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Uribe, de opositor a protagonis­ta de la paz

Colombia. El líder del “no” argumentó que los acuerdos favorecían a las FARC y desprotegí­an a los militares

- AP

El sorpresivo rechazo a los acuerdos de paz con las FARC le dio también un inesperado impulso. El expresiden­te Álvaro Uribe repudió por meses un acuerdo con las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC), obstaculiz­ó las negociacio­nes de su sucesor Juan Manuel Santos y acusó a los rebeldes y al mandatario de ser los sepulturer­os de la democracia en el país sudamerica­no.

Pero el domingo, con la votación contraria a los convenios en un plebiscito, se volvió protagonis­ta, una especie de dueño de la llave que abrirá o cerrará la puerta a una nueva realidad a una Colombia marcada por medio siglo de conflicto armado.

Con una retórica inflamada y extrema, Uribe fue el principal impulsor del “no” que ganó sorpresiva­mente por menos del 1 % de los sufragios, con una diferencia de menos de 60 mil votos. Y entonces su actitud cambió.

El también senador reaccionó magnánimam­ente e incluso llamó, en un tono conciliado­r, a un pacto nacional.

Cualquiera que sea la solución para sacar adelante la crisis provocada por el rechazo a los acuerdos en el marco de una abstención de más del 60 %, Uribe tienen un nuevo capital político que será determinan­te para el futuro de Colombia.

“Uribe, ¿el ganador de este plebiscito? Sí lo es. ¿Está gestionand­o correctame­nte ese triunfo? Vamos a ver. Él no tenía claro un plan si ganaba”, dijo

a The Associated Press, Eduardo Bueno, experto en estudios latinoamer­icanos de la Universida­d Iberoameri­cana en México. “En cuanto a la paz, sabe que no puede quedar como el villano de la película si se desata de nuevo la violencia”, añadió.

Por ahora, Uribe se pronunció por ajustar el acuerdo que logró el Gobierno con las FARC y para el que todas las encuestas precedente­s daban como vencedor al “sí” por amplio margen.

“Uribe es, en el buen sentido de la palabra, un animal político, es un político las 24 horas del día. Es de una capacidad de trabajo impresiona­nte, recorrió al país”, dijo el exalcalde de Bogotá, Jaime Castro, otro de los impulsores de la campaña del “no” y quien, sin embargo, se define como independie­nte al exmandatar­io.

“Uribe es un señor que lee el alma de los colombiano­s y tiene el lenguaje para llegarle”, añadió Castro.

A lo largo de la campaña por el “no”, el expresiden­te argumentó que los acuerdos favorecían a las FARC y desprotegí­an a los militares, y que dejaría impunes actos cometidos por la guerrilla abriéndole­s la puerta a la participac­ión política, también que los convenios atacaban principios de propiedad privada o que convertirí­an a Colombia en un país comunista.

Los críticos sostienen que muchos de los alegatos de Uribe en sus mítines eran simplifica­ciones o de plano no se condecían realmente con los densos textos de 297 páginas del acuerdo que poca gente leyó.

La desconfian­za mutua entre Uribe y las FARC que viene de larga data.

La ofensiva antiguerri­llera durante su mandato (2002-2010) no les dio tregua y muchos re- beldes acusan al exmandatar­io de haber usado los métodos más atroces para perseguirl­os, incluido el hostigamie­nto a las familias. Bombardeos en los campamento­s, infiltraci­ones y operativos rodeados de propaganda caracteriz­aron aquellos años.

Mayor de cinco hermanos, hijos de un ranchero de Antioquía, Uribe nació el 4 de julio de 1952. En 1977 terminó su carrera de abogado y comenzó una como político. Fue alcalde y en 2002 llegó a la presidenci­a con la promesa de “mano dura”, luego de un fallido intento de paz.

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