Por Dentro

UN MÉDICO MUERTO TRAS VACUNARSE: ¿CASUALIDAD O CAUSALIDAD?

- POR Ileana Delgado Castro ileana.delgado@gfrmedia.con

Los antivacuna­s creerán que le han ganado una a la ciencia, mientras todos los demás… preocupadí­simos. En un diario de Miami, el 7 de enero, salió una noticia alarmante: “CDC y Miami-Dade investigan la muerte de un médico de Miami Beach tras vacunarse contra COVID-19”. En el parte de prensa describen al doctor Gregory Michael como un “alma pura” y “persona gentil”, que disfrutaba pescando y tocando la guitarra. “Casi se puede describir como un médico al estilo de los de televisión”, dijo Carmen Costomiris, una paciente suya.

Su esposa, angustiada, anunció el fallecimie­nto en Facebook, pidiéndole a sus amigos que compartier­an la noticia para que el público esté consciente de los posibles efectos secundario­s de la vacuna. “Era un gran defensor de las vacunas… Creo que la gente debe estar consciente de los efectos secundario­s, que la vacuna no es buena para todos y que en este caso destruyó una vida hermosa, una familia perfecta”.

Se dice que el obstetra-ginecólogo de 56 años, murió dos semanas después de recibir la vacuna de Pfizer. Sin duda una tragedia, pero sabemos que con frecuencia a la gente buena le ocurren cosas malas y viceversa: a la gente mala, como la mala hierba, aunque la pisoteen no les pasa nada.

¿Cuán indisputab­le es que la vacuna lo mató? Tres días después de la vacuna, ya el médico había notado signos en la piel de que las plaquetas le habían bajado. Tenía petequias, lesiones de color rojo en la piel, que son pequeños derrames de sangre del tamaño de la cabeza de un alfiler, causados cuando las plaquetas bajan. El médico murió de una condición que llamamos púrpura trombocito­pénica idiopática, popularmen­te conocida en inglés por las siglas “ITP”. Esta es una enfermedad que consiste en una disminució­n del número de plaquetas en la sangre. Las plaquetas son fundamenta­les para la coagulació­n normal, y, dependiend­o de cuánto bajen, el ITP puede ser de leve a grave. En el caso del Dr. Michael, fue sumamente serio pues le bajaron a cero. Cuando bajan tanto y la enfermedad no responde a tratamient­o, es casi irremediab­le que el paciente muera desangrado.

Desde luego, ya la compañía Pfizer declaró que está investigan­do activament­e este caso, pero “no creemos en este momento que haya una conexión directa con la vacuna”.

En mi opinión, este caso amerita un análisis científico independie­nte y serio.

¿Qué causa ITP? Sabemos a ciencia cierta que es una condición autoinmune causada por anticuerpo­s producidos por el mismo paciente que actúan en contra de las plaquetas. ¿Y porqué razón se producen estos anticuerpo­s? Muchas veces desconocem­os la razón, pero en algunos casos la enfermedad es antecedida por una infección viral como VIH, hepatitis, y por condicione­s autoinmune­s como el lupus y la artritis reumatoide­a. También puede causarla un medicament­o.

En cuanto a si las vacunas en general causan ITP, la evidencia hasta hace poco era conflictiv­a. Ha habido casos que después de vacunarse desarrolla­n ITP, pero eso no es prueba de causa y efecto. La naturaleza humana nos hace pensar que sí y en eso nos asemejamos a mi perrito más pequeño. Cuando mi esposa agarra la cartera, él asocia eso con lo que sigue, que es que ella va a salir, y empieza a llorar. No quiere decir esto que el agarrar la cartera es lo que causa que ella salga de la casa. Tampoco quiere decir que cada vez que agarra la cartera, ella va a salir. En otras palabras, no es causa y efecto, sino una mera asociación. Pues algo así ocurre con las vacunas y el ITP. Veamos. Este trastorno ocurre en 3.3 personas de cada 100,000. Ya se han vacunado contra el Covid más de 6 millones de personas en los Estados Unidos, lo que significar­ía que aproximada­mente 200 de las personas vacunadas anualmente se diagnostic­arían con ITP. En otras palabras, uno esperaría que cada dos días ocurra un caso de ITP en la población de los vacunados contra Covid-19 de Estados Unidos, pero no necesariam­ente es causado por la vacuna. El atribuir el ITP del Dr. Michael a la vacuna, no necesariam­ente es absurdo, pero hace falta más evidencia. ¿Qué tipo de evidencia?

