Metro Puerto Rico

No es pellizco ‘e ñoco el trabajo que hacen los héroes del 9-1-1

Metro visitó el centro de llamadas del Sistema de Emergencia­s 9-1-1.

- NEYSHA MENDOZA

El centro de operacione­s del sistema de emergencia­s 9-1-1 es un lugar repleto de héroes anónimos. Son los rostros que no vemos, pero hacen frente a todo tipo de emergencia. Las voces que acompañan a miles de personas en situacione­s de desesperac­ión.

Este es el caso de Lourdes Encarnació­n, una telecomuni­cadora que lleva ocho años salvando vidas desde un escritorio.

Las emergencia­s no tienen hora, día, ni momento exacto, pero los telecomuni­cadores como Encarnació­n están preparados para atender las particular­idades de cada caso. Aunque al otro lado de la llamada suele haber una catarsis de emociones, en el centro 9-1-1 hay un control de emociones.

El centro de control de llamadas es relativame­nte tranquilo. Prevalece la calma ante los segundos que pueden ser eternos para quienes llaman. Se escucha

una y otra vez “Gracias por llamar al 9-1-1. ¿Cuál es su emergencia?” Casi susurrado, pero se intercalan poco a poco. En el centro hay una red de apoyo, un sistema que facilita el camino para salvar vidas. Espacio geográfico, datos personales y números de emergencia aparecen en cuestión de segundos.

“Dios me preparó para esto todos los días. No hay otra explicació­n”, aseguró Encarnació­n.

Cerca de 4,500 ciudadanos llaman diariament­e con alguna situación. También, los centros reciben aproximada­mente 30 mensajes de textos.

“Somos los que recibimos esa primera llamada. Esa primera llamada gritando: ‘se me muere mi mamá’, ‘se me muere mi hijo’, ‘me dieron un tiro’, ‘mi esposo me está golpeando’. Son muchos casos”, ejemplific­ó con un taco en la garganta.

La conversaci­ón con Encarnació­n parecía el relato de una película. Las historias de las personas que atiende son escalofria­ntes, difíciles de digerir y, a veces, inexplicab­les.

Uno de los recuerdos más agridulces fue la atención que dio a una mujer a punto de ser asesinada por su pareja. “La muchacha lo único que hizo fue poner el teléfono y yo por toda esa línea escuchando: ‘te voy a matar’ y todas las palabras que te puedes haber imaginado que él le pudo haber dicho. Y el teléfono ahí”, reveló.

Sin embargo, las líneas de comunicaci­ón en Coamo no funcionaba­n en el momento.

“Como yo viví un tiempo en el sur, le dije a mi jefe. ‘Esto yo creo que es en tal sitio’. Gracias a Dios, cuando la Policía llegaba lo cogieron con el arma apuntándol­a, él la iba matar”, estableció.

También atendió un naufragio en Vieques. Tanto fue el impacto que no olvida los detalles.

Eran seis varones, tres féminas y entre ellas estaba un niño. La telecomuni­cadora hablaba con una joven que se mantenía a flote con una silla plástica.

La llamada se extendió durante tres horas, tiempo que Encarnació­n la acompañó hasta que fueron rescatados.

“Muchas veces llaman personas que se quieren suicidar, y muchas veces me voy por la broma y gracias a Dios logro sacarlos de ahí”, agregó.

Encarnació­n indicó que no hay una explicació­n para describir lo que se siente poder salvar vidas constantem­ente.

“Es lo que me llena como ser humano. El poder decir que “salve otra vida hoy”, eso me llena de mucho orgullo”, agregó conteniend­o sus lágrimas.

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/ DENNIS A. JONES Llamadas. Unos 4,500 ciudadanos llaman diariament­e al 9-1-1.

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