J Balvin tiene muchas razones para estar feliz
El intérprete colombiano conversó con sobre su éxito, su amor por Bad Bunny y su regreso al Choliseo
Es sábado en la tarde, y J Balvin se encuentra en un hotel de la capital de Puerto Rico, riéndose hasta del chiste más mongo que le hacen.
Quizás es que Puerto Rico lo pone bien alegre.
En esta tarde caribeña, Balvin anda por ahí en shorts tipo traje de baño y con una t-shirt que tiene la imagen de Bart Simpson. Puro tropicaleo. Se toma un café, tras darse tremenda jartera junto a su equipo de trabajo en un restaurante del hotel. Va de buen humor, como ya dijimos, y eso pudiese adjudicársele a que recién se acaba de enterar de que volverá en varios meses a presentarse en el Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelót, esta vez con su propio espectáculo. O bueno, repetimos, a lo mejor es que Borinquen tiene algo que lo pone bien contento.
“Llevo dos años sin presentarme en el Choliseo. Al fin vuelvo p’allá, el 30 de agosto”, le indica José Álvaro Osorio Balvin —mejor dicho, J Balvin— a El Calce, durante una entrevista de más o menos media hora.
Entre chiste y chiste, Balvin comenta sobre lo que ha sido su fin de semana. El artista, nacido y criado en Medellín, Antioquia, Colombia, fue uno de los invitados de Bad Bunny en la reciente trilogía de conciertos en el Choli. Benito es uno de sus mejores amigos en un género musical donde muchas veces la palabra amistad es un chicle que se tira a la pared a ver si pega.
“El amor y el cariño que siento por Benito es muy grande. He visto todo su proceso de crecimiento artístico y personal. Hay una admiración mutua, y, más que eso, soy fan de él. Estoy muy contento con lo que está viviendo. Somos pocos los que entendemos los chistes de Benito”, dice. Y vuelve a reír.
Hay felicidad, de esa que se siente cuando se está en las papas, como decimos en Borinquen. Ojo: Balvin aclara que tener éxito no necesariamente quiere decir que se encuentre en una zona de confort. O sea, él, junto a Maluma, fueron la punta de lanza de una ola colombiana que logró colarse en un mercado dominado por artistas puertorriqueños.
“Yo aún no siento que he llegado. Fue difícil en Colombia porque todo estaba en contra, empezando por la percepción. Se tuvo que luchar, pero creo que, con mucho trabajo y buena música, por ahí vamos. Te digo, todavía no me he dado cuenta que he llegado”, apuntó el ganador de tres premios Grammy Latino y seis premios Billboard.
“A medida que voy conociendo más el mundo, que viajo, que hago música, pues siento que todo depende con quién te midas y con quién te compares. Tengo una visión tan grande, que me siento muy pequeño”, apuntó.
Por eso dice que se mantiene rodeado con el mismo corillo que empezó en Colombia, su patria, en la que le tocó abrirse paso, pues, como dice ese antiguo adagio: “Nadie es profeta en su propia tierra”.
“Colombia siempre ha sido un país conectado con la música urbana, ya sea el hip hop estadounidense, o el raggae de Panamá o el reguetón de Puerto Rico, lo difícil fue reconocer que había un niño colombiano entrando a estas ligas. Fue un proceso de credibilidad bien fuerte, por el discurso que mu- cha gente puede pensar de la música urbana. Me tocó hacer como el papa aquel que pidió perdón por las Cruzadas. Primero, que al género lo veían muy mal antes. También hubo que demostrar que un paisa de Medellín estaba metido en el género del reguetón”, recordó.
Al fin y al cabo, Balvin llegó, vio y venció. Con el triunfo vino algún tipo de responsabilidad para con la humanidad, la cual se notó hace algunos meses, cuando criticó, con un emotivo post en Instagram, las letras actuales del género del trap, donde también a veces él pulula. Balvin vivió aquella sangrienta época de las carnicerías humanas de Pablo Escobar Gaviria, el Cartel de Medellín y los PEPES, cuando Colombia vivía una guerra civil por el narcotráfico, con el terror sembrado en cada esquina, ya fuese por los narcos o por el propio Estado.
“Yo creo que esto ha cambiado, ha cambiado”, comentó cuando le preguntamos por aquellas declaraciones en que llamaba a capítulo a sus colegas del género.
“El trap seguirá con lo suyo y no estoy en contra. Más que las letras, lo que me importa es el comportamiento. Benito mas bueno no puede ser, pero cuando canta es Bad Bunny, cuando se acaba el show es Benito. Diferenciar la música de lo que representas, desconectarte como artista, eso es lo que me parece que es importante”, añadió.
Le subrayamos el reciente ejemplo del novel trapero El Enmascarao, que tiene un tema en el que aparece la voz del convicto narcohampón Angelo Millones enviando un mensaje. En una frase del tema, que no abandona el discurso capitalista que reina en el mundo del narcotráfico, dice El Enmascarao: “Si le bajas a la guerra, te sobra más p’al Ferra”. Balvin abre los ojos, hace una mueca de “diache, mano” y asiente con la cabeza, como dándole respeto al liricista enmascarado.
“Hace poco estuve en Medellín con ganas de saber la situación social de los barrios de mi ciudad, tratar de entender ciertos comportamientos, ciertas actitudes. Es falta de oportunidades, claro, pero, lo decía Facundo Cabral: ‘Si los malos supieran el buen negocio que es ser bueno, serían buenos solo por negocio’. La misma calle ya acepta lo que es y lo que no es bueno, que todo es causa y efecto, que uno termina muerto o en la cárcel”, agregó.
Aún así, Balvin aclara que la música de corte sociopolítico o de tiraera no es lo suyo. “Es que prefiero dar un ejemplo de buena vibra y criticar menos”, resume, dejando saber que lo de él es poner a bailar y a gozar a sus fanáticos. El 30 de agosto le tocará a Puerto Rico. J Balvin, mientras tanto, sigue sonriéndole a la vida.
Los boletos para el concierto de J Balvin ya están a la venta en Ticketpop.
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