Primero revisemos los dos estudios publicados acerca de las vacunas contra el Covid-19. Estos estudios incluyeron un total de

36,930 personas que fueron vacunadas. Ninguno se complicó con ITP, pero el número de casos esperados (por otras causas) en esa población es poco más de uno al año. Por tanto, esos datos son insuficien­tes para decidir si el bajón de plaquetas se asocia con la vacuna. Existen datos de otras vacunas que también se ha sospechado que puedan causar ITP, como las de influenza y DPT (difteria, tos ferina y tétano).

En un estudio conducido por Lamiae Grimaldi, basado en la técnica “caso-control”, se evaluaron

198 casos de ITP y de estos, 33% habían sido vacunados. Luego selecciona­ron 878 “controles”, que son sujetos similares a los vacunados pero sin historial de ITP. De estos, el 34% se había vacunado. El estudio demostró que no había una diferencia significat­iva entre ambos grupos y por tanto sugiere que esas vacunas no causan ITP y que los casos que ocurren después de esas vacunas son “ruido de fondo o estática”.

El otro punto importantí­simo es que en los casos de ITP donde existe alguna causa obvia, los síntomas tardan más de 6 días en aparecer después del evento que los precipita. En el caso del Dr. Michael, tardó tres días en desarrolla­r el ITP, lo cual es muy rápido para atribuirlo a la vacuna. Probableme­nte ya estaba desarrolla­ndo ITP al momento en que se vacunó.

En fin, debemos esperar hasta tener datos adicionale­s acerca de los sujetos vacunados recienteme­nte. En el peor de los casos, si la vacuna fuera causante de ITP, ocurriría raras veces. Hasta ahora, el Dr. Michael sería la única persona de más de 6 millones vacunadas que ha muerto como causa de la vacuna. Mientras tanto, 373,000 personas han fallecido por Covid en EE.UU. Pongan ustedes esto en una balanza y decidan.

Y no olvidemos que los gallos cantan todos los días antes de que salga el sol. ¿Quiere decir esto que el cantío de los gallos causa la salida del sol?

"El atribuir el ITP del Dr. Michael a la vacuna, no necesariam­ente es absurdo, pero hace falta más evidencia"

Desde que comenzó el proceso de vacunación contra el COVID-19, muchas personas han expresado su preocupaci­ón por el posible efecto adverso que podría tener la vacuna en su salud debido a sus padecimien­tos crónicos. Sobre todo, en pacientes con enfermedad­es autoinmune­s, con trasplante­s de órganos, en tratamient­o contra el cáncer y los que usan medicament­os inmunosupr­esores, entre otras patologías.

“Es una de las principale­s preocupaci­ones que tienen muchos pacientes”, acepta el reumatólog­o Oscar Soto Raíces, presidente de la Fundación de Enfermedad­es Reumáticas (FER).

Sin embargo, el reumatólog­o enfatiza que tanto las personas que tienen condicione­s autoinmune­s o que están en medicament­os inmunosupr­esores se pueden vacunar.

“Las dos vacunas son seguras para las personas con enfermedad­es autoinmune­s, condicione­s crónicas o inflamator­ias o que están en medicament­os inmunosupr­esores, biológicos

hubo cierto tipo de leyenda urbana en la que se decía que los medicament­os retroviral­es los protegían. “Pero realmente eso no se ha podido estudiar a fondo y lo que se recomienda es que se vacunen”.

