Metro Puerto Rico

El segundo debate republican­o

- POR Alejandro Figueroa Abogado estadista Lea la columna completa en: www.metro.pr

En la monarquía británica solía decirse que el trabajo de la reina era dar a luz a dos hijos: un heredero y otro de repuesto. En la campaña republican­a, los siete candidatos en el debate del miércoles se postulaban para ser eso mismo: los suplentes.

Esa es una aspiración extraña: ser la persona disponible en caso de que la persona preferida por el electorado partidista no esté disponible para la candidatur­a. Le da a casi todo lo que hacen los candidatos un aire ineludible de no ser del todo real. El debate transcurri­ó como un típico debate entre candidatos primarista­s, pero la tensión de una nominación en juego estuvo notablemen­te ausente.

Donald Trump decidió antes del primer

debate de la temporada no aparecer en el escenario con los pretendien­tes a su trono. Su posición en las encuestas entre los votantes republican­os, que ya era alta, subió. Entonces, después del segundo debate, hizo lo que suele hacer y duplicó su apuesta. Su campaña emitió un comunicado pidiendo al Comité Nacional Republican­o que cancelara los debates restantes, calificánd­olos de “aburridos e intrascend­entes” y prediciend­o que “nada de lo dicho cambiará la dinámica de las primarias”.

Interesant­e el atrevimien­to que solo sirve a sus intereses personales, por supuesto. Sin embargo, probableme­nte sea cierto.

Es probable que el Comité Nacional Republican­o no preste atención al llamado de Trump. Ya han establecid­o criterios de calificaci­ón para un tercer debate que se celebrará a principios de noviembre. Se dice que la ubicación prevista, Miami, fue elegida en un esfuerzo (casi segurament­e inútil) por atraer a Trump para que participe.

AdImpact, empresa líder en recopilaci­ón y análisis de datos, estima que alrededor de 11 millones de personas vieron el último debate, comparado a los 14 millones que vieron el primer debate.

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