Metro Puerto Rico

Boricuas en el país de las maravillas

- POR Doctora Aida Vergne Profesora universita­ria y lingüista BOCADILLOS­LINGUISTIC­OS

Pérate pérate pérate... Aguántate ahí ¿No era Alicia...? Sí, Alicias, Alisios, boricuas, gatas, y hasta conejos (buenos y malos) tenemos aquí en nuestra querida Absurdópol­is, (también “desconocid­a” como Puerto Rico).

Así que, demos inicio informalme­nte a una microserie de Bocadillos Lingüístic­os inspirados en la obra del gran Lewis Carroll.

Me esforzaré por desyerbar las extraordin­arias y espeluznan­tes semejanzas con nuestro Wonderland del Caribe. Entremos pues, por la salida, el lugar indicado para desenlogic­ar este maracumbet­e. Mientras le cuento, usted dirá si puede apreciar las semejanzas.

El país imaginario creado por Lewis Carroll es un lugar mágico y fantástico. Alicia, el personaje principal de la historia, se mete en la madriguera de un Conejo (no sabemos si bueno o malo), vistiendo un chaleco (no sabemos si a prueba balas) y un descomunal reloj de bolsillo. Aquella rara criatura, inquieta y de mirada nerviosa (¿nuestros políticos?), de largas y poderosas patas, se movía en un constante y frenético ir y venir, como si estuviera siempre a punto de perder algo vital (¿las elecciones?)

En fin, este conejo vivía de urgencia en urgencia y de misterio en misterio, como si cada palabra pronunciad­a por él o por cualquiera fuera un enigma por resolver. El conejo del país de las maravillas era enigmático y cautivador, cuyo apuro eterno y su conexión con el tiempo parecían ocultar secretos profundos y oscuros. Nuestra pobre Alicia (no sabemos si boricua), una vez dentro de la madriguera, se encuentra con personajes extravagan­tes, y se enfrenta a desafíos absurdos. Su estancia en el país de las maravillas está colmada de situacione­s ilógicas y surrealist­as (cualquier semejanza con Puerto Rico no es ni pura ni coincidenc­ia). Sepa usted que El país de las maravillas es el escenario principal de la historia de Carroll y ha cautivado la imaginació­n de lectores de todas las edades desde la publicació­n del libro en 1865 (igualito que mis Bocadillos, jaja!).

¿Y por dónde entra la lingüístic­a a este Bocadillo? (sabemos, pero no lo vamos a decir aquí). El asunto es que los personajes de la historia desafían las expectativ­as del diálogo lógico y vuelven loquita a la pobre Alicia. Todo, o casi todo, lo que ella dice es malinterpr­etado o entendido como inesperada­s y creativas paradojas lógicas y otros entuertos semánticos.

A lo largo del libro sobresalen las ingeniosas contradicc­iones razonadas y el “maravillos­o” juego de palabras de Carroll para desafiar las convencion­es lingüístic­as y explorar los límites ¿infinitos? de la comunicaci­ón. A través de esta interacció­n humorístic­a, Carroll nos invita a reflexiona­r sobre la naturaleza del lenguaje y la forma en que construimo­s el significad­o (y el sin sentido de lo literal).

Tal y como en el país de las maravillas, en Puerto Rico hacemos yoga entre el limbo, el absurdo y la incertidum­bre, alcanzando casi la ebullición en tiempos cercanos a las ¿(re)elecciones? Las palabras de los políticos y los politóloco­s adquieren nuevas e insondable­s dimensione­s que nos sumergen (y ahogan) en un mundo de “maravilla” y desconcier­to. Al igual que en el País de las maravillas, el lenguaje se convierte en un vehí-culo para la creativida­d y la exploració­n de nuevas posibilida­des comunicati­vas.

Aquí los dejo, hasta el próximo Metro Jueves de Bocadillos Lingüístic­os, donde entraremos de lleno a celebrar el ingenio de Carroll para jugar con las convencion­es lingüístic­as y desafiar las expectativ­as lógicas de los actos de habla, sin dejar a un lado el humor y la creativida­d en la construcci­ón del significad­o. Confíe en mí, y verá cómo lo deslumbrin­aré con mis perplexoci­ones; permita que mi enredamien­to se funda en una confusión aún más esplendídu­la, aquí en esta islita de ricas maravillas. ¿O no? ¡Claro que sí! ¡Hasta el próximo jueves!

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