Por Dentro

Cuidadores comparten sus experienci­as

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intuía que cuando me acercaba a ella, sabía que era una persona conocida. Quizás no se acuerdan del nombre, pero sí del rostro o de la forma de hablar. Una vecina que me ayudaba a cuidar a mami siempre me decía que cuando yo entraba por la puerta de la casa y empezaba a hablar, a mami se le iluminaba una sonrisa, porque sabía que ahí estaba alguien que ella conocía y quería. Mi mamá se sonrió hasta lo último con los más cercanos. Su sonrisa y su mirada eran especiales”.

“Siempre logramos tomar las decisiones como familia y eso nos ha ayudado mucho”

Para María (se le cambió el nombre para proteger su identidad), “la manera en la que nos enteramos de que mi mamá podría sufrir de alzhéimer fue a través de un MRI que le hicieron debido a que la iban a operar del área cervical. En ese momento, el médico encontró que estaba teniendo unos cambios en el cerebro, por lo que la refirió a un neurólogo. Más adelante, le dio un derrame cerebral, lo que llevó a que los síntomas relacionad­os con el alzhéimer se le presentara­n de momento. A diferencia de otras personas, no vimos esos cambios leves de olvido ni nada, sino que fueron inmediatos”.

Aunque pudo continuar caminando, dijo, se notó una diferencia bien marcada. Por lo que decidió reunirse con sus hermanos y acordaron que no la dejarían sola en su casa.

“Fue así que me mudé de vuelta a Puerto Rico y me llevé a mi mamá a vivir conmigo. Ella pasó de caminar sola, a usar un andador. Luego comenzó a tener deterioro cognitivo y físico, por lo que más adelante, tuvo que usar una silla de ruedas. Actualment­e, estamos en un proceso en el cual vamos a tener que encamarla. Habíamos tratado lo más posible de extender esto, pero lo vamos a tener que hacer”, indicó.

En un principio, le pusieron una cuidadora, para que María continuara trabajando, pero llegó el punto en el que tuvo que decidir entre el cuidado de su mamá y su trabajo. En ese momento, era directora de un departamen­to en una compañía y, a pesar de que podía trabajar remoto desde su casa, las cosas se le estaban complicand­o bastante. Así estuvo unos cinco años, “hasta que mi esposo y yo, que me ha ayudado muchísimo en todo el proceso, nos dimos cuenta de que estábamos postergand­o muchos planes personales. Fue así que nos dimos cuenta que tener un balance entre el trabajo y ser cuidador no iba a ser posible”, explicó.

“Tomé la decisión de renunciar a mi trabajo, debido a que nos dimos cuenta de que no estaba recibiendo el cuidado necesario que habíamos establecid­o como familia y que ella se merecía. Ella fue la mamá y el papá de todos nosotros, entendíamo­s que ella se había sacrificad­o mucho. Lo que mis hermanos y yo éramos profesiona­lmente se lo debíamos a ella. Así que decidí que era el momento de pagarle todo lo que hizo por nosotros. Durante todos estos años, hemos tenido muchos momentos retantes, pero hemos podido sobrelleva­rlos. Las emergencia­s con un paciente en tu casa no paran. El estrés con el que uno vive es grande. Sobre todo, en estos momentos en que vivimos debido al coronaviru­s, donde no tenemos acceso a nada y tenemos que esperar a que pase el aislamient­o social. Es bien cuesta arriba. Pero, nosotros estamos aquí como un equipo. No todo es perfecto y hay momentos en que hemos tenido que volver a sentarnos y poner en perspectiv­a para dónde vamos, qué es lo que queremos y cuál es la realidad. Pero siempre logramos tomar las decisiones como familia y eso nos ha ayudado mucho”, finalizó diciendo.

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