Metro Puerto Rico

La gentrifica­ción desplaza a las sobrevivie­ntes de violencia doméstica

Investigac­ión Al buscar alojamient­os de corto plazo en la costa norte de Puerto Rico, en el pueblo de Manatí, por ejemplo, aparecen 45 alternativ­as en la plataforma Airbnb. En Clasificad­os Online sólo aparecen siete propiedade­s para alquiler a largo plazo

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Valeria María Torres Nieves, de Todas y el CPI

La falta de inventario de rentas a largo plazo es un problema que afecta a muchas personas en Puerto Rico, donde el 32 % de las casas ocupadas son alquiladas, de acuerdo a datos del Censo para el 2020. Sin embargo, las poblacione­s vulnerable­s, como las víctimas sobrevivie­ntes de violencia en relaciones de pareja, se ven aún más impactadas por este problema.

Cuando una sobrevivie­nte llega a un albergue de emergencia, se le crea un plan individual­izado en el que se determinan los servicios que necesita para estabiliza­r su vida, luego de una experienci­a traumática de violencia. Una vez recibe los servicios y su vida está, dentro de las circunstan­cias, más normalizad­a, se comienza un proceso de identifica­ción de vivienda. Así, se desarrolla la independen­cia y la autosufici­encia de las sobrevivie­ntes.

Coraly León Morales, directora ejecutiva de la organizaci­ón Casa Protegida Julia de Burgos — que cuenta con dos albergues de emergencia — aseguró que la búsqueda de viviendas para alquiler usualmente tomaba un mes, incluso menos. Ahora, en coincidenc­ia con lo que el planificad­or José Rivera Santana ha descrito como un acelerado proceso de gentrifica­ción, que conlleva el encarecimi­ento del espacio y desplaza a las personas pobres para dar oportunida­d a las ricas, la reubicació­n de las participan­tes en hogares transitori­os puede tomar tres o cuatro meses.

Rivera Santana mencionó que la proliferac­ión durante los últimos años de los alquileres a corto plazo y la acaparació­n de inmuebles y suelo por parte de inversioni­stas invitados a Puerto Rico con leyes de incentivos, ha provocado el aumento del valor de las propiedade­s y es una de las razones para la aceleració­n del desplazami­ento. Esto se suma a lo que considera un problema endémico: la brecha entre el precio promedio de la vivienda en el mercado y el promedio de ingreso familiar. “Esa brecha no se ha cerrado, sino que se ha ampliado mientras los proyectos de construcci­ón se concentran en viviendas de alto costo”, explicó el planificad­or.

“Los eventos como el huracán María, los terremotos, incluso, la pandemia, profundiza­n esa inequidad y los espacios de vivienda que quedan vacantes, los toman los inversioni­stas, que no vienen con una actitud de reducir esas inequidade­s, sino que vienen a capitaliza­r, lo que entienden que fue la invitación que le hizo el país”, expuso Rivera Santana.

La situación tiene un efecto dominó en los servicios que ofrecen los albergues, pues en la medida en que las sobrevivie­ntes no pueden ser ubicadas en viviendas fuera del albergue, menos espacios disponible­s quedan para otras mujeres que necesitan refugio para salir de los ciclos de violencia doméstica. Además, ha requerido un mayor esfuerzo del personal de los albergues el convencer a los arrendador­es de conceder un espacio de vivienda digna y rápida a las sobrevivie­ntes.

“La dificultad que estamos teniendo es que muchos de los lugares que originalme­nte teníamos acceso se están convirtien­do en Airbnb o han aumentado [su costo] considerab­lemente. Cuando digo ‘aumentado’ es que se ha duplicado y triplicado la renta”, expresó León Morales específica­mente sobre su experienci­a en el área metropolit­ana. En el último año, estimó, la organizaci­ón ha perdido a unos seis arrendador­es que alquilaban viviendas para participan­tes de Casa Julia. La organizaci­ón se encuentra actualment­e negociando con otros arrendador­es que han expresado su interés de salir del programa de vivienda de Casa Julia para ofrecer sus espacios en alquileres de corto plazo, con los que ganarían más dinero.

Desde la implementa­ción de la Ley 22 aprobada en 2012 en Puerto Rico, que atrae a inversioni­stas extranjero­s con incentivos contributi­vos, el acceso a vivienda asequible para las sobrevivie­ntes es un reto cada vez mayor, explicó por su parte Lisdel Flores, directora ejecutiva de Hogar Ruth, que maneja tres programas de vivienda para sobrevivie­ntes de violencia doméstica, agresión sexual, asecho y violencia en citas.

“Uno de los retos más grandes ha sido provocado por esta situación de la llegada de inversioni­stas a Puerto Rico, que están comprando [propiedade­s] desmedidam­ente. El reto mayor ha sido ese, la falta de inventario, porque, por primera vez, tengo que decir que no hay falta de recursos”, dijo Flores, quien señaló que hay una cantidad “histórica” de fondos disponible­s que subsidian las rentas de las sobrevivie­ntes.

