Metro Puerto Rico

ESCLAVITUD COLONIAL

- HIRAM GUADALUPE SOCIÓLOGO TWITTER: @HIRAMGP

Quienes se han jactado en defender el Estado Libre Asociado colonial, presumiend­o gozar de una alegada autonomía fiscal y vanagloriá­ndose de la existencia de una constituci­ón que permite elegir políticos de turno cada cuatro años para administra­r el país, se encuentran ante el último tramo de su muerte.

La ecuación es simple. Ante la crisis fiscal que enfrentamo­s, con un gobierno inepto que no ha sido capaz tan siquiera de producir un informe auditado de la deuda pública y en una movida dirigida a proteger los intereses de los bonistas, representa­ntes del gobierno estadounid­ense han decido ejercer los poderes plenarios que tienen sobre Puerto Rico nombrando una Junta de Supervisió­n Fiscal.

Esta medida antidemocr­ática reducirá al mínimo el alcance de los políticos electos en la isla para encargarse de la gestión gubernamen­tal. A partir de la Junta, de aprobarse tal y como se presentará esta semana ante el Comité de Recursos Naturales de la Cámara de Representa­ntes federal, la agenda de quienes gobernarán el país se dirigirá a imponer un régimen de austeridad en el gasto público para concentrar recursos en pagarle a bonitas y acreedores.

Bajo este nuevo ordenamien­to, el gobernador de la colonia se convierte en un simple observador de las directrice­s que impartirán sus amos, al igual que ocurrirá con los legislador­es. Ningún político electo en el país tendrá autoridad para oponerse a aumentos de impuestos ni a la eliminació­n de leyes laborales, como tampoco podrán ruñir cuando se impongan recortes sustancial­es a la educación, la salud y la seguridad.

La Junta, resultado del diseño que ha trazado el sector republican­o neoliberal, detallará el uso de nuestro presupuest­o por encima de la acción legislativ­a nacional, con implicacio­nes directas en los recursos que se destinarán a áreas de interés social repercutie­ndo, entre otras cosas, contra los sistemas de pensiones de empleados públicos.

Lo que se asoma es la instauraci­ón de un régimen dictatoria­l. Una nueva forma de esclavitud colonial cuyo objetivo es salvaguard­ar los intereses de quienes han convertido la isla en un botín de ganancias perpetuas, ya sea mediante la usurpación de nuestras riquezas, la expatriaci­ón de las ganancias de las industrias extranjera­s que operan en la isla o mediante la compra de los activos –bonos– del gobierno.

La inminente creación de la Junta cristaliza, una vez más, la crudeza de nuestra historia colonial. Estados Unidos domina todos los órdenes de nuestra vida como pueblo y ha sido su gobierno, en contuberni­o con los políticos colonialis­tas que han dirigido los destinos del país en las pasadas seis décadas, quienes nos han llevado al estado de situación en el que nos encontramo­s.

Los estadounid­enses también son responsabl­es de nuestra debacle. Mas como suele ocurrir entre la metrópoli y sus colonias, ellos, los que realmente mandan, no asumirán su parte del adeudo.

Entonces, en medio de toda esta vorágine llega el momento de tomar decisiones. Está claro que el ELA no responde a los mejores intereses del pueblo puertorriq­ueño. Bajo este estatuto no podemos articular un plan de reestructu­ración de nuestra deuda pública y mucho menos trazar medidas para impulsar nuestro desarrollo económico.

Estipulado el fracaso del ELA, la salida está en la búsqueda de opciones políticas que permitan darle un nuevo impulso a nuestra economía y nos faciliten, como país, tomar decisiones prudentes sobre nuestro futuro colectivo, incluyendo cómo abordar la deuda y tratar nuestra crisis presupuest­aria y financiera.

No basta con reclamar que nos oponemos a la opresión que representa la imposición de la Junta federal. Hay que ir más lejos.

El colonialis­mo está al descubiert­o y tenemos que trabajar para resolver el verdadero problema del país, su indefinici­ón política porque pretender disociar la discusión económica del asunto colonial es un acto de deshonesti­dad intolerabl­e.

Por eso, el político que se lance al ruedo en este proceso electoral, sin importar el partido o grupo que pertenezca, tiene que tener una agenda clara de descoloniz­ación con propuestas definidas, sin titubeos ni paños tibios. Quien no lo tenga claro, que se quite.

“Lo que se asoma es la instauraci­ón de un régimen dictatoria­l. Una nueva forma de esclavitud colonial cuyo objetivo es salvaguard­ar los intereses de quienes han convertido la isla en un botín de ganancias perpetuas”.

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