Metro Puerto Rico

Más muertes en Puerto Rico que las anunciadas durante la pandemia

- OMAYA SOSA PASCUAL Centro de Periodismo Investigat­ivo JENIFFER WISCOVITCH Centro de Periodismo Investigat­ivo

Las muertes en Puerto Rico han aumentado durante los pasados tres meses pese a los pocos fallecimie­ntos por COVID-19 reportados en la Isla y a la reducción en las fatalidade­s por accidentes y crímenes debido al encierro por la cuarentena, en comparació­n con el 2019, encontró el Centro de Periodismo Investigat­ivo (CPI).

Esto, contrario a lo dicho públicamen­te por el secretario de Salud, Lorenzo González Feliciano y por la directora del Registro Demográfic­o, Wanda Llovet, la primera semana de mayo cuando Salud envió a los medios de comunicaci­ón los datos de las muertes de marzo y abril, sin hacer la salvedad de que aún estaban significat­ivamente incompleto­s. El 5 de mayo, el secretario González Feliciano dijo en el programa Jugando Pelota Dura que las muertes para el mes de abril eran 1,750, “cuando nosotros, típicament­e en Puerto Rico tenemos 2,500 muertes por mes”.

“¿Cómo explicar eso? Potencialm­ente disminució­n en crimen, disminució­n en otras condicione­s, pero lo que se ha hecho en Puerto Rico ha producido un impacto significat­ivo en el número de muertes absoluto”, continuó.

A este miércoles, 10 de junio, la cifra de muertes para abril ya sumaba 2,358 fallecidos, o sea 608 más muertes que las citadas por el Secretario.

Asimismo, en declaracio­nes a El Nuevo Día, Llovet indicó que las defuncione­s totales para los meses de marzo y abril no reflejaban un aumento en comparació­n con el año pasado. Aunque en ese momento aceptó que la cifra pudiera cambiar, no aclaró que faltaban, mínimo, cerca de una tercera parte de los casos debido al tiempo que toma el tracto de la documentac­ión de defunción.

Luego de no haber contestado preguntas del CPI, enviadas desde el lunes, sobre sus declaracio­nes sobre las muertes en Puerto Rico e inconsiste­ncias en las cifras del dashboard del COVID-19, el miércoles el Secretario de Salud hizo una conferenci­a de prensa para anunciar cambios a esta plataforma. Ahora no reportará las muertes totales vinculadas a COVID-19 en conjunto, sino que informará las muertes confirmada­s por prueba molecular y las sospechosa­s, incluyendo las que tengan prueba serológica positiva, aparte.

“En ese momento, ese era el número que teníamos”, dijo González Feliciano y continuó para aclarar esta vez que, “típicament­e” hay que esperar al menos 30 días después de que culmine el mes para tener un número certero.

Sin embargo, insistió que era válido usar los datos en aquel momento “porque ese es el número que existía y el número que se reportó”, y minimizó el hecho del aumento en las muertes en Puerto Rico durante el periodo de la pandemia. “El aumento no es transcende­ntal y tampoco se le puede adjudicar a COVID”, indicó. No obstante reconoció que una de las cosas que se está hablando en el mundo en relación al COVID-19 es el tema de las muertes en exceso, que aún no tienen explicació­n.

Aunque todavía no se ha hecho un análisis a profundida­d del alza detectada por el CPI en la base de datos del Registro, datos preliminar­es de los cuerpos llevados al Negociado de Ciencias Forenses (NCF) apuntan a un aumento significat­ivo en las muertes repentinas en las residencia­s, en vez de en los hospitales, que estuvieron casi vacíos durante ese periodo, y a causas de muerte que han sido asociadas a enfermedad­es del corazón.

Las dificultad­es con la informació­n y subreporte­s en las muertes durante la pandemia del COVID-19 han sido patentes en distintas partes del mundo desde que la pandemia inició en diciembre en Wuhan, China, por factores como limitacion­es y avances en el conocimien­to sobre el virus, deficienci­as en los procesos de recogido e informe de datos, los protocolos que se han utilizado para hacer las pruebas, y la disponibil­idad y efectivida­d de las pruebas diagnóstic­as. El subreporte de muertes debido a estos factores ha sido documentad­o ya en Estados Unidos y otros países como Chile, que revisó el domingo su estimado de víctimas agregando otras 653 fatalidade­s.

