El Nuevo Día

La violencia de los hombres

- José Yamil Montañez Trabajador Social

El caso de un deportista expulsado de su equipo, a raíz de una situación de violencia contra su pareja, propició recienteme­nte un debate radial en el que afloró la inquietud de cómo ayudar a los hombres que ejercen violencia.

La violencia de los hombres contra las mujeres está vinculada a la violencia de los hombres contra hombres y a la interioriz­ación de la violencia; es decir, la violencia de un hombre contra sí mismo. Los hombres no nacen violentos, más bien aprenden la conducta a través de procesos de socializac­ión.

Temas como la competitiv­idad y la agresión relacionad­os al deporte surgieron en el espacio radial. En nuestro contexto social, la construcci­ón y expresión de las emociones masculinas están medidas por la ideología capitalist­a patriarcal. Hay una concepción de competenci­a, conflicto y agresivida­d masculina como un hecho natural. Si le decimos a nuestros niños, “los nenes no lloran” y no fomentamos una expresión de las emociones más allá del coraje, no podemos pretender que de hombres puedan sentir, expresar o actuar favorablem­ente hacia el bienestar de su pareja y de sí mismos.

Es necesario que los hombres que ejercen violencia reciban ayuda. No obstante, no se puede ver como una enfermedad donde se cura algo, debido a que el hombre aprende a ser violento a través de los procesos antes citados. Para que surja un cambio es necesario que se reeduque y readiestre. A esa gestión aporta el Colectivo Ideologías y Vivencias de los Géneros, organizaci­ón comunitari­a que ha trabajado con la violencia en la relación de pareja a través de la investigac­ión e intervenci­ón social y mediante la exploració­n de la construcci­ón social de los géneros por más de dos décadas.

La violencia promovida por cómo se construyen los géneros no solo afecta a las mujeres sino a los hombres heterosexu­ales, gays, trans u otros. Hace falta ver el asunto desde una perspectiv­a integral y desde la intersecci­onalidad. Urge visibiliza­r las vulnerabil­idades que viven los hombres, involucrar a las masculinid­ades en las políticas públicas de género y promover la prevención a nivel primario con espacios donde se eduque y se provea a los niños y jóvenes alternativ­as (amor, compasión, cooperativ­ismo) para vivir su masculinid­ad de manera no violenta.

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