Desafiados por la diabetes
de ellas fue que él me estaba diciendo que no estaba viendo bien. Lo llevamos al optómetra y, para nuestra sorpresa, necesitó espejuelos. Un poco después, le dio un mareo y al tomarle una muestra de azúcar la encontraron un poco alta”, recuerda Sandra, al añadir que Gusti tomaba mucha agua y que su orina expedía un peculiar olor que ella solo atina a describir como “fuerte y raro”. Mientras esto ocurría, el papá de Sandra enfermó gravemente y tuvo que ser hospitalizado.
“Como Sandra tenía tantas cosas con la enfermedad de su papá, ella perdió varios detalles que yo iba viendo. Por ejemplo, yo hacía un chiste y Gusti, que es jovial, no se reía”, dice Carlos Adolfo Vega, padre de Gusti, mientras añade que se preocupó aún más cuando, una tarde, el niño no podía patear el balón. “Él se miró, se enfogonó y entró llorando a la casa. Ahí me dije ‘esto es extraño’”, recuerda. “Me preocupó mucho el hecho de que no pudiera darle a la pelota, porque es algo que él ha hecho miles de veces y jugar soccer es su pasión”, dice Carlos Adolfo.
Por su parte, Gusti tiene ese día muy claro en su memoria. “Pensaba que, porque estaba cansado y no estaba jugando mucho, estaba bien flojito”. Mas él mismo razona que antes, aunque no jugara tanto, siempre podía patear el balón sin dificultad. “Traté muchas veces y no pude”, explica, al aceptar que se sintió frustrado.
Otro signo que levantó suspicacia en Carlos Adolfo fue que, en una ocasión, fue a trotar con Gusti y, en el trayecto, el niño se detuvo, aguantándose el pecho, como buscando aire.
“El nene, que ha sido atlético