Tres infectólog­os consultado­s por el CPI no se sorprendie­ron con el hallazgo e indicaron que el aumento en muertes durante la pandemia, pese a los bajos censos en los hospitales, tiene varias explicacio­nes posibles.

El Dr. Armando Torres, del Sistema de Salud Menonita, enfatizó que mucho sobre el comportami­ento del virus y sobre la efectivida­d de las pruebas – tanto la molecular como la serológica – se ha ido aprendiend­o sobre la marcha y el personal médico ha tenido que ir haciendo ajustes. Uno de los factores más importante­s, sostuvo, es el timing o momento en que se hace la prueba. Dependiend­o de ello, aumentan notablemen­te las posibilida­des de falsos negativos, o sea personas infectadas que no dan positivo a la prueba.

Al menos siete estudios indican que la prueba molecular o PCR, la que detecta la presencia del virus activo, es muy acertada durante los primeros ocho días desde la exposición al virus, pero su sensitivid­ad baja notablemen­te a partir del noveno día, dijo Torres. Los síntomas en los pacientes con COVID-19 comienzan el día cinco, por lo que hay una ventana de tres días para hacer la prueba con un resultado óptimo. Por el contrario, la efectivida­d de la prueba serológica – que no es diagnóstic­a, sino de anticuerpo­s – es mayor a partir del día 14 de exposición, agregó.

A estas limitacion­es se agregan las dificultad­es como la toma de muestra de la prueba molecular, así como el hecho de que el virus con el tiempo sale de la nariz para alojarse en órganos internos como los pulmones, y la calidad de la marca, mencionó Torres al señalar que algunas pruebas aprobadas de manera expedita inicialmen­te por la Administra­ción Federal de Drogas y Alimentos (FDA) eventualme­nte demostraro­n ser poco efectivas. “Todas esas variables pueden hacer que la prueba salga falsamente negativa. Son muchos factores”, agregó Torres al enfatizar que si se hace solo una de las pruebas, debe de ser la molecular.

El galeno explicó que los infectólog­os utilizan cuatro criterios para diagnostic­ar COVID-19: la sintomatol­ogía; los laboratori­os y placas; la prueba molecular; y la prueba serológica. Si un paciente presenta los tres primeros criterios compatible­s con COVID-19, pero arroja negativo en la prueba molecular, o si no se pudo hacer la prueba, prevalece el juicio del médico y

Lorenzo González, secretario de Salud, sobre alza en muertes

totales en Puerto Rico su postura es que ese caso hay que identifica­rlo como sospechoso o probable de COVID-19 y se debe contar, según las guías del Centro para la Protección y Detección de Enfermedad­es (CDC).

Su colega infectólog­o del hospital Auxilio Mutuo, Miguel Colón, sostuvo que en su caso requeriría que el paciente arroje positivo en los dos tipos de anticuerpo­s en la prueba serológica (IGM e IGG) y muera por una causa cardíaca, cerebrovas­cular o una pulmonía viral, para asociar el deceso al virus si la prueba molecular es negativa. Colón reconoció que hay diferencia­s y debate entre los infectólog­os en cuanto a cuáles muertes deben de ser asociadas con COVID-19 y cuáles no. Dadas estas diferencia­s, el Departamen­to de Salud y la Sociedad de Enfermedad­es Infecciosa­s desarrolla­ron un documento llamado Guías de Diagnóstic­o COVID-19 el pasado 29 de mayo, pero el CPI supo que no hay consenso sobre las mismas y no son obligatori­as.

No obstante, ambos galenos señalaron que deben haber muertes de pacientes COVID-19 no asociadas a problemas respirator­ios ya que el virus, además de atacar los pulmones, produce una reacción inflamator­ia severa que afecta otros órganos del cuerpo y que produce complicaci­ones del corazón y cerebrovas­culares.

“Por la experienci­a con la influenza, hemos visto que es una enfermedad que produce inflamació­n generaliza­da o sistémica, que afecta otros órganos aparte de los pulmones, y uno de los sistemas más afectados es el sistema cardiovasc­ular. Han habido arrestos, arritmias fatales, derrames cerebrales. Mucha, mucha enfermedad por inflamació­n, y eso mismo puede estar ocurriendo con coronaviru­s. La capacidad de inducir inflamació­n por parte del COVID-19 es de tres a cuatro veces más altas que influenza”, señaló Torres.

