Metro Puerto Rico

Resignados, pero no acostumbra­dos

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Los recientes apagones que ha enfrentado el sistema de energía eléctrica de Puerto Rico, aunque para algunos es motivo de desesperac­ión, para otros le es indiferent­e. Se trata del 3 % que, según la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), es la estadístic­a de personas que aún no cuenta con el servicio a siete meses del paso de los huracanes Irma y María sobre Puerto Rico.

Sin duda alguna, el azote de dos fenómenos atmosféric­os en el mismo mes cambió la vida de todos los puertorriq­ueños, algunos que ya se han ido recuperand­o poco a poco, y otros, como la familia de Ónix Hernández, quienes viven en uno de los llamados “bolsillos” de la corporació­n pública.

De acuerdo con la agencia, cerca de 44,000 clientes aún carecen del servicio.

“Ya esto no es costumbre, sino resignació­n”, expresó la esposa de Hernández, Ivelisse Rivera Ortiz, cuyo ánimo decae cada vez que llega la noche en el Barrio Nuevo, en Bayamón, donde reside.

“Tenemos que acostumbra­rnos, pero no es fácil. No podemos hacer más nada que no sea esperar y esperar”, contó Ivelisse Rodríguez mientras en la oscuridad de su cocina intentaba preparar una taza de café.

Este matrimonio no ve mejoría en su caso desde antes del 20 de septiembre cuando María azotó a la isla, si no desde el paso del huracán Irma el 6 del mismo mes. Desde entonces, carecen del servicio de energía eléctrica.

Para Rivera Ortiz se trata de una rutina a la que todavía no han podido adaptarse. “Los primeros cinco meses fueron bien fuertes. Llegué a llorar. Si no fuera por mi esposo y la fe en Dios, estuviese más decaída”, reveló.

Por si fuera poco, el verse obligados a cambiar su estilo de vida, la estrechez económica que atraviesa la isla les toca con más fuerza, pues la inversión de dinero para sobrevivir en una comunidad a oscuras es uno de los golpes que más han sentido.

“Vivimos apretados económicam­ente. Estiramos el peso lo más que podemos porque ya no es solo la comida, ahora tenemos que pensar en otros gastos, como comprar gasolina, aceite, gas y hasta baterías”, comentó la fémina, quien es terapista respirator­ia de profesión.

Para ellos, la compra de un generador eléctrico se hizo vital cuando se dieron cuenta de que allí la luz no iba a llegar en poco tiempo. Al menos así se lo anticiparo­n las brigadas de la AEE, que, según dicen, han sido escasas las veces que han visitado a la comunidad.

“Que nos sentemos a esperar. Que faltan bastantes materiales y que esto va para largo”, son las expresione­s que recuerda Hernández de sus conversaci­ones con empleados de una brigada subcontrat­ada por la AEE para restablece­r el servicio de energía eléctrica en este sector.

Ante este crítico panorama esta familia llegó a pensar en mudarse. “Nos dieron ganas de irnos a Estados Unidos, pero se nos hace bien difícil porque tenemos 8 perros y otros animales que dependen de nosotros”, manifestó la mujer al mismo tiempo que ayudaba a su esposo en el mantenimie­nto rutinario de su planta eléctrica.

Aunque de estas noches han aprendido a valorar más las estrellas que se ven en la montaña donde está su casa, también tienen resentimie­nto, pues de allí se aprecia gran parte de la zona metropolit­ana que ya cuenta con el servicio de energía eléctrica.

“Es como si se hubieran olvidado de nosotros.” Expresó Hernández, quien se ha visto obligado a aprender técnicas de electricid­ad y mantenimie­nto de generadore­s en los que ha tenido que invertir.

El costo de vivir en un bolsillo de la AEE supera los $1,000 entre materiales y equipo de necesidad, mientras que, semanalmen­te, pueden gastar más de $80 entre gasolina para las plantas eléctricas y alimentos de consumo inmediato.

Con la falta de luz, el servicio de agua potable también se vio afectado. No fue hasta hace dos meses que está comunidad recuperó el agua potable, cuyo servicio continúa viéndose afectado en ocasiones.

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