Hospitales no dan abasto en Gaza
los muertos, y el enviado especial de la ONU para el Oriente Medio dijo que “no hay justificación para la matanza”.
Turquía expulsó al embajador de Israel, y diversos países europeos pidieron una investigación internacional.
Israel dijo que tiene el derecho de proteger su frontera y las comunidades próximas a la zona limítrofe, y acusó al grupo paramilitar Hamas, que gobierna Gaza, de efectuar diversos ataques bajo el disfraz de protestas. La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, salió en defensa de Israel y afirmó que ningún miembro “actuaría con más moderación que Israel”.
La confrontación fronteriza del lunes culminó una campaña de protestas que se extendió por semanas para intentar romper el bloqueo fronterizo que Israel y Egipto impusieron después de que Hamas asumió por la fuerza en 2007 el control de Gaza. Las protestas, convocadas por Hamas, son atizadas por la desesperación cada vez mayor entre los 2 millones de habitantes de Gaza que viven entre pobreza y desempleo, falta de suministro eléctrico hasta por 22 horas al día y aplastantes prohibiciones a los viajes y el comercio.
Otro elemento que atizó las protestas fue la reubicación el lunes de la embajada de Estados Unidos en Israel, de Tel Aviv a Jerusalén, cuyo territorio está en disputa. Los palestinos pretenden que Jerusalén oriental, que se anexó Israel, sea su futura capital. Incluso desde antes del reciente derramamiento de sangre, el sistema de salud de Gaza, con 13 hospitales públicos y 14 clínicas dirigidas por ONG, enfrentaban diversas carencias para atender a pacientes debido a la escasez de medicinas y equipo quirúrgico causada por el bloqueo.
El hospital Shifa de la ciudad de Gaza recibió unas 500 personas el lunes, de las que más de 90 % tenían heridas de bala, dijo el director del hospital, Ayman Sahbani. De esos heridos, 192 necesitaban cirugía, y de estos 120, requerían cirugía ortopédica.