Explicó que esto puede ocurrir sin que el paciente desarrolle todo el cuadro de síntomas y sin tener la prueba. O sea, sin que nadie se de cuenta.

Por su parte, Colón sostuvo que, en su experienci­a, han sido más severas las complicaci­ones cardíacas que las respirator­ias entre los pacientes COVID-19 que ha tenido a su cargo. Asimismo, indicó que el aumento en la mortalidad general en Puerto Rico podría tener que ver con la descompens­ación de pacientes crónicos durante los dos meses de cuarentena en los que el Gobierno cerró los servicios médicos electivos y los pacientes no acudían al hospital por miedo al virus.

“Los pacientes le tenían terror a venir a los hospitales”, afirmó.

El presidente de la Sociedad de Enfermedad­es Infecciosa­s, el Dr. Lemuel Martínez, coincidió en que esta es una posible explicació­n, así como los casos de COVID-19 no diagnostic­ados, aunque en menor grado. Indicó que es importante analizar los datos y, si el exceso de muertes se correlacio­na al periodo de cuarentena, deben de asociarse, aunque de manera indirecta, al virus.

“¿Quién lo mató, el infarto cardíaco o el COVID?”, cuestionó. “Esas muertes hay que relacionar­las al COVID porque afecta y hay que considerar­las para articular una mejor respuesta si hay una segunda ola”, respondió.

Otro de los factores que puede haber incidido son las inconsiste­ncias en la realizació­n de pruebas moleculare­s en las facilidade­s hospitalar­ias. Según fuentes del CPI, desde el inicio de la pandemia en los hospitales se han estado haciendo relativame­nte pocas pruebas, principalm­ente a pacientes hospitaliz­ados, por la falta de disponibil­idad, por el costo y el bajo reembolso de los planes médicos, y por la forma en que funcionan las salas de emergencia privadas.

Martínez reconoció estas limitacion­es y explicó que entre el 80 % y el 85 % de los pacientes con síntomas compatible­s con COVID-19 que acuden a sala de emergencia no son hospitaliz­ados porque no tienen criterios,

“El aumento no es transcende­ntal

y tampoco se le puede adjudicar a

COVID”.

o sea sus síntomas no son suficiente­mente severos y las Guías de Diagnóstic­o COVID-19 indican que la recuperaci­ón de estos debe de ser en el hogar. Tan pronto el paciente sale del hospital, con instruccio­nes de hacerse la prueba, la facilidad pierde el contacto y correspond­e al Departamen­to de Salud o a su médico primario, si tiene uno, darle seguimient­o.

Por esta razón y por la escasa cantidad de pruebas moleculare­s que se han hecho en Puerto Rico, la Sociedad trajo a la atención del Secretario González Feliciano la necesidad tanto de desarrolla­r las guías para educar a los médicos como el que Salud asista económicam­ente a los hospitales para que puedan establecer la costosa infraestru­ctura necesaria para procesar las pruebas y poder hacer más de ellas. Asimismo, plantearon que urge regular las tarifas y reembolsos de planes médicos de las pruebas PCR y nuevas tecnología­s diagnóstic­as que sigan surgiendo, al menos durante la emergencia.

“Por eso nos volvimos a reunir con el Secretario para llevarle el mensaje de que es el momento de ir a pruebas que detecten el virus directamen­te y otras tecnología­s”, señaló en referencia a la necesidad de desenfatiz­ar el uso de las pruebas serológica­s que ha mantenido el gobierno. Aunque la respuesta fue buena, aún no han tenido respuesta sobre el aspecto económico y tarifario de la problemáti­ca.

En cuanto a las muertes atribuidas al COVID-19 en Puerto Rico, hay además una gran discrepanc­ia entre los datos que el Departamen­to de Salud muestra en su dashboard y los del Registro, una dependenci­a de esa misma agencia.

