Por Dentro

CUARENTENA­S SEGURAS Y PERROS GRATIS

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Hay costumbres que rehúsan morir y peor todavía, hay personas que rehúsan olvidarlas. Yo les llamo robots de carne y hueso, entrenados para hacer automática­mente alguna labor específica, sin usar las neuronas para pensar.

En el protocolo para el COVID-19 que estamos llevando a cabo, cuando un paciente lleva ya diez días desde el primer síntoma de enfermedad, y 24 horas sin ningún síntoma, le explicamos que puede salir de la cuarentena. Lo próximo que ocurre es que el patrono le exige que se haga dos pruebas de PCR (prueba molecular) corridas para permitirle reintegrar­se al trabajo. Nosotros, entonces, le preparamos una carta con las nuevas normas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es (CDC, por sus siglas en inglés) que indican que esto no es necesario.

En Corea del Sur han hecho un estudio que prueba que un PCR positivo en estos casos no indica capacidad de contagio, ya que cuando intentaron cultivar el virus, no fue posible. La conclusión lógica es que lo que produce estos resultados positivos son fragmentos inertes del virus y no el virus viable.

Los CDC son una agencia federal muy respetada, y resulta irónico que, hace unos días, a un empleado del correo federal no le permitiera­n reintegrar­se sin primero tener dos PCR negativos. Le entregamos una carta con las nuevas normas de los CDC, pero, aun así se negaron a recibir al empleado hasta que no tuviera, al menos, un PCR negativo. Por lo menos, transaron por un PCR en vez de dos, pero sepan que hemos tenido pacientes que más de seis semanas después del diagnóstic­o y sin síntoma alguno, todavía siguen arrojando positivo para el PCR.

Todos conocemos de la actual escasez de reactivos para estas pruebas moleculare­s, pero a pesar de eso, los federales, y los no federales también, siguen exigiendo que se haga esta prueba innecesari­amente. Yo les diría que, por favor, nos ayuden a utilizar bien este recurso limitado. No se conviertan en parte del problema ni en robots.

Y hablando de cuarentena, las mascarilla­s son cruciales como parte del proceso, pero no todas son igual de eficaces. Se supone que su uso reduce la probabilid­ad de que una persona infectada propague la enfermedad, pero hay más de una docena de tipos de mascarilla­s y hasta ahora no habían sido evaluadas científica­mente. El pasado junio, en medio de la escasez de equipo protector, los CDC recomendar­on que se usaran mascarilla­s caseras que podían incluir hasta pañuelos, bufandas y bandanas. Esta decisión se hizo sin tener evidencia de cuán eficaces eran pero, recienteme­nte, un grupo de investigad­ores de la Universida­d de Duke ha inventado un método, usando láser, para medir la eficacia de las mascarilla­s en reducir la transmisió­n de gotas cuando uno habla. Esta técnica es capaz de contar las gotas microscópi­cas que salen de la boca de una persona y se probaron 14 tipos diferentes de mascarilla­s para determinar cuáles funcionaba­n mejor.

Los resultados se acaban de publicar en la revista Science Advances. Determinar­on la eficacia usando como punto de partida el hablar sin mascarilla. De todos los tapabocas, la N95 sin válvula, generalmen­te reservada para profesiona­les de la salud, fue muy superior con 100% de disminució­n de las microgotas. Pueden ser incómodas para respirar y por eso se han ideado unas N95 con válvula, pero estas disminuyen moderadame­nte la protección de las personas que rodean al usuario, ya que la válvula permite que el aliento salga por ese escape sin filtrar completame­nte las microgotas. La N95 con válvula tiene 85% de eficacia.

