Metro Puerto Rico

SIGUEN SIENDO LA MISMA MAFIA

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A capo muerto, capo puesto. Wanda Vázquez, con conocimien­to o sin él, ahora dirige los remanentes de la mafia que montó Ricardo Rosselló desde La Fortaleza. Si no actúa rápidament­e, su récord, el cual de por sí no es prístino, quedará manchado por la misma podredumbr­e moral que ocasionó la salida temprana de su predecesor. La solución es radical, difícil e inaplazabl­e: despedir a todos los integrante­s del Gobierno actual.

Esta muerte a cuentagota­s les hace más daño que bien a la imagen de la gobernador­a y a la confianza del pueblo en sus institucio­nes. El escándalo de la semana —la pasada era Guillermo Miranda, esta es Tania Vázquez— inevitable­mente produce una renuncia. Los esquemas siempre son los mismos: una imbricació­n antitética de lo partidista y lo gubernamen­tal, esquemas coercitivo­s para la recaudació­n de fondos, nepotismo en la contrataci­ón pública, y la malévola mano de intereses privados, haciendo las veces de asesores ad honorem, dirigiendo el uso de fondos públicos para aprovecham­iento ilícito.

Los casos sobran. Velázquez Piñol se alega que era asesor de la agencia que contrata los planes médicos para los médico-indigentes y, a su vez, era consultor de las asegurador­as. Jerón, el superinten­dente del Capitolio, repartía el bacalao en el Departamen­to de Recursos Naturales a empresas con estrechos vínculos a sí mismo. Elías Sánchez, no solo era miembro del infame chat, sino que, además, participab­a en actividade­s en las que el secretario de la Gobernació­n, Ricardo Llerandi, amenazaba a sus subordinad­os si no donaban para la campaña a la reelección de Rosselló.

Este último caso es el más preocupant­e. En esa reunión, había jefes de agencia, secretario­s y empleados de confianza. La instrucció­n explícita, en voz del propio Llerandi, fue tomar represalia­s contra los empleados identifica­dos como penepés que no aportaran económicam­ente o participar­an de las actividade­s. Para colmo, Llerandi presentó a Sánchez en esa reunión como el que mejor podía “vender” esa agenda, dándole otro maniguetaz­o a la pica corrupta que montaron.

Las risotadas de los presentes hacen saber que, salvo por el anónimo que grabó el acontecer de ese encuentro, los demás se gozaron las ocurrencia­s de su jefe. Y ahí radica el problema de la gobernador­a. Los que le reían la gracias, los que, posiblemen­te, tomaron represalia­s contra sus empleados, los que escucharon y callaron, siguen estando a su alrededor. La influencia de Elías, expresada y refrendada públicamen­te por el jefe de gobierno, sigue viva.

Por ende, la salida final de Llerandi de todos sus cargos públicos no basta. La gobernador­a está obligada, y si no, la prensa, a averiguar el nombre de todos los que estuvieron en esa reunión, y para salvar lo que queda del paciente, extirparlo­s del cuerpo enfermo de este Gobierno como los tumores malignos que son.

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