La vaca sagrada de la diversidad, equidad e inclusión
Una de las vacas sagradas de la sociedad moderna occidental, y Puerto Rico no se salva de la adoración a ella, es la nueva deidad trinitaria de la Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI). Esta nueva deidad emerge como un distintivo de ideólogos colectivistas radicales que han ganado prominencia en las universidades y en los departamentos de recursos humanos corporativos. Dentro de esta triada, la falsa equidad que predican destaca como un concepto problemático que se aleja mucho de la igualdad clásica occidental, la cual se fundamenta en la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades.
La igualdad ante la ley establece que cada individuo debe ser tratado justamente a través de todo el andamiaje legal
y social, sin importar su estatus en la sociedad, raza, color o sexo, y reconoce el valor intrínseco de la dignidad de cada persona como límite al poder estatal. Por otro lado, la igualdad de oportunidades defiende la apertura y el reconocimiento de que el talento está distribuido de manera amplia pero comparativamente poco usual.
Sin embargo, la equidad para esta nueva religión se centra en los resultados, sugiriendo que cualquier disparidad en la representación de grupos identitarios debe ser corregida mediante intervenciones gubernamentales o políticas corporativas. Los creyentes de la falsa equidad asumen que, si todas las posiciones en cada nivel jerárquico de cada organización no están ocupadas por una proporción de la población que sea precisamente equivalente a esa proporción en la población general, entonces debe estar en juego un prejuicio sistémico (racismo, sexismo, homofobia, etc.). Esta suposición tiene como corolario la idea de que hay pecadores por omisión (los “privilegiados”, por razones actuales o históricas) que son beneficiarios injustos del sistema o pecadores por acción, que actúan bajo sus prejuicios y que deben ser identificados y castigados.
El concepto de la equidad impulsado bajo la deidad trinitaria del DEI sufre de la simplificación excesiva típica de los pensadores ideológicos.