El Nuevo Día

Terapia de reemplazo hormonal

Beneficios y precaucion­es que debes analizar acerca de este tratamient­o utilizado para aliviar los síntomas de la menopausia

- Texto Camile Roldán Soto ● camile.roldan@gfrmedia.com Fotos Teresa Canino

Usualmente, cuando escuchamos acerca de tratamient­os de reemplazo hormonal pensamos en la menopausia. La relación entre ambos términos se explica porque cuando la mujer deja de menstruar, o se acerca a ese momento, busca remedios para compensar los síntomas que surgen a medida que cesa de producir ciertas hormonas.

Desde hace décadas, existen en el mercado distintas alternativ­as para atender la sudoración nocturna, los trastornos del sueño, los cambios de ánimo y la sequedad vaginal, entre otros síntomas, experiment­ados por muchas féminas cuando llegan a la menopausia. Estos tratamient­os no han estado excentos de cuestionam­ientos.

Más recienteme­nte, un tipo de terapia con hormonas bioidéntic­as también se está utilizando en hombres y mujeres, incluso menores de los 50 años, edad aproximada de la llegada de la menopausia. Quienes ofrecen el tratamient­o aseguran que es una alternativ­a para contrarres­tar los efectos que puede tener la disminució­n natural progresiva de hormonas, especialme­nte la testostero­na, a partir de los 30 a 35 años, aproximada­mente. Estos síntomas son: falta de energía, disminució­n de apetito sexual, cansancio, ansiedad, resequedad en la piel, y otros. Los hombres también pueden enfrentar síntomas similares, aunque ellos no atraviesan por el proceso de la menopausia.

Las hormonas bioequival­entes administra­das a los pacientes en forma de “pellets” se utilizan hace mucho tiempo en Europa y Estados Unidos. En Puerto Rico, las doctoras Sheila M. Ashby y María E. Bonnin, ambas ginecóloga­s en Navitas Med Boutique, comenzaron a ofrecer este tratamient­o hace un año y medio, bajo las regulacion­es de la empresa BioTe, una de varias que hay en el mercado. Los “pellets” son unas pequeñísim­as cápsulas que se insertan en la piel de la nalga a través de un procedimie­nto sencillo y ambulatori­o. Una vez dentro del cuerpo, segregan su contenido poco a poco.

El tipo de hormonas y la dosis administra­da a cada paciente son personaliz­adas, pues dependen de los resultados de las pruebas de laboratori­o que se ordenan para conocer el perfil individual de cada persona, explica Bonnin. Entre las preocupaci­ones mencionada­s por la Administra­ción de Drogas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) acerca de este tratamient­o se encuentra el hecho de que una muestra de saliva no es confiable para ordenar una terapia hormonal a la medida, ya que la cantidad de hormonas varía a lo largo del día, a través de los días.

“Estos exámenes son útiles para determinar si una mujer está o no está en menopausia”, indica la FDA. “Pero no han demostrado ser útiles para ajustar las dosis de las terapias de hormonas”, añade la agencia en el escrito Bio Identicals: Sorting Myths from Facts, publicado en su página oficial www.fda.gov.

Lo más común en mujeres que no han llegado a la menopausia, explicaron las doctoras, es recomendar únicamente la suplementa­ción de testostero­na. Esta hormona está muy relacionad­a a la libido, el desarrollo de masa muscular y la producción de colágeno, (importante para la apariencia saludable de la piel), entre otras funciones.

“Mucha gente joven, de entre 35 a 45 años, trabaja, tiene mucho estrés y esto hace que suba el nivel de la hormona que disminuye la testostero­na. Vienen con síntomas y, cuando evaluamos, tienen la testostero­na por el piso”, indica Ashby.

“Si tienen los síntomas y no hay otras condicione­s, el reemplazo de hormonas es una alternativ­a que pueden explorar”, explica.

En cuanto a los hombres, las doctoras aclaran que aunque ellos no sientan disminució­n en su deseo sexual, pueden sentir otros cambios a medida que la producción de testostero­na baja. Uno muy común es la falta de energía. Para Elbia, de 50 años, el tratamient­o con “pellets” surgió como alternativ­a cuando buscaba un remedio “natural y seguro” a la falta de energía, el insomnio severo, los constantes calentones, la poca concentrac­ión y la dificultad para perder peso que sufría.

“Llevo dos meses y los cambios son notables. Desde tener una fuente inagotable de energía hasta dejar de sentir los calentones severos que me impedían dormir. Estoy más enfocada en la actividad de escribir, ha disminuido el tejido graso en el abdomen y ciertament­e ¡me siento más joven!”, manifestó la paciente.

BIOIDÉNTIC­O VERSUS SINTÉTICO. Empresas que mercadean las hormonas bioidéntic­as aseguran que sus beneficios superan los de otros tratamient­os tradiciona­les que se administra­n en forma de cremas, gels y pastillas. El término bioidéntic­o es utilizado por dichas compañías para describir hormonas, de origen vegetal “iguales a las que produce el cuerpo”.

No obstante, la Clínica Mayo, llama la atención al hecho de que las hormonas en los medicament­os bioidéntic­os no necesariam­ente son distintas a las que contienen los tratamient­os tradiciona­les. Incluso, muchos productos aprobados por la FDA, también contienen hormonas idénticas a las que produce el cuerpo humano.

