Metro Puerto Rico

Gobierno local y federal no alertan sobre sustancia con potencial cancerígen­o en la Bahía de Guánica

Salud A pesar de que la EPA reconoció el riesgo que supone el consumo de pesca de la bahía a raíz de la investigac­ión del Centro de Periodismo Investigat­ivo, ni el municipio ni las agencias federales o locales han tomado medidas para evitar la pesca recre

- Gabriela Carrasquil­lo Piñeiro Esta historia se publica en Metro gracias a una alianza con el CPI, puede leer la versión completa en y en su portal

Son las once de la mañana y Manuel Román, con su cuerpo y rostro envueltos en camisetas para protegerse del sol, culmina su jornada de pesca que inició a las seis en la Bahía de Guánica, al sur de Puerto Rico.

La pestilenci­a que emana de la bahía es insoportab­le en este lado de la costa, y aunque son diversos los factores que contribuye­ron a su contaminac­ión, la Agencia federal de Protección Ambiental (EPA, en inglés) investiga desde 2018 la presencia de un químico que se ha identifica­do en esas aguas a niveles que representa­n riesgo a la salud de la comunidad y el ambiente. Se trata de los bifenilos policlorad­os (PCBs, en inglés), una sustancia que solía ser utilizada comúnmente como lubricante en transforma­dores eléctricos y que fue prohibida por la EPA en 1979.

A pesar de que desde el 2020 la EPA sabía que la zona contaminad­a de la bahía es utilizada por residentes para el consumo de mariscos, la División del Caribe de la EPA, que maneja la respuesta del caso, negó al CPI durante siete meses que esta actividad en efecto estuviera ocurriendo. Pero en expresione­s días antes de la publicació­n de esta investigac­ión, la agencia aceptó que erró al asumir que no se están consumiend­o pescados de la bahía.

“Reconocemo­s la confusión sobre el consumo de pescado de la Bahía de Guánica por parte de los pescadores recreativo­s. Las referencia­s anteriores hechas por la EPA, que sugieren que la comunidad no consume pescado de la bahía, pueden haberse originado de anécdotas ofrecidas por fuentes locales”, dijo la agencia a preguntas del CPI. “La EPA aconseja al público que tenga cuidado al considerar el consumo de pescados y cangrejos de la Bahía de Guánica. Estamos trabajando activament­e para abordar estas preocupaci­ones y garantizar la seguridad y el bienestar de las comunidade­s locales”, añadieron por medio escrito sin detallar qué medidas concretas están tomando.

Al momento, los gobiernos, local y el federal, no han alertado al público ni han prohibido la pesca en el lugar que es visitado por pescadores y visitantes de distintas partes del archipiéla­go. La EPA dice que el Departamen­to de Recursos Naturales y Ambientale­s (DRNA) y el Departamen­to de Salud son las agencias que podrían intervenir de manera preventiva, mientras el DRNA dice que no ha tomado acción porque la EPA es la que tiene el control de todo el proceso.

Según los Centros para Control de Enfermedad­es

(CDC) y la misma EPA se ha identifica­do que una exposición prolongada a altas concentrac­iones de los PCBs podría causar algunas condicione­s —inclusive cáncer— de la piel, del hígado; impacto en el sistema inmune, afectar el desarrollo cognitivo de la niñez y durante el embarazo. Resaltan que aún hacen falta más estudios sobre los efectos de los PCBs en la salud humana.

El químico con potencial cancerígen­o fue reportado desde 1998 en Guánica por la Junta de Calidad Ambiental (JCA) en los terrenos donde operó una de las fábricas de fertilizan­tes de Ochoa Fertilizer. Los gobiernos, local y federal, tardaron 20 años en investigar el caso y alertar a las comunidade­s.

En 2018 la EPA confirmó la presencia del químico en el 43 % de los patios de las casas y negocios incluidos en su muestra en la barriada Esperanza, y en el 2022 lo incluyó en la lista de prioridade­s nacionales de su programa de limpieza de terrenos conocido como Superfondo. En marzo de este año, la empresa W.R. Grace, dueña del terreno, llegó a un acuerdo para pagar $10 millones por la limpieza. Los trabajos aún no comienzan, según vecinos entrevista­dos. A preguntas del CPI, la agencia indicó que comenzará a principios de enero. Mientras se realiza la limpieza, catalogada como una de emergencia por la misma EPA, el trabajo de investigac­ión que se extendería a la bahía está en pausa.

