Cuestionada la ética suprema
A los miembros del Tribunal Supremo de los Estados Unidos le gusta pensar en dicho ente como una de las últimas instituciones de Washington que está por encima de la política partidista.
Los nombramientos vitalicios de los jueces y la falta de cámaras dentro de la sala del tribunal han ayudado a promover la opinión de que el Tribunal Supremo opera con imparcialidad al interpretar la ley. Pero las decisiones controvertidas, las peleas del Senado por los nombramientos judiciales y una reciente serie de escándalos éticos han puesto en peligro el sitial en el que los jueces supremos quisieran mantener al tribunal.
Al repasar estos incidentes es obligado preguntarse si estos escándalos
cambiarán la forma en que los estadounidenses piensan sobre la corte o la forma en que la corte se ve a sí misma. Además, las revelaciones de las transgresiones éticas por algunos de los miembros del tribunal nos obligan a analizar cómo responderán los legisladores demócratas.
Los jueces federales están obligados a informar los gastos pagados por grupos externos. Los jueces del Tribunal Supremo no están exentos de esta regla, pero incluye una excepción para la “hospedaje provisto por cualquier individuo”, siempre que esa hospitalidad no involucre asuntos oficiales.
En días recientes nos hemos enterado de que el juez conservador Clarence Thomas, sin embargo, no ha revelado
los lujosos regalos y viajes pagados por el donante republicano de Dallas, Harlan Crow, según informó ProPublica el mes pasado. Él y su esposa, Ginni, viajaron por el mundo en jets privados y superyates, todo pagado por Crow.
Estos viajes no aparecieron en ninguna parte en las divulgaciones financieras de Thomas, según informó la organización sin fines de lucro de periodismo; la falta de informes de vuelos parece violar la ley federal aprobada a raíz del escándalo de Watergate.
Pero, no debemos pasar por alto que esta no es la primera vez que Thomas no revela los regalos.