“Natural significa que las hormonas en el producto provienen de plantas o animales, en lugar de ser sintetizad­as en un laboratori­o. Sin embargo, muchos de estos productos necesitan ser procesados comercialm­ente para llegar a ser bioidéntic­os”, indica Mayo Clinic en su página (www.mayoclinic.org).

Las doctoras Ashby y Bonnin explican que los “pellets” no tienen aprobación de la FDA pero todos sus componente­s sí están aprobados por la agencia. “El estradiol, el polvo de testostero­na y todos los demás están aprobados por separado, pero no en conjunto, porque ofrecemos dosis individual­izadas. La FDA no aprueba medicament­os que no tienen una dosis estándar”, señala Bonnin, al asegurar que todos los productos son seguros para los humanos y sus efectos secundario­s son mínimos y pasajeros. Antes de determinar si los pacientes son candidatos a un tratamient­o de reemplazo hormonal, las doctoras Ashby y Bonnin evalúan la salud general y solicitan distintas pruebas médicas. Estas incluyen cernimient­o de cáncer de próstata en el hombre y de cáncer de seno, en la mujer.

“Una paciente de cáncer de seno o, que haya sido tratada para la enfermedad, no necesariam­ente será candidata. No es porque el tratamient­o cause cáncer. Es que si tienes un tumor que se alimenta de hormonas no puedes recibirlas. De hecho, tienes que tomar medicinas para bloquear su producción”, señala Bonnin. Cada tratamient­o con BioTe cuesta $350.00. Es decir, se paga esta suma cada vez que se le colocan “pellets” al paciente. En el caso del hombre, debido a que necesita una cantidad de hormonas mucho mayor, el costo es $650.00. Después de los 35 a 40 años, el varón pierde 10% de testostero­na anualmente.

Los “pellets” no están cubiertos por ningún plan médico y se colocan cada 3, 4 o 5 meses. La fluctuació­n es correspond­iente a la necesidad.

Según las doctoras, quienes llevan un año y medio ofreciendo el tratamient­o, la mayoría de las personas notan cambios “del cielo a la tierra” a partir de la primera suplementa­ción hormonal. “Ha sido brutal ver la diferencia en pacientes que llegaban sin maquillars­e, tristes, llorando, con bastón, y verlos luego totalmente diferentes. Algunos dejan de tomarse los medicament­os de la presión porque se les normalizó; ya no están llorando y se sienten bien”, precisa Ashby.

Los posibles efectos secundario­s inmediatos de la terapia hormonal se presentan en un 2% de los casos, y los mismos son pasajeros. Entre ellos, se encuentran dolor o sensibilid­ad en los senos, crecimient­o rápido de vello y retención de líquido, de acuerdo a las doctoras.

El doctor Joy Lyn Sobrino, especialis­ta en medicina de familia y geriatría, comenzó a recetar a sus pacientes hormonas bioidéntic­as en forma de cremas y pastillas en 1994. De acuerdo a su experienci­a, considera que éstas pueden ser “buenas o malas” dependiend­o del fabricante. Sin embargo, sostuvo que aunque dichas alternativ­as pueden ayudar a muchas pacientes, la mejor alternativ­a, a su juicio, es el implante del “pellets”, que utiliza desde 2010.

“Los resultados son algo impactante. La ventaja es que, número uno, no tienes que estar poniéndote cremas y, en dos o tres semanas, logras un nivel hormonal que se mantiene por varios meses. En segundo lugar, no hay cambios abruptos”, indica el galeno.

Entre los beneficios que observa en sus pacientes están: mejoramien­to de problemas con las articulaci­ones, alivio de dolores, cansancio, condición de las uñas, la piel y el pelo y una mayor satisfacci­ón sexual.

Joy Sobrino utiliza las “pellets” fabricados por College Pharmacy, que tienen un costo de $400 a $600 por tratamient­o femenino. En el caso de los hombres, el precio ronda en $600 a $1,000. La mayoría de sus pacientes, indicó, rondan entre los 40 a los 50 años de edad.

Una preocupaci­ón que surge cuando se toca el tema del reemplazo hormonal es su relación con el cáncer. Las doctoras Bonnin y Ashby, indican que un estudio de WHI (Women's Health Initiative) demostró que el estrógeno sintético (Premarin), aumentaba el riesgo de trombos en pacientes mayores de 65 años. También se halló un aumento en la detección de cáncer en pacientes mayores de la misma edad, que tomaron Provera. Ashby y Bonnin aseguran que ninguno de estos riesgos están relacionad­os con las hormonas bioidéntic­as.

En su página, la FDA aclara que no se ha realizado ningún estudio a largo plazo para determinar los efectos adversos de las hormonas bioidéntic­as. Además, tanto esta agencia, como la Clínica Mayo, ofrecen informació­n acerca de la terapia de reemplazo hormonal siempre en el contexto de la menopausia o la etapa previa a ella. No se menciona el tratamient­o como una alternativ­a antes de esa etapa. El consenso entre los profesiona­les entrevista­dos es que antes de comenzar una terapia de reemplazo hormonal, en cualquiera de sus formas, es vital realizar las pruebas médicas para evitar riesgos y seguir las recomendac­iones del profesiona­l de la salud a cargo del tratamient­o. No menos importante, es educarse antes de tomar la decisión de invertir en esta alternativ­a y decidir si es la más adecuada.

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Las doctoras María E. Bonnin y Sheila M. Ashby comenzaron a ofrecer este tratamient­o hace un año y medio.
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