El racismo en el reggaetón y el blanqueamiento del género
El Calce examina el impacto racial en el género
Ya con más de cuatro décadas de vida en las costillas, se pudiese decir que no hay mucho más que a Welmo Romero Joseph – negro, ‘MC’ de hip hop y puertorriqueño– le falte por ver con respecto al racismo.
De madre haitiana, de padre dominicano, nacido y criado entre la negritud y lo caribeño de Barrio Obrero y, para colmo, rapero. Eso debería ser suficiente para llenar esta gaceta con experiencias pero, bueno, ahora mismo, en la coyuntura que vive el mundo tras los reclamos de igualdad racial que ha acentuado el caso del asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, son muchas más las deconstrucciones de estas tendencias nefastas que pueden hacerse.
“Digo, de alguna manera a todos y todas nos interviene el racismo, de alguna forma u otra el racismo se nos ha cruzado”, comienza a narrarle a El Calce este poeta de vocación y profesor de oficio.
“Y en el caso de la música, en el caso de lo que se conoce como el rap, pues de alguna manera está intervenido con racismo de parte del mercado y del acceso a recursos, más con tantas capas que tiene el asunto en Puerto Rico, que es una colonia, y donde, al igual que en Estados Unidos, se vive un racismo sistemático que afecta las instituciones, sea la escuela, el gobierno, la iglesia e, incluso, las manifestaciones culturales que se desarrollan en la sociedad como tal”, indicó, con música reggae de fondo, antes de detener su discernimiento.
“Claro, que entonces todo entra al mercado global, y todo lo que eso conlleva. Sí, se puede ver como de repente han salido magnates y empresarios negros, que con sus virtudes y sus defectos mantienen algún grado de conciencia social ahora mismo, pero que también el mismo mercado ha ocasionado cambios en las dinámicas de poder, que quizás en vez de inclusión sirve para perpetuar la segregación del mismo negro o la negra en la urbe”, apostilló.
En Estados Unidos y otras partes del mundo, se ha notado como, a pesar de la masificación de mercado a la que ha sido sujeto, el rap que nace de la cultura hip hop mantiene algo de su aura combativa, en especial cuando surgen momentos como los que se viven ahora. Incluso, el rap de crítica social ha servido para propulsar al estrellato a artistas como Nas, Queen Latifah, Common Sense, Lauryn Hill, Wiclef Jean, el icónico KRSONE y Kendrick Lamar, quienes a pesar del éxito se mantienen siempre al día con la crítica social. Los casos de NWA y Public Enemy denunciando el abuso policiaco durante el giro de década hacia los noventa es incluso ya un referente de libro de texto.
Mientras tanto, en Puerto Rico, el fenómeno del reggaetón, que particular y parcialmente surge de los movimientos subterráneos de hip hop que se solidificaron en Borinquen durante la década del ‘80 y que se entremezcla con otras vertientes del reggae y el dancehall jamaiquino con influencia panameña, pasó por situaciones similares. En los ‘90, sus componentes le hicieron frente a las autoridades, especialmente con la campaña en su contra que estableció el gobierno bipartita del Partido Popular Democrático y el Partido Nuevo Progresista, con Velda González, popular, llevando la voz cantante en el Senado en contra de la lírica, y el gobernador Pedro Rosselló, penepé, atacando desde Fortaleza su entorno pobre de barrios y caseríos con su política de “mano dura”.
Tras enfrentar a las autoridades durante la década del noventa, alcanza el mainstream y el éxito económico, quienes han estudiado a fondo el tema de raza en el reggaetón consideran que el género cayó víctima, al igual que muchas otras disciplinas musicales, de ese embeleco sobre la mezcla de razas y el mestizaje en Puerto Rico bautizado como “democracia racial”, un espejismo que de repente vemos a diestra y siniestra, una excusa que se usa mucho para despachar la problematización del racismo. Es decir, de repente, un género que venía de la pobreza, que cargaba con su negritud, enfrentó el blanqueamiento estético del que es sujeto toda arte o manifestación con características culturales distintas a la caucásica, que sale desde lo subterráneo, pues los poderes que lideran el mercado entienden que las cosas deben ser así, sí o sí.
“Yo empecé oyendo hip hop, no reggaetón, porque las letras no me llamaban más allá que no fuese en tal o cuál ánimo particular. Hoy sigo pensando igual, pero fluimos. Lo que quiero decir es que cuando empecé a escuchar el género, lo nítido que encontraba es que estaba mas cercano al Caribe que al mismo hip hop afro-americano, que era en español, que me está rimando de forma alegre, que me pone a bailar. Pero de repente, los que veo que empiezan con el movimiento ya
Welmo Romero Joseph son sustituidos. Uno ve que sucede un blanqueamiento en la música del reggaetón, que no es algo fuera de lo común, pues se ha visto cuando otros géneros autóctonos, como la bomba, se mezclan con el mainstream al incluirse en propuestas de otros artistas”, agregó el profesor de ‘Introducción a medios masivos de comunicación y teoría de medios masivos de comunicación’ en la Universidad de Sagrado Corazón.
La académica Bárbara Abadía, que publicó hace unos años el libro Musicalizando la raza. La racialización en Puerto Rico a través de la música (2012, Ediciones Puerto), su tesis de maestría, resaltó además cómo el hecho de encajonar la música bajo el mote de “música urbana” segrega la misma a algo meramentede los pobres y negros en la urbe. Igualmente, recordó como la supuesta “democracia racial” con la que los sistemas de educación y las estructuras de la sociedad han acondicionado al puertorriqueño a aceptar las determinaciones de la estética blanca como normativas. De hecho, citó varios ejemplos, entre ellos, el del autodenominado ‘Negrito de ojos claros’, el mega-exitoso Ozuna.
“Es como decir: ‘Mira, es negrito, pero tiene ojos claros’.
Eso no lo veo muy distante a lo que salió diciendo Cosculluela, de que aquí hay negros pero que ‘no son de África’”, acotó Abadía.
“Lamentablemente, como se construye esa supuesta ‘democracia racial’, pues a mí me vuela la cabeza porque sí, hay muchos negros en Puerto Rico que dicen: ‘yo soy negro, pero no de África’. Coscu lo expresa desde su espacio de blanquitud y lo tildan de racista, pero ese mismo racismo anti-negritud es uno que se ha internalizado y sigue presente. Para colmo, se pierde la perspectiva de que Coscu está ahí por haber brillado encima de un ritmo negro del que él y otros se apropiaron”, detalló en otro de sus ejemplos, agregando también a esto las distintas fases que ha sufrido la imagen de Daddy Yankee.
Así las cosas, ambos académicos apuntaron al reciente video de Rafa Pabón, Sin Aire, como uno que galopa en contra del viento en el mercado mainstream, batallando el racismo y la desigualdad en un género que se deja llevar por la payola y los poderosos.
“De alguna manera a todos y todas nos interviene el racismo, de alguna forma u otra el racismo se nos ha cruzado”