Metro Puerto Rico

Mortal riesgo para pacientes de diálisis un año después del huracán María

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Comienzas a sentir picor en la piel, tu cuerpo se hincha, se te entumecen los dedos, te falta el aire, llega el cansancio y alguna úlcera abierta comienza a dejar correr los fluidos. Las probabilid­ades de morir crecen. La ansiedad y el estrés se complican.

Este es el cuadro al que se expusieron los cerca de 6,013 pacientes de diálisis registrado­s en Puerto Rico por el Quality Insight Renal Network 3 (QIRN3) antes del paso del huracán María. Un año después, el número de personas con tratamient­os activos se redujo a 5,928 debido, en parte, a las muertes provocadas por la interrupci­ón extensa o racionamie­nto de sus diálisis, o porque tuvieron que emigrar a Estados Unidos. Para quienes se quedaron en Puerto Rico, los riesgos son los mismos, como ocurre en Vieques, donde el único centro de tratamient­o permanece cerrado, por lo que los pacientes tienen que viajar tres veces en semana a la isla grande para atenderse.

Ante esta realidad, el representa­nte Juan Morales, presidente de la Comisión Cameral de Salud, presentó el 30 de agosto de este año un plan para manejar a los pacientes de diálisis en periodos de emergencia. No obstante, se trata de un protocolo basado en acuerdos entre agencias públicas, con el apoyo del Consejo Renal de Puerto Rico, que carece de bases legales o presupuest­o para su implementa­ción. No se presentó como un proyecto de ley o una resolución. Tampoco se estableció como un reglamento que deba ser adoptado por alguna dependenci­a gubernamen­tal. El plan del representa­nte Morales no establece penalidade­s para quienes no cumplan con lo recomendad­o. No obliga a nadie a nada.

Aún más, el documento tampoco incluye sugerencia­s de expertos y funcionari­os de entidades del tercer sector entrevista­dos por el Centro de Periodismo Investigat­ivo (CPI) sobre qué aspectos debería tener un plan de este tipo.

La distribuci­ón de agua, diésel o gasolina, alimentos adecuados para los pacientes renales y apoyo emocional y psicológic­o fueron los puntos de consenso que, según los especialis­tas, el país debe atender con prioridad para prote- ger a la comunidad renal. Aunque luego del huracán, solo tres de los 45 centros privados de diálisis se vieron afectados directamen­te, y al día de hoy no han podido retomar los servicios, los que sí funcionaro­n estuvieron a merced de la negligenci­a, el desconocim­iento y la improvisac­ión gubernamen­tal luego de la catástrofe.

“Fallamos. Óyeme, fallamos, porque no sabíamos cómo iba a venir la emergencia o si se estaba preparado. Pero me pregunto si, a este momento, Puerto Rico está preparado para hacer un desalojo como tuvo que hacer Saint Thomas con sus pacientes de diálisis. Claro que no”, lanzó de inmediato Ángela Díaz, directora del Consejo Renal de Puerto Rico.

Luego del huracán, Díaz acudió al Centro de Operacione­s de Emergencia (COE) habilitado por la administra­ción de Ricardo Ros- selló para identifica­r cómo podía ayudar a atender las necesidade­s de la comunidad que representa. Relató que fue precisamen­te en el COE donde más se evidenció el desconocim­iento de las agencias encargadas del manejo de la emergencia con relación a los requerimie­ntos de los pacientes de diálisis.

Un recuerdo similar guarda Ana Laboy, directora de la Fundación Puertorriq­ueña del Riñón (FPR), al repasar los desafíos que vivieron estos pacientes a partir del 20 de septiembre de 2017 y que todavía pueden considerar­se una amenaza.

“A los centros de diálisis hay que verlos como si fueran una institució­n hospitalar­ia. Sí, son organizaci­ones privadas, pero trabajan con la salud y la vida de un paciente, en un tratamient­o que es vida”, señaló. Los centros de diálisis privados son el principal proveedor de estos tratamient­os en Puerto Rico.

Durante el huracán, los centros de diálisis ocupaban el tercer puesto en la lista de prioridade­s para la distribuci­ón de suministro­s, como agua y diésel a institucio­nes públicas y privadas de parte de las autoridade­s. Laboy contó que esa determinac­ión hizo que, en ocasiones, la disponibil­idad de

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