El Nuevo Día

“Los negocios verán alterada toda su dinámica de oferta, venta y distribuci­ón al surgir nuevas plataforma­s interactiv­as”

- Rafael Matos cccrafael@gmail.com

Rafi Matos

Periodista y profesor

No hay que esforzarse mucho para imaginar el futuro tecnológic­o del comercio. Ese futuro toca a la puerta todos los días.

Pero, demos un poco de “fast-forward” imaginario para ver cómo sería el mundo mercantil en el 2026. Una sola década, porque es muy atrevido proyectar de ahí en adelante.

GRAN MALLA. En tiempos venideros casi todos los artefactos que usemos formarán parte de una gran y total maraña de acoplamien­tos digitales. En tan solo cinco años habrá 50 mil millones de nuevos aparatos conectados a la Web. Hasta las botellas de whiskey tendrán sensores de rastreo y de temperatur­a.

La nueva publicidad, por obligación, se desplazará a través de millones de mini-canales individual­izados por toda la Internet en contactos directos con clientes. La mercancía será el eslabón que nos vinculará a todos.

En esa escala global, se estima que para 2018 las compras en la Web serán por $266 mil millones, mitad de lo cual será mediante M-comercio, es decir, aparatos móviles.

La pantalla del móvil es la primera y última que miramos cada día. En el futuro, la usaremos las 24 horas. Esto obligará a los negocios a mantener siempre abiertos y activos sus canales cibernétic­os, incluyendo la tienda virtual, sus apps comerciale­s y las plataforma­s sociales pertinente­s.

CIBERVENDE­DORES. Habrá un nuevo tipo de empleado en las empresas comerciale­s avanzadas. En la cultura de la Web se les califica como transhuman­os. No son seres robóticos, ni autómatas como se ve en películas.

Serán personas altamente tecnificad­as, conectadas a la red mediante todos los aparatos disponible­s en la nueva sociedad digital. Su indumentar­ia incluirá receptores digitales, usarán prendas electrónic­as, capacetes de realidad virtual, gafas de vídeo, guantes cinéticos, etc. Tendrán tatuajes con “chips” o “piercings” con LED. Asistirán a reuniones y conferenci­as en forma de hologramas. Serán multilingü­es y muy adeptos en el lenguaje técnico de la Internet.

En las economías avanzadas del futuro, un 47% de las tareas de manufactur­a y servicios serán automatiza­das. No obstante, habrá humanos diligentes que manejen esos sistemas operativos. Personas altamente productiva­s cuya oficina principal será su automóvil robótico, un vehículo que estará, también, conectado a la Web.

INTERCONEX­IÓN. Los negocios verán alterada toda su dinámica de oferta, venta y distribuci­ón al surgir nuevas plataforma­s interactiv­as. Espoleado por la íntima convergenc­ia de redes sociales, medios móviles, la nube electrónic­a y la alta velocidad de data a través de nuevos canales de la Internet, el comercio será toda una plena experienci­a cibernétic­a.

Al hacerse cada vez más digital, la empresa tendrá enlaces mucho más directos con el cliente. Mayor intimidad comercial. Por tanto, habrá que ofrecer credibilid­ad, transparen­cia y garantías de privacidad a causa de las nuevas vulnerabil­idades.

En 2014 unos 800 millones de archivos electrónic­os sufrieron algún tipo de ataque. Con tanta futura conectivid­ad a la Internet, habrá peligro de “hacking” hasta a nuestras tostadoras, cepillos de dientes conectados al consultori­o del dentista o el micrófono a la muñeca de la nena.

En respuesta a estas “ciberinseg­uridades”, muchas empresas y personas particular­es esconderán su data en la nube digital. Las computador­as de mesa se convertirá­n en piezas de coleccio- nistas, sustituida­s por pequeños aparatos de pantalla táctil.

MOVILIDAD. Todos los negocios serán globales y portátiles. Los mercados maduros como Estados Unidos y Europa se fortalecer­án. No obstante, los empresario­s se enfrascará­n con nuevas plazas de ventas por todas partes del mundo. Se estima que habrá dos mil millones de nuevos conectados móviles a la Web para 2026.

Para ese entonces, nos comunicare­mos mediante un nuevo lenguaje común ciberespac­ial, enmarcado en íconos y símbolos.

SIMULACION­ES. El poder de procesamie­nto de data se duplica cada dos años. Esto quiere decir que en 10 años las máquinas de inteligenc­ia artificial serán 20 veces más sagaces que las actuales en su capacidad de analizar data y recrear la realidad virtual.

El poder de mímica de la inteligenc­ia artificial será tan inmenso que se recrearán realidades virtuales muy precisas, casi indistinta­s de la verdadera. El uso que se la dará a esa tecnología de emulación, es todavía imprevisib­le.

Es decir, el futuro será un constante ir y venir entre la simulación y la realidad. Esto ya en el marco actual de las nuevas tecnología­s ascendente­s de “livestream­ing”, en las que se capta en vivo la realidad del momento. Léase, Periscope, Meerkat y Social VR para Facebook. Empresario­s astutos deben buscar pronto cómo monetizar al máximo esa nueva dinámica dual –realidad y simulación– que ya llegó y corre hacia el futuro a toda prisa.

En una columna anterior, hablamos sobre distintos modos de abrir mercados rentables para el vídeo viral.

MONEDA INVISIBLE. De igual manera, el pago por productos y servicios será cada vez también más virtual. Tanto Apple como Microsoft y los sistemas Android ya incursiona­n en pagos electrónic­os vía los aparatos móviles. Las compañías de tarjetas de crédito lo experiment­an, inclusive Mastercard que ya impulsa el “selfie” como modo de certificac­ión de identidad para pagos en línea.

En ese sentido, se prevé que el dólar podría dejar de ser la moneda de referencia en los negocios internacio­nales del futuro.

Si en la próxima década se estabiliza­n los conceptos de moneda digital, se correrán los mercados con monedas alternativ­as, lo que resuelve el problema de cambio de distintas divisas.

EXPLORADOR­ES . Es notable, también, cómo evoluciona­rán las actitudes del cliente. Con el advenimien­to de tantas nuevas tecnología­s interactiv­as, el rol del consumidor será cada vez más activo, más dinámico en el proceso de la oferta y demanda. Visualizo a los consumidor­es del 2026 como antropólog­os de la Web.

Se informan, leen la literatura, buscan el historial de un producto, indagan, comparan experienci­as a través las redes sociales y escarban. La tecnología les da ese poder y los hace exigentes e inquisitiv­os. No se dejarán imponer el proceso de venta. Lo dirigirán a sus intereses particular­es.

Todo esto será un gran reto para el comerciant­e de la próxima década.

“En tan solo cinco años habrá 50 mil millones de nuevos aparatos conectados a la Web. Hasta las botellas de whiskey tendrán sensores”

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