Metro Puerto Rico

Una tertulia con Anthony Bourdain en Santurce

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bueno, que quizás no esperaba todo este éxito. Bourdain mantenía una vara muy alta con sus produccion­es, tanto en contenido como estética, para una de los principale­s competidor­es del negocio de la noticia. Al fin y al cabo, era un producto.

Aquella tarde de la filmación en Santurce, al sol ya le quedaba poco. Era un día bonito, de esos antes de María. Aun con los Gobiernos federal y local ya exprimiend­o lo que quedaba de la china borincana, no se palpaba mucho la penumbra de ahora: ese “qué jodidos estamos, carajo”. Todavía no.

Esa tarde, el arte en las paredes de Santurce, sus edificios que definen el urbanismo capitalino del siglo XX, todo lo que allí había me hablaba más que nunca. Quizás era la lucidez que uno mismo intenta imponerse cuando se da cuenta de que vas a una tertulia con una figura como Bourdain, que, gracias a la magia de la televisión, presenciar­án millones de personas.

Un paréntesis: cuando me contactaro­n, no entendí mucho lo que pasaba hasta semanas antes de la filmación. Me llamó el productor José Abreu, amigo de años. Sabía que Bourdain era un chef famoso, pero pensé que venía a payasear; ya saben lo que dice el eslogan: “Yo vivo donde usted vacaciona”. No veo mucha tele y a CNN no lo toco tanto, a menos que sea algo sobre Puer- to Rico o tenga algún amigo trabajando ahí. Incurrí en algo que llamo ignolencia: insolencia a causa de la ignorancia.

Sigamos. Llegamos al bar Esquina Watusi a la hora acordada. Bourdain llegó dos horas después, desde Ciales, donde filmó su encuentro con una maestra del sistema de educación pública. Caminamos desde la barra Spot Las Palmas, por la calle Ernesto Cerra hacia arriba, y doblamos por la calle Puerto Arturo. Seguimos hacia la calle Monserrate, doblamos de nuevo a la izquierda, hasta la calle Elisa Cerra donde volvimos a doblar a la izquierda rumbo a la Esquina Watusi. Intentaba explicarle dónde estábamos, lo que ha sido Santurce, lo que era, lo que es, lo que muchos se creen que es, lo que muchos otros quieren que sea.

“Me dicen que esto es como que un mini distrito de arte”, me dijo durante la caminata, tal y como dicta la pieza audiovisua­l. “Tengan cuidado, porque primero llegan los hipsters, y detrás de ellos los Starbucks. Es un peligro, lo vi en Brooklyn”, agregó, comentario que se fue con la edición. Reímos en estéreo. Le insistí que, aunque Santurce no se escapa de las tendencias mundiales de la gentrifica­ción, hay ciudadanos que defienden su comunidad y artistas consciente­s que juntan esfuerzos en pro de eso. Claro, los ricos llegan y se quedan con todo, concluimos de alguna forma. “Pasa en todos lados”, me dijo.

Esa caminata duró unos 15 minutos. Hablamos del estatus colonial de Puerto Rico, debatimos cómo se insertan las resistenci­as armadas en los procesos de liberación de los pueblos, miramos a la independen­cia como salida socioeconó­mica para el archipiéla­go y me dijo que se inclinaba más hacia el autosusten­to en las comunidade­s sobre la burocracia gubernamen­tal.

Llegamos al Watusi, allí nos esperaba Laura Moscoso. La conversaci­ón fluyó; también, el whisky con coco. Mencionamo­s el episodio de Jamaica, cuando Tony abordó el tema de los desplazami­entos de los pobres a favor del turismo, y lo comparamos brevemente con Puerto Rico. Bourdain preguntó muchas cosas, de la Junta de Control Fiscal, del Estado Libre Asociado, de la estadidad. Había hecho su asignación.

Aquella conversaci­ón para la cámara duró como una hora. Laura y yo estuvimos ante un gran entrevista­dor. Se le agradece que viniera a hablar de la crisis antes de María oy que, en noviembre, cuando salió el episodio, lo promociona­ra en los medios con un cariño particular, urgiendo a darle la mano a esta apabullada nación.

Luego de filmar, Tony se quedó con nosotros en la mesa al menos otra hora. “Ya me cansé del whiskey-coco, pidamos par de cervezas”, dijo. Laura y yo nos miramos y reímos. Le cacheteamo­s par de cigarrillo­s y siguió la tertulia. Su crew de producción lo rodeó. Todos querían fotos con Tony. Y aunque Tony nunca se negaba, me doy cuenta ahora, tras la tragedia, que su cara en casi todas las fotos era más o menos la misma: un amague de sonrisa que quizás tapaba mucho más.

Recién me entero que Bourdain tuvo un pasado de opioides, que luchó con muchos demonios internos. Mire a su alrededor, hay muchos que han sufrido estas batallas. Eso, si no es que usted, persona que me lee, las ha sufrido en carne propia. No es fácil esa brega. Ignorarla como hizo Bourdain es lo fácil.

Robin Williams se rio hasta morir de tristeza. Bourdain mostró las autenticid­ades de la gente y los espacios hasta encontrar su propia autenticid­ad en la muerte. Fulanita, perencejo y sutanito también se han suicidado. De nuevo: “caras vemos, corazones no sabemos”. El suicidio es quizás el cliché más menospreci­ado.

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