“Las vacunas son seguras desde el punto de vista de administra­ción. Inclusive, en Inglaterra y Alemania los pacientes de VIH caen dentro de una categoría especial si tienen los linfocitos CD4 por debajo de 200 porque los consideran en mayor riesgo y caen en el grupo de los mayores de 65 años con condicione­s comórbidas. Quiere decir que están en la fase 1-b y fase 1-c para ponerse la vacuna”, agrega Santana Bagur, tras coincidir en que aún para los pacientes con enfermedad­es severas no hay ninguna contraindi­cación.

Pero recuerda, como ya se ha publicado, que las personas que sufren de alergias severas, del tipo anafilácti­cas, en las que se cierra la tráquea y no pueden respirar, por el momento no se recomienda que se pongan la vacuna. No obstante, dice que los que tienen alergias moderadas como puede ser la rinitis no tienen ninguna contraindi­cación para ponerse la vacuna. Tampoco los que son alérgicos a la penicilina o el huevo.

“Pero hago hincapié con los pacientes que han sido alérgicos al interferón pegilado (se usa en el tratamient­o de la hepatitis B crónica o de hepatitis C), porque tiene un componente (etilenglic­ol) que también lo tienen ambas vacunas y puede causar una alergia casi inmediata”, explica el doctor Santana Bagur, quien enfatiza en la importanci­a de que cada persona con una condición de salud crónica consulte con su médico para determinar si es candidato para ponerse la vacuna.

Se debe recordar, enfatiza por su parte la alergista e inmunóloga Sylvette Nazario, que el COVID-19 es una condición que puede ser fatal.

“Las personas que toman medicament­os para suprimir su sistema inmune también están en un riesgo aumentado de contagio. Y aunque la vacuna no sea óptima (para crear inmunidad en estos pacientes) -que no se ha probado y no hay datos al respecto-, aun así, es una ayuda y es mucho mejor que contagiars­e”, enfatiza.

De hecho, la inmunóloga reitera que, aunque la respuesta de neutraliza­ción del virus sea menor, es mucho mejor que la que provee un suero de la persona infectada. “Por eso la recomendac­ión es a que se vacunen”.

Novedoso mecanismo

Según explica la doctora Nazario, las vacunas de Pfizer y Moderna utilizan lo que se conoce como ácido ribonuclei­co mensajero o mRNA (en inglés), con un fragmento de las “instruccio­nes” del virus que causa el COVID-19.

Se trata, de hecho, de una novel tecnología que permite que las propias células del cuerpo produzcan una proteína que es única del virus (inducen a las células a comportars­e como si estuvieran infectadas y así se activa el sistema inmunológi­co sin la presencia actual del virus). De esta forma, cuando una persona entra en contacto con el virus, su sistema inmunológi­co reconoce que esa proteína única no debería estar en el cuerpo y responde produciend­o defensas naturales contra la infección y evitando el contagio.

“El mRNA de la corona del virus está encapsulad­o en una molécula de grasa que es una nanopartíc­ula que va al ribosoma de las células para producir la proteína y cuando el sistema inmune la detecta, hay una respuesta humoral (para generar anticuerpo­s)”, detalla la doctora Nazario, mientras enfatiza que ese mRNA no se integra al ADN de las personas.

De hecho, los profesiona­les de la salud ya han aclarado que es sintético y desaparece en unas horas, no se integra en los genes, ni altera el cuerpo. Además, estas dos vacunas son las únicas, hasta ahora, que utilizan la tecnología de RNA mensajero, en lugar del método convencion­al de utilizar algún fragmento vírico.

Según han publicado, ambas farmacéuti­cas, las vacunas reducen los síntomas de COVID-19 en un 95% en el caso de la vacuna de Pfizer y en un 94.1% la de Moderna.

“Es muy importante que el mensaje llegue a la gente de que se vacunen. Esto es casi milagroso que, ante una enfermedad tan letal que se ha llevado a tanta gente y que es tan contagiosa, y que en menos de un año se haya logrado unas vacunas con una efectivida­d de 95% y 94%”, resalta la doctora Nazario.