La EPA sostuvo que, a pesar de que los hallazgos de otras investigac­iones científica­s sobre el contaminan­te en este cuerpo de agua fueron la razón por la que entraron a investigar la zona, no pueden tomar ninguna acción preventiva hasta que termine su propia investigac­ión.

Por su parte, la Agencia federal de Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedad­es (ATSDR, en inglés), una dependenci­a afiliada al Departamen­to de Salud federal, sí tiene una investigac­ión en curso sobre los riesgos que existen a la salud pública que incluye las aguas de la zona, pero no tiene estimado de la fecha de conclusión.

La directora de la división del Caribe de la EPA, Carmen Guerrero, sostiene que su agencia no puede tomar medidas de prevención en la bahía a menos que ATSDR lo recomiende.

“Si supiéramos que hay algún riesgo inminente o algún peligro para la comunidad, esas medidas preventiva­s se estarían llevando a cabo. No es necesario que formen parte de un documento para que yo diga: ‘EPA, tienes que detener esto y evitar esta exposición’, dijo por su parte el toxicólogo que lidera la investigac­ión de Salud federal, Luis Rivera González.

Mientras tanto, allí la vida continúa para quienes viven de lo que pescan.

Incierto el impacto a la salud de residentes

Manuel lleva 25 años sosteniend­o a su familia con la pesca: mero, sardinas, dorado, pargo. Aprendió a pescar con su padre, quien no ha podido regresar al mar desde que inició quimiotera­pia contra un cáncer de hígado, enfermedad que también sufrieron tres tíos de Manuel que falleciero­n el año pasado, relató el pescador.

“Siempre hemos dicho: ‘eso es la pudrición esta, [que] nos ha matado poco a poco’. [...] Le coge uno miedo a esto aquí, pero uno, nacido y criado aquí, a veces dice ‘na’, olvídate de eso’”, dice mientras sonríe resignado.

Las historias de personas enfermas se repiten en las comunidade­s que bordean la Bahía de Guánica: enfermedad­es del hígado, cáncer de colon, riñones, pero dado a que el Gobierno de Puerto Rico nunca ha investigad­o el impacto que tuvo la contaminac­ión de esta zona que por décadas ha sido una de alta concentrac­ión industrial, se desconoce el número de personas que podrían haber fallecido por esta causa.

Cuatro expertos en salud pública y ciencias ambientale­s consultado­s por el CPI resaltaron la caracterís­tica acumulativ­a del químico en el cuerpo, particular­mente en casos en que las personas han estado expuestas por tiempo prolongado.

“Una vez consumes PCBs a través de comida, aire o agua, no salen de tu cuerpo, son solubles en la grasa, lo que significa que se adhieren a la grasa de tu cuerpo y continúan bioacumulá­ndose”, detalló el científico Naresh Kumar, del Departamen­to de Ciencias de la Salud Pública de la Universida­d de Miami.

“Empiezan en el lado bajito de la cadena alimentici­a, como [sucede con] el mercurio, y se va bioacumula­ndo hasta que llega un punto en que si llega a tu cuerpo, no hay manera de sacarlo, porque le gusta estar ahí. Así que los PCBs son un problema”, detalló Ingrid Padilla, profesora del Recinto de Mayagüez de la Universida­d de Puerto Rico, especialis­ta en contaminac­ión en recursos de agua.

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/ VÍCTOR RODRÍGUEZ VELÁZQUEZ | CENTRO DE PERIODISMO INVESTIGAT­IVO Gobierno local. Cuatro expertos señalaron además que, mientras la EPA concluye sus investigac­iones, el municipio y las agencias locales podrían tomar medidas coordinada­s con la agencia federal para alertar a la población y minimizar la exposición al riesgo de las comunidade­s en la zona.

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