En esta semana, meditemos en aquello que ningún político es capaz de hacer
Deambulamos como pueblo. Estudiantes hambrientos y sin techo. Políticos sin norte. Tribunales en demencia. Policía en desdicha. Maestros deprimidos. Niños sin sentido de valía e identidad propia. Mientras, la vida nos pasa por el lado y reina la apatía. La gente solo puede ver que los ricos se hacen más ricos, los religiosos más justos, los políticos más poderosos. A la justicia le ponen tropiezo en el camino. A la verdad se le suprime. Se le rinde culto a la muerte, la mentira, la humillación y la inmediatez. Todo es sacrificable ante el altar que garantiza la seguridad y el bienestar individual.
Confesemos algo. Hay poco que los políticos podemos hacer ante los graves problemas que enfrenta nuestra sociedad. A la esencia
de este caos solo uno puede hablarle para que venga al orden. Solo uno. Uno que representó en este mundo todo lo que queremos evitar y todo lo que queremos alcanzar. Solo uno en quien se confunden nuestras heridas y nuestros anhelos. Solo uno que llevo en si la maldad que despreciamos y vivió la belleza que añoramos. Hoy más que nuca la cruz sigue siendo la respuesta más relevante.
Pero hay algo que debe quedar claro, el mirar la cruz no tiene sentido si lo que evoca es pena, vergüenza, dolor, sufrimiento o ira por lo que le hicieron a Jesús. Mirar la cruz debe hacernos sentir dolor, sufrimiento e ira por nuestro pecado y maldad. Mirar la cruz refleja nuestra maldad y pecado. A su vez, apunta a la gracia y el perdón de Dios todo poderoso
que estuvo dispuesto a que su hijo Jesus llevará sobre sus hombros esa maldad. Para que su justicia fuera satisfecha y su misericordia fuera ofrecida. La cruz puede verse ofensiva, sí. Es ofensiva y difícil de mirar. Lo es, porque nuestro pecado es ofensivo y difícil de mirar.
En la cruz, la mentira, el odio, la corrupción, la enfermedad y el pecado consumados quedan. La cruz provee el fruto de la sanidad nuestra. Allí, en el monte de la calavera, hay salvación, justicia, perdón, sanidad, esperanza, amor y vida eterna.
Por tanto, que en esta semana como pueblo abracemos la cruz con esperanza.