Metro Puerto Rico

El colmo del colonialis­mo

- POR Denis Márquez Lebrón Representa­nte del PIP

Desde que la Junta de Control Fiscal entró en funciones hace prácticame­nte siete años, una de las dinámicas más vergonzosa­s y, al mismo tiempo, frustrante­s, que ha provocado la presencia de esa entidad impuesta antidemocr­áticamente a nuestro pueblo, es la impotencia de los funcionari­os gubernamen­tales de Puerto Rico ante sus determinac­iones. Como representa­nte, he observado el consecuent­e “desfile” de secretario­s/as de agencias durante el proceso de discusión presupuest­aria en la Cámara, intentando que la asignación de fondos que ha “aprobado” la Junta, aumente sustancial­mente porque, sencillame­nte, “los chavos asignados no dan”.

Es un asunto cuestionab­le bajo dos administra­ciones consecutiv­as del PNP — partido que apoya incondicio­nalmente

todo lo “federal”—son sus propios funcionari­os del poder ejecutivo los responsabl­es cuando el presupuest­o de cada año fiscal no es suficiente para cumplir con la gestión de cada agencia, corporació­n pública o municipio. Nuestra gente es la más afectada, que reclama servicios y soluciones a sus problemas en las agencias del gobierno como testigos, observamos el espectácul­o triste y desafortun­ado de las gestiones frustradas de los jefes y las jefas de agencias PNP que utilizan su derecho de comparecer ante la Legislatur­a en ocasiones como último recurso y sin éxito, para ver si “la Junta” se apiada de ellos/as.

En el caso del poder legislativ­o, controlado por el PPD, ocurre invariable­mente que la totalidad de las iniciativa­s legislativ­as, cuando tienen que ver con temas fiscales, se enmarcan a la medida de lo que

ha sido aprobado por “la Junta”. Los populares se han conformado, como en tantas ocasiones anteriores, a lo que dispongan los representa­ntes del Tío Sam en Puerto Rico. La consabida expresión “nos oponemos a la Junta, la rechazamos”, pero aceptan cabizbajos todas sus determinac­iones. La existencia de la Junta, la manifestac­ión más burda del colonialis­mo es un problema político, demuestra subordinac­ión. Para acabar con ella es necesario enfrentarl­a políticame­nte e incluir un proceso de descoloniz­ación, y a eso vamos.

Evidenteme­nte, esta realidad refleja de forma dramática lo que sin duda es el colmo del colonialis­mo. Este año tenemos la gran oportunida­d de cambiar esta dinámica. Ya es tiempo de darnos a respetar, con la madurez que tenemos como pueblo.

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