¿Podemos gobernarnos?
Indudablemente ha habido muchos puertorriqueños intelectualmente capacitados para gobernar. Entonces, ¿por qué estamos como estamos? El consenso es que nuestra situación responde a una gobernanza desenfocada. Pero, si efectivamente hay capacidad intelectual, ¿por qué la disfunción? Creo que es un impedimento social inherente.
Durante el régimen español los habitantes de la isla nunca tuvieron la oportunidad de gobernarse. Funcionaban en un ruralismo libre o a fuerza de capataz, con el estado operando formalmente en islotes urbanos que se extendían o contraían.
Informe tras informe a la Corona se dibujaba una sociedad deprimida, necesitada de dirección y financiación. La fallida Carta Autonómica de 1897, reconocía finalmente algún gobierno propio por las exigencias de la revolución cubana y el naciente imperialismo estadounidense.
Luego de la invasión en 1898, informes al Congreso y al Ejecutivo también describían una población paupérrima con deficiencias estructurales. Al Congreso procesar leyes para Puerto Rico son muchas las expresiones en debates y correspondencia.
Tan así que la primera Ley Orgánica (Foraker) desoye planteamientos sobre nuestra actitud a gobernanza propia e instituye un sistema colonial con burdo dirigismo y absoluto control federal. Ese sello de incapacidad acompañó a todas las iniciativas de gobierno propio hasta que surgió el ELA y su Constitución como incuestionable primer ejercicio. El razonamiento congresional fue que el país había madurado y solo necesitaba herramientas. Entonces, nos gobernamos.
Cuando el general Brooke asumió el cargo de gobernador en 1898, informó a Washington que en tesorería había una solitaria moneda equivalente “a dos dólares y pico”. Más de un siglo después, y 65 de gobierno propio, nuestra tesorería está peor, el país deprimido, PROMESA nos devuelve al régimen absolutista de 1900 revocando, unilateral e ilegalmente, nuestra autonomía.
El impedimento social al que me refiero se resume así: la verdadera colonización ha sido a nuestro espíritu colectivo, siendo su máxima expresión la evidente docilidad.