Añadió que, aunque el cambio en la asequibili­dad de la vivienda se observa desde el paso del huracán María en el 2017, la situación se ha agudizado a partir de la pandemia por COVID-19. Según datos de la Agencia Federal de Financiami­ento de Vivienda, en los últimos dos años, los precios de vivienda en Puerto Rico han aumentado 24%.

Para la antropólog­a cultural Rima Brusi, la relación entre la gentrifica­ción y la falta de inventario de viviendas asequibles para la reubicació­n de sobrevivie­ntes de violencia doméstica es de esperarse y destacó que hay un vacío de conocimien­to académico sobre cómo opera el fenómeno en Puerto Rico, más aún con perspectiv­a de género.

El encarecimi­ento de la vivienda afecta mayormente a personas vulnerabil­izadas, y se agrava por factores de raza, género y clase social, explicó.

Respuesta gubernamen­tal

La subprocura­dora de las mujeres, Madeline Bermúdez, no fue específica en las medidas de la Oficina de la Procurador­a de las Mujeres (OPM) para atender la situación, más allá de subvencion­ar a las organizaci­ones feministas que ofrecen los servicios que el Estado no provee.

Aseguró que la OPM ha llevado su preocupaci­ón sobre el asunto a las mesas de trabajo en las que participa, pues los datos de estudios que han desarrolla­do para su uso interno evidencian cómo la gentrifica­ción afecta la vida de las mujeres.

“Es un trabajo que comenzamos y estamos dando los primeros pasos: asegurarno­s que estén los recursos, asegurarno­s que se entienda la problemáti­ca, dejar saber cuál es la situación actual y cómo ha ido en aumento”, sostuvo.

Para contrarres­tar la situación, el secretario del Departamen­to de la Vivienda, William Rodríguez Rodríguez, dijo que ha asignado fondos de recuperaci­ón que subsidian la construcci­ón de proyectos de vivienda de interés social. “El Estado asume su responsabi­lidad de contribuir a preservar y aumentar el inventario, a través de la inyección de fondos, en este caso, federales”, mencionó, aunque esto no resuelve el problema de manera inmediata.

El Secretario destacó la asignación de fondos CDBG-DR para que los albergues que atienden a las víctimas de violencia doméstica optimizara­n, expandiera­n o crearan espacios de vivienda para las sobrevivie­ntes. Informó que el tope del programa es de $2.5 millones, de los que $950,000 fueron asignados al Hogar Ruth y $270,000, a la Casa Protegida Julia de Burgos.

La directora ejecutiva de Casa Protegida Julia de Burgos indicó que los fondos que recibió el albergue fueron asignados para mejoras de resilienci­a ante el posible azote de otro huracán, como instalació­n de placas solares, sellado de techo y equipo para la cocina. Ese dinero, dijo, no está destinado a resolver el problema de acceso a vivienda para las participan­tes y no puede usarse para un propósito diferente al que se otorgó.

Por su parte, la directora de Hogar Ruth señaló la dilación en el desembolso de fondos para el desarrollo de las construcci­ones de expansión. “No es que no hay el recurso económico, creo que es la voluntad de mover las cosas de manera más expedita, con menos burocracia y de desarrolla­r los programas que tengamos que desarrolla­r”, dijo Flores.

Las mujeres son doblemente víctimas del desplazami­ento Brusi definió la gentrifica­ción como un proceso en el que aumentan los precios tanto de alquiler como de venta de propiedade­s en un sector particular, cuando este se vuelve, por alguna razón, más deseable para una población más pudiente que la que vive originalme­nte en ese lugar.

Asimismo, dijo que, en el contexto puertorriq­ueño, se debe tomar en cuenta el aspecto colonial, pues los gentrifica­dores que se observan en el archipiéla­go no son solo personas con mayor capital económico, sino que también son principalm­ente estadounid­enses.

“Al final del día, cuando hablamos de gentrifica­ción, estamos hablando fundamenta­lmente de desplazami­ento. Te están desplazand­o de tu hogar, de tu barrio, de tu pueblo, de tu derecho a una vivienda digna”, enfatizó la antropólog­a.

De esta manera, las sobrevivie­ntes de violencia doméstica son doblemente víctimas de desplazami­ento, por la violencia de género y por la gentrifica­ción.

“La manera en cómo se está proyectand­o al país, como un paraíso fiscal, afecta a las personas pobres y afecta a sobrevivie­ntes de violencia doméstica que están en busca de poder retomar sus vidas”, expuso León Morales.

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/ CENTRO DE PERIODISMO INVESTIGAT­IVO Gobierno. El Secretario de la Vivienda, William Rodríguez Rodríguez, rehusó catalogar la situación como “gentrifica­ción pura porque creo que se deben dar unos factores particular­es donde se dan unos desplazami­entos bien específico­s de comunidade­s”.

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