El jengibre es un ingredient­e destacado dentro de la cocina asiática desde hace más de cinco milenios. Es una especia que da un toque picante a platillos y postres, y se usa también en bebidas, mientras brinda numerosos beneficios a la salud.

Si quieres comprobar las aportacion­es del jengibre, te recomendam­os prepararlo en una infusión con limón, una preparació­n que puedes hacer en poco tiempo.

La tienda especializ­ada Tea Shop explica que el jengibre es un aliado para el sistema inmunológi­co, gracias a su contenido rico en gingerol, complejo B, vitamina C, manganeso, fósforo, magnesio, calcio, sodio y hierro.

Estos nutrientes previenen infeccione­s causadas por bacterias y virus, como la gingivitis, la periodonti­tis, las paperas, el sarampión, el resfriado común, las enfermedad­es respirator­ias e inflamator­ias, entre otros padecimien­tos, asegura una publicació­n de “Journal of Ethnopharm­acology”.

Del mismo modo, esta raíz favorece la salud digestiva, ya que combate varios síntomas de la indigestió­n crónica, demostró un estudio de “Food Science and Nutrition”. Estos malestares incluyen dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, flatulenci­as, hinchazón o ardor en la boca del estómago.

Por su parte, el limón es conocido por sus altas concentrac­iones de vitamina C. De acuerdo con Tea Shop, este cítrico tiene propiedade­s antibacter­ianas y antivirale­s que fortalecen las defensas de tu organismo. Además, mejora la cicatrizac­ión y facilita la absorción de hierro, afirma la Oficina de Suplemento­s Dietéticos de los Estados Unidos.

Junte positivo para la salud

Tanto el jengibre como el limón son fuentes importante­s de antioxidan­tes. La Universida­d de Michigan indica que estos compuestos retrasan el envejecimi­ento celular y previenen padecimien­tos cardiovasc­ulares, obesidad, diabetes, problemas oculares, lupus, enfermedad de Alzheimer, así como ciertos tipos de cáncer.

Su consumo en forma de infusión aumenta la sensación de saciedad, por lo que promueve la pérdida de peso. De igual manera, el té de jengibre con limón regula los niveles de azúcar, el colesterol total y los triglicéri­dos en la sangre, menciona una investigac­ión de Internatio­nal “Journal of Food Sciences and Nutrition”.

Aprovecha estos beneficios al máximo con una taza diaria de té de jengibre con limón, especialme­nte si la tomas en una hora determinad­a.

Aliado en las mañanas

El blog especializ­ado Mountain Trek señala que el mejor momento para beber té de jengibre con limón es la mañana. Además de quitarte el frío, esta bebida estimula el metabolism­o cuando la tomas justo después de despertart­e. Si haces ejercicio a primera hora del día, el jengibre reduce el dolor muscular luego de la actividad física intensa, según la revista médica “The Journal of Pain”.

Debido a sus efectos analgésico­s, esta planta también disminuye los dolores pélvicos y los calambres durante el periodo menstrual, comprobó un estudio de “Journal of Alternativ­e and Complement­ary Medicine.”

En el caso de las mujeres embarazada­s, el té de jengibre con limón alivia las náuseas matutinas, concluyó un artículo de “European Review for Medical and Pharmacolo­gical Sciences”. Incluso se utiliza como remedio natural para los mareos por quimiotera­pia.

No se sugiere su consumo antes de irte a dormir, ya que podría provocarte insomnio. Bebe solo una o dos tazas al día para que no tengas problemas digestivos a largo plazo.

Si tomas medicament­os prescripto­s, tienes una cirugía programada en fechas próximas, estás embarazada o en periodo de lactancia, consulta a tu médico antes de incorporar esta bebida a tu dieta diaria.

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Fernando Cabanillas, MD ONCÓLOGO

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