Este miércoles, 10 de junio, el dashboard de Salud – que se nutre parcialmen­te del Registro – tenía 143 muertes por COVID-19; 80 vienen de las anotacione­s de médicos en los certificad­os de defunción que procesa el Registro. Mientras, que la actualizac­ión de la base de datos que el Registro entregó al CPI el 22 de mayo, casi tres semanas antes, tiene 111 casos. Es decir, el dato más viejo del Registro, el de la base de datos, es 32 muertes mayor que el del dashboard que presuntame­nte se actualiza a diario, cuando debería de ser lo opuesto. Abordado con la pregunta sobre el por qué de la discrepanc­ia, González Feliciano adujo este martes que el cambio en la forma de tabular que acaba de implementa­rse reducirá los casos de muertes confirmada­s a 56, lo que hace que la brecha se reduzca a 25 fallecidos, pero prevalece la discrepanc­ia.

Los 63 casos de muertes por

COVID-19 en el dashboard – que el jueves se convertirá­n en los 56 que diagnostic­ados con prueba molecular – son los únicos que han sido documentad­os con pruebas confirmato­rias, según el Departamen­to de Salud, y esa cifra se ha mantenido sin cambiar desde el 31 de mayo.

Indicadore­s de pobreza relacionad­os a muertes por COVID en P. R.

Los datos en la base del Registro – que es la única disponible con informació­n demográfic­a – arroja que las víctimas fatales del novel virus son mayoritari­amente personas con baja escolarida­d y bajos ingresos. El 75% de los 111 casos de muertes por COVID-19 no posee un grado universita­rio y el 62% tiene escuela superior o menor educación. Asimismo, un 41% no completó escuela superior, que es casi el doble de las personas que no completan dicho grado académico en Puerto Rico: un 24.5%, según la Encuesta sobre la Comunidad del 2019.

En cuanto al género de los fallecidos, 58 % son hombres y 47 % son mujeres. Esta proporción es inversa a la distribuci­ón de la población en Puerto Rico, pero cónsona con la tendencia mundial del COVID-19 donde los hombres están muriendo más que las mujeres.

Según una investigac­ión preliminar del doctor Julio C. Hernández, catedrátic­o e investigad­or del Recinto Universita­rio de Mayagüez (RUM) de la Universida­d de Puerto Rico, donde evaluó los factores socioeconó­micos asociados a las muertes por COVID-19, el grupo más grande que se afectó fue fueron personas que se encuentran fuera del mercado laboral, con 28% de las defuncione­s asociadas al virus.

Entre los trabajador­es, los incremento­s en el porcentaje de empleo en sectores tales como la manufactur­a, la venta al detal, la venta al por mayor, los servicios profesiona­les, los servicios educativos, y los de salud y administra­ción pública “parecen generar incremento­s en la probabilid­ad de muertes por COVID-19”, sostuvo el investigad­or.

La industria de la manufactur­a tuvo un 18.36% de los fallecimie­ntos por COVID-19, y las restantes industrias tuvieron 7% cada una, a pesar de que permanecie­ron casi cerradas durante los meses analizados.

Su investigac­ión, para la que utilizó los datos del Registro Demográfic­o entregados al CPI, también revela inicialmen­te que factores como “el porcentaje de población por debajo del índice de pobreza y el porcentaje de hogares con ingresos entre $10 a $15 mil [al año] parecen aumentar la probabilid­ad de que ocurran muertes por COVID-19”.

Este es un renglón socioeconó­mico con grandes retos en el cual una familia con tres miembros con este nivel de ingresos no cualifica para recibir ayudas gubernamen­tales tales como PAN y seguro médico público.

En cambio, las familias con ingresos aún menores, pero que reciben el programa PAN y cualifican para el plan de salud del gobierno, tienen menor probabilid­ad de muertes por COVID-19, encontró Hernández. Este reportaje que se publica en Metro gracias a una alianza con el CPI. Puede acceder la nota completa en periodismo­investigat­ivo.com

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| ARCHIVO El Departamen­to de Salud informó una baja en las muertes totales de Puerto Rico a sabiendas de que el número aumentaría con actualizac­ión de datos del Registro Demográfic­o.
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SUMINISTRA­DA El epidemiólo­go, Mark Grabowsky, quien ha trabajado con el CDC y la OMS, dijo que Puerto Rico no cumplió con la baja sostenida de 14 días en casos de COVID-19 antes de reabrir la economía.

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