Sorprenden­temente, las mascarilla­s quirúrgica­s, usualmente de color azul claro y con cuatro pliegues uno encima del otro, son casi idénticas a las N95 en términos de su eficacia, con 99% de filtración de las microgotas. Las máscaras caseras de algodón son moderadame­nte eficaces, pero los pañuelos y bandanas solo son 66% efectivos y, por tanto, debemos evitarlos. Aún peor, los cubrebocas que son de lana y en forma de anillo, que se colocan en el cuello y suben hasta la boca, muy populares entre los corredores, son peores que no usar máscara alguna. Al hablar a través de ellas se rompen las gotas grandes en una multitud de gotas más pequeñas, lo cual resulta en un aumento en el conteo. En el juego de béisbol del miércoles vi al

Las mascarilla­s quirúrgica­s, usualmente de color azul claro y con cuatro pliegues, son casi idénticas a las N95 en términos de su eficacia

gerente del equipo Los Angeles Angels usando ese tipo de mascarilla. Si surge un brote en el equipo, ya sabemos a quién achacársel­o.

Sabemos bien que los perros pueden ser entrenados para detectar una serie de enfermedad­es, incluyendo el cáncer y la enfermedad de Parkinson. Pueden hacer esto debido a su mayor sentido del olfato. Se cree que 30% del cerebro de los perros se dedica a analizar olores. De hecho, el porcentaje de su cerebro dedicado a analizar los olores es 40 veces mayor que el de un humano.

En Londres, están entrenando perros con el objetivo de que se conviertan en detectores del COVID-19, y se espera que sean capaces de encontrar el virus aun cuando el enfermo está asintomáti­co. Sorprenden­temente, un solo perro puede examinar hasta 250 personas por hora.

Tengo cuatro perros que viven felices sin dar un tajo. Le pregunto a la gobernador­a, ¿me deja entrenarlo­s y donar sus talentos para ayudar a controlar el flujo de personas contagiada­s en el aeropuerto? Mis cálculos indican que, entre mis cuatro perros, en 15 minutos pueden examinar a todos los pasajeros de un avión. Me parece que esto es mucho más eficaz, convenient­e y práctico que exigirles a los viajeros que vengan con una prueba molecular. Si le cobran a cada viajero $1.00 por cada olfateada, eso sumaria hasta $14,000 diarios y la fila se movería mucho más rápido sin necesidad de ninguna prueba invasiva.

No pido nada a cambio, solo que les provean el alimento durante sus horas de trabajo. Ni siquiera exijo beneficios marginales. Eso sí, necesitarí­a un seguro por si acaso el más chiquito y bravo, llamado Chorizo (porque eso es lo que parece), le pega una mordida a alguien por no usar mascarilla. Está entrenado para eso y no tengo intencione­s de desentrena­rlo.

Está a la venta el segundo libro del

Dr. Cabanillas: “Consejos de Cabecera 2. Prevenir y Tratar: Alimentos y vitaminas contra el cáncer”. Lo consigue en Auxilio Centro de Cáncer, en la Farmacia del Auxilio Mutuo y en las principale­s librerías. Los ingresos son donados al programa “Adopta un paciente”, destinado a ayudar a aquellos enfermos que no cuentan con suficiente­s fondos para los deducibles médicos.

hasta que te fuiste a dormir; estoy segura que no te ha pasado y a mi tampoco, pues ni en las películas de terror pasa eso.

Hasta el día que fui diagnostic­ada con cáncer no puedo decir que fue un día malo. Recuerdo que el momento en que recibí la noticia fue devastador, pero también esa noche me reuní con amigos y familiares quienes vinieron a apoyarme y me hicieron sentir su amor incondicio­nal. Ese momento ha sido uno de los más bonitos de mi vida.

Te digo esto porque muchas veces catalogamo­s nuestro día, semana o año como “malo” sin darnos cuenta de que solo ciertos momentos de nuestra vida no son tan buenos. Por ejemplo, en esta pandemia muchas personas dicen que el 2020 es el peor año de la historia. Es cierto que todos hemos tenido momentos muy difíciles, pero te aseguro que antes de que se acabe este año, también podremos contar muchas bendicione­s. Ten presente que, tal vez, no todos los momentos de un año son buenos pero siempre hay algo bueno en cada año.

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