UN DON QUE SE LAS TRAE CONTRA EL CÁNCER
Hace mucho tiempo sabemos que las células cancerosas sienten un apetito voraz, porque tienen un metabolismo más acelerado que las células normales. Como consecuencia, las células malignas necesitan mucha más glucosa (azúcar) que las células normales. De ahí surge la idea errónea de que si dejamos de consumir azúcar, podemos curar el cáncer. Pero no es de eso que trata esta columna. Es de un tema con giros mucho más intrigantes.
Además de glucosa, las células malignas también consumen una alta cantidad de otra sustancia conocida como glutamina, un elemento esencial para su reproducción. Al alimentarse de glucosa y de glutamina, generan sustancias que producen un microambiente ácido alrededor del tumor.
Hace aproximadamente 90 años, el doctor Otto Warburg, ganador de un Premio Nobel, descubrió que muchas de las células cancerosas han adaptado su metabolismo de tal manera que requieren poco oxígeno para sobrevivir. Ese tipo de metabolismo, a su vez, contribuye a crear el microambiente ácido en el que sobreviven las células malignas. No obstante, los linfocitos T, unas células críticas para el sistema inmune, no logran sobrevivir en ese ambiente ácido. Podemos concluir que las células cancerosas son más ingeniosas y sagaces que los linfocitos T, porque han aprendido a usar ese microambiente hostil que ellas mismas crean y en el que se escudan, con tal de eliminar las células del sistema inmune cuando estas se les acercan para atacarlas.
¿Cómo podemos explotar estos conocimientos con el fin de combatir el cáncer? Pues resulta que hace ya más de 60 años se descubrió un fármaco con un nombre muy complicado, al que, para abreviar, llamamos DON. Este fármaco es un potente inhibidor de glutamina. Sin glutamina, las células malignas mueren por inanición.
DON tiene otra virtud extremadamente ventajosa: la inhibición de la glutamina evita que esta sustancia contribuya a la formación de ese ambiente ácido tan hostil para el sistema inmune. En cierto sentido, DON puede considerarse como una quimioterapia que intoxica y mata las células cancerosas al privarlas de glutamina. Sin embargo, a la misma vez se comporta como una inmunoterapia al proteger y promover el bienestar del sistema inmune.
Hace 60 años, DON se comenzó a explorar como una nueva quimioterapia para el cáncer. Desdichadamente, estos experimentos fracasaron, no porque el medicamento no matara las células malignas, sino porque se descubrió que era igual de tóxico para las células normales, especialmente las del intestino. Era como un avión que deja caer miles de bombas sobre una ciudad con el fin de matar a un solo enemigo, pero a la misma vez cobra la vida de miles de ciudadanos inocentes. Recientemente, a un grupo de investigadores de la Universidad Johns Hopkins, se les ocurrió que en vez de tirar muchas bombas, usarían unos misiles dirigidos exclusivamente al enemigo, sin matar a los ciudadanos inocentes. ¿Cómo lograron esto? Lo que hicieron fue modificar la molécula del medicamento DON, de forma que circulara en la sangre sin hacer daño, pero, una vez llegara al tumor, se convirtiera nuevamente en una sustancia sumamente tóxica, atacando solo a las células que forman parte del microambiente tumoral.
Una vez desarrollado exitosamente ese concepto, el doctor Robert de Leone, de Johns Hopkins, exploró la actividad de esa nueva medicina en ratones a los cuales les había trasplantado cuatro diferentes tipos de tumores. Entonces observaron que el nuevo fármaco fue bien tolerado por los animales. Pero no solo fue bien tolerado, sino que redujo el tamaño de sus tumores y les prolongó la vida. Además, pudieron corroborar que esta nueva medicina, al eliminar la acidez del microambiente, protegió los linfocitos T del sistema inmune. Y encima de eso detectaron otra propiedad casi milagrosa de DON: intoxica y mata a las células malignas, pero no hace lo mismo con los linfocitos del sistema inmune a pesar de que estos forman parte del microambiente tumoral. Los investigadores descubrieron que aunque DON priva a los linfocitos T de glutamina, estos utilizan otra fuente alternativa de materia prima, mientras que las células tumorales carecen de esa habilidad.
Más fascinantes aún fueron los experimentos en los cuales Leone inyectó DON y luego les administró inmunoterapia a los ratones. La inmunoterapia resultó en remisiones completas en 100% de los ratones, mientras que ni uno solo de aquellos tratados exclusivamente con DON, sin inmunoterapia, logró alcanzar una remisión completa. Esto significa que los tumores se encogían en tamaño pero no desaparecían por completo, a menos que se combinaran ambos tratamientos.
Desde luego que no todo lo que funciona en ratones funciona igual en humanos, pero si esto madura como pinta, DON no solo es una medicina sumamente prometedora, sino que podría transformar el futuro de la inmunoterapia, haciéndola mucho más efectiva y, a la misma vez, comportándose como una quimioterapia muy valiosa. Por tanto, tiene el potencial de convertirse en el primer fármaco de “quimio-inmunoterapia”, en otras palabras, un híbrido de dos medicinas por el precio de una. Esperemos que así sea y que no nos cobren doble.
El título “Don” se considera altamente honorífico, más que algunos títulos académicos como “Doctor” o nombramientos políticos como “Gobernador”. Hablamos de Don Luis Ferré en vez del exgobernador Luis Ferré. Igualmente hablamos de Don Luis Muñoz Marín. Pedro Albizu Campos para sus admiradores es Don Pedro. Si algún día esta medicina se aprueba para uso clínico, los hispanoparlantes nos quedaremos esperando por más. ¿Don quién? Don Nada. DON simplemente no es aceptable. ¿Qué tal si lo cambiamos a ‘Don y Doña’ o quizás Don@ o Done. Creo que eso sería más aceptable para las feministas”.
Evitemos ese problema, por favor. Busquemos otro nombre. Se aceptan sugerencias.
DON no solo es una medicina sumamente prometedora, sino que podría transformar el futuro de la inmunoterapia