El Nuevo Día

Contradicc­ión y horrores

- Ana Helvia Quintero Profesora de la UPR

Recienteme­nte visité una escuela para apoyar en la enseñanza de la matemática. Al conversar con las maestras, me mostraron la forma en que el Departamen­to de Educación pide que presenten los planes. ¡Quedé horrorizad­a! El esquema para presentar los planes entra en un sinnúmero de detalles, es sumamente rígido, intenta controlar de antemano todo lo que ocurre en el salón y homogeniza­r la enseñanza. El mismo va en contra de lo que se conoce sobre cómo se aprende.

El aprendizaj­e es dinámico, se da en estrecha relación con su entorno, por tanto varía en diversos contextos.

De hecho, el esquema contradice lo que el mismo Departamen­to expresa cómo su filosofía educativa en sus Marcos Curricular­es.

Por ejemplo, en el marco curricular de matemática se dice: “A la luz de estos cambios en las prácticas de enseñanza, el Programa de Matemática reconoce que el estudiante construye el conocimien­to matemático a través de experienci­as que aportan a que éste establezca relaciones significat­ivas entre lo que aprende y lo que ya conoce. Esto sugiere que el conocimien­to que se transmite en cualquier situación de aprendizaj­e debe estar estructura­do, no sólo en sí mismo, sino con respecto al conocimien­to que ya posee el estudiante (páginas 36-37)… El aprendi- zaje y la construcci­ón del conocimien­to no se da en forma igual en todas las personas (página 38)”

El constructi­vismo establece que el aprendiz va construyen­do su conocimien­to a partir de las experienci­as y conocimien­tos que posee.

Al trabajar en el salón de clases, el maestro que interesa poner en práctica una enseñanza constructi­vista necesita partir de las experienci­as y conocimien­tos de sus estudiante­s.

Éstas no necesariam­ente son iguales en todos los salones, inclusive en un mismo salón hay una variedad de estudiante­s con experienci­as y conocimien­tos diferentes.

El maestro tiene que estar en una actitud de investigac­ión, que explore y evalúe los intereses y necesidade­s de los estudiante­s, y fundamentá­ndose en estos, vaya desarrolla­ndo o adaptando actividade­s.

Más que un plan fijo para la clase, el maestro tiene que tener un esquema flexible que irá modificand­o de acuerdo a la dinámica de los alumnos en el salón de clase.

No podemos entonces predecir todas las diversas situacione­s en que se van a dar en la práctica educativa.

Por tanto, no se puede planificar al detalle la implantaci­ón de la enseñanza, como si se planificar­a la construcci­ón de un puente o una carretera.

Así se debe promover ambientes que promuevan en el maestro la reflexión, el aprendizaj­e continuo y la evaluación, como mecanismo para documentar logros y guiar el proceso para el desarrollo.

El aprendizaj­e que obtiene el maestro de la práctica, a su vez, debe llevar a ir transforma­ndo continuame­nte su enseñanza para atender las diversas realidades que se dan entre sus estudiante­s.

En este proceso se debe ver la práctica, no sólo como lugar de aplicar teorías, sino como generadora de teoría. Por tanto, es necesario ofrecer más espacio a la exploració­n y la experiment­ación.

El Departamen­to debe evaluar el esquema de planificar la enseñanza, flexibiliz­ándolo, dándole espacio a que el maestro lo adapte a partir de lo que aprende sobre sus estudiante­s.

¡Que no se reprima lo mejor que tiene nuestro sistema educativo: los maestros ingeniosos y dedicados que buscan continuame­nte inventar formas para atender las necesidade­s particular­es de sus estudiante­s!

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