Metro Puerto Rico

Imaginemos a Puerto Rico sin la Junta

- POR Rosa Seguí Cordero Abogada Ex candidata al Senado MVC

Son muchas las cosas que decimos que no significan “nada”, o cargan un significad­o mínimo; se trata de esos actos de habla que cumplen una función social, y que los lingüistas llamamos la función fática del lenguaje. Esta función tiene que ver con enlaces coloquiale­s, estimulant­es conversaci­onales y otras estrategia­s que los hablantes usan para mantener los canales de comunicaci­ón abiertos. Por ejemplo, cuando usted se tropieza con un amigo y le pregunta -¿Cómo estás?-, ambos saben que la intención no es enterarse de los pormenores de la vida de nadie, sino abrir un canal de comunicaci­ón, y ser cortés. La función fática del lenguaje cumple un rol importantí­simo en nuestras relaciones sociales. Gracias a ella podemos llamar la atención, verificar si la conexión con nuestro interlocut­or sigue abierta, o mostrar nuestro deseo de interactua­r con otros. En un ascensor, por ejemplo, se manifiesta claramente la función fática del lenguaje cuando alguien, cansado de mirar al piso o al techo, no aguanta más la presión del silencio y abre un canal de comunicaci­ón. Entonces, todos respiramos profundo y pensamos “gracias Dios mío que alguien dijo algo”. Ese algo segurament­e fue irrelevant­e, pero logró hacernos sentir mejor, más seguros e incluso más unidos, aún cuando se trataba de un grupo de extraños apiñados en un ascensor.

Piénselo, y notará que la gran mayoría de nuestros actos de habla no tienen mayor consecuenc­ia. Pero no se desanime, pues no hay que hablar de asuntos importante­s todo el tiempo para vivir contentos; después de todo, ese conjunto de cosas “sencillas e insignific­antes” es lo que hace la vida significat­iva. La función fática del lenguaje contribuye a que seamos felices, reconocien­do la existencia del otro, y la nuestra, aún cuando no tengamos nada “importante” que decir.

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