a nivel primario con espacios donde se eduque y se provea a los niños y jóvenes alternativas (amor, compasión, cooperativismo) para vivir su masculinidad de manera no violenta.