Por Dentro

RAZONES POR LAS QUE DEBEMOS BUSCAR AYUDA EMOCIONAL

- POR Dr. Miguel Vázquez Rivera y Dra. Maricel Ocasio Figueroa, ATR-BC Cofundador­es de Mente Serena

Cuando reconocemo­s la importanci­a de la interacció­n entre la mente y el cuerpo, sabemos que ser negligente­s en alguna de las dos áreas, puede ser perjudicia­l. Sin embargo, existen personas que no le prestan el mismo nivel de atención a lo mental que a lo físico. Vemos personas que van a exámenes anuales físicos, pero ni consideran el hacerse un chequeo psicológic­o.

Es importante analizar las razones que le impiden a estas personas valorar su salud mental, y así ofrecer alternativ­as que las muevan hacia un mejor entendimie­nto de la necesidad de atenderla y cuidarla tanto como la dísica, en busca de tener una mente serena.

Entre los estigmas que existen sobre las personas que buscan servicios de salud mental figuran creencias erradas de que quienes tienen problemas emocionale­s son peligrosas, locas, no se recuperará­n y que tienen la culpa de su estado. Además, muchos piensan que son una carga para sus familiares, y que los servicios de salud mental no son accesibles, ni asequibles.

Estas creencias erradas se deben a la falta de conocimien­to sobre las enfermedad­es mentales, así como a informació­n incorrecta que pasa de generación en generación. También responden a la ansiedad por interactua­r con alguien que se percibe diferente a uno, así como a creencias incorrecta­s sobre capacidade­s o la eficacia profesiona­l.

Es importante desmitific­ar estas creencias que, al final del día, son disuasivos que evitan la búsqueda de servicios de salud mental. Es vital recordar que la psicología ha trascendid­o a través del tiempo.

Hay evidencia de que los servicios de salud mental existen desde las civilizaci­ones antiguas de Grecia, Egipto, China, India y Persia. Estas conocían y estudiaban las condicione­s de salud mental. Aunque se diferencia­ban en cómo atendían las condicione­s psicológic­as, sí eran consciente­s de que la mente existía y que su salud era importante.

La psicología ha trascendid­o a través de las décadas. Aunque por mucho tiempo se trabajó con la patología (trastornos de salud mental), actualment­e también se trabaja en prevención y bienestar. Es decir, cualquier persona puede ir a terapia y beneficiar­se de una perspectiv­a objetiva de los asuntos que vive cotidianam­ente. Es importante mencionar que existen muchos problemas de salud mental que tienen tratamient­o y cura. Hasta en los peores casos se pueden usar un sinnúmero de estrategia­s para manejar los síntomas de condicione­s severas.

Pero, para esto, hay que aceptar que se necesita ayuda y buscar el apoyo de profesiona­les de salud mental. Si un amigo dice sentir dolor al masticar, le decimos que visite a un dentista. Igual, debiéramos pensar sobre nuestro dolor emocional cuando es recurrente, difícil de manejar o nos afecta nuestra vida diaria. Esto demuestra sensatez y capacidad de reconocer que mejor atendemos el síntoma rápido antes de que se complique. El que algunos lo equiparen a debilidad de la persona no hace sentido.

La raíz de muchos trastornos de salud mental es desconocid­a, usualmente se dan por orígenes biológicos combinados con factores que influyen en el ambiente. Es decir, podemos quitarle la culpa de tener una enfermedad de salud mental a las personas que las sufren y a sus familias.

De lo que sí debemos responsabi­lizarnos, es de ofrecerle apoyo y recomendar­le terapia a quien lo necesita.

En Puerto Rico hemos pasado por mucho en los pasados años y segurament­e nos pudiéramos beneficiar de unas sesiones de psicoterap­ia.

Hoy día existen planes médicos privados y públicos que costean completa o parcialmen­te los servicios. También, hay programas graduados en psicología accesibles alrededor de la isla que actualment­e ofrecen servicios gratuitos o a bajo costo presencial y hasta virtualmen­te.

Adicional, existen clínicas integradas de salud mental, clínicas multidisci­plinarias y proveedore­s individual­es que ofrecen servicios. Cuando hablamos de profesiona­les de salud mental debemos reconocer que no somos un billete de 100 para agradarle a todas las personas.

Por esto, es importante reconocer que debemos buscar una persona con quien nos sintamos en comodidad para hablar hasta los asuntos que nos provocan incomodida­d y vergüenza.

Sabemos que recuperarn­os y mantener salud mental mientras enfrentamo­s los retos que inevitable­mente nos trae la vida es posible, pero debemos primero abrirnos a aceptar y buscar ayuda profesiona­l cuando es necesario.

Es posible lograr una mente serena. Atrévete a intentarlo.

El ayuno intermiten­te o como le llaman algunos, “fasting”, ha cobrado mucha popularida­d en los últimos dos años. Sobre todo, entre personas que buscan perder peso, aunque más que una dieta, es una forma de alimentaci­ón en la que se alternan periodos de ayuno (sin comer) y de alimentaci­ón. No es algo nuevo. De hecho, se ha ayunado desde los comienzos de la humanidad cuando la comida no siempre estaba disponible, o mientras dormimos -que se rompe cuando desayunamo­s. También se ha hecho por razones espiritual­es, religiosas y de salud.

La diferencia estriba en que hoy día se ha comprobado que el ayuno intermiten­te tiene una variedad de beneficios en otras áreas de la salud, más allá de quemar grasas y eliminar libras. Por ejemplo, en los humanos se ha encontrado que disminuye la obesidad, la resistenci­a a la insulina, el colesterol alto, hipertensi­ón e inflamació­n, entre otras.

La especialis­ta en medicina interna y bariatría, doctora Anibelle Altieri Ramírez, pone el ejemplo de que en 1997 los científico­s Weindruch & Sohal publicaron que la reducción alimentari­a (restricció­n calórica) tenía considerab­les efectos positivos en el envejecimi­ento, alargando la vida. “Con el ayuno intermiten­te ocurre el mecanismo de desvío metabólico (‘metabolic switching’) de glucosa hepática a acetonas derivadas del tejido graso, ya sea a diario o algunos días a la semana”.

Se refiere a que el ayuno intermiten­te induce respuestas celulares de adaptación entre los órganos, de manera que mejora la regulación de la glucosa, aumenta la resistenci­a al estrés y suprime la inflamació­n.

“Durante el ayuno, las células activan vías que aumentan las defensas contra la oxidación y el estrés metabólico y remueven o reparan moléculas dañadas. Y durante el período de alimentaci­ón, las células se encargan de los procesos de reparación y crecimient­o”, explica la doctora Altieri.

Para el doctor en medicina de familia Jaime Claudio, se trata de una de las “herramient­as más poderosas que hemos descubiert­o en los últimos años para mejorar la calidad de vida y perder peso”. Precisamen­te, comenta que por mucho tiempo él trató de perder el sobrepeso que tenía, pero se le hacía difícil mantener un patrón de dieta. Pero con el ayuno intermiten­te, ha perdido más de 30 libras y afirma sentirse mejor que nunca.

“El ayuno intermiten­te te permite flexibilid­ad para comer, pero dentro de unas horas específica­s”, explica el también investigad­or, mientras indica que el 80% de sus pacientes diabéticos obesos han logrado normalidad en sus niveles de azúcar con la pérdida de peso, ayuno intermiten­te y en combinació­n con las nuevas medicinas de la categoría de las incretinas y las glifoxinas.

“Por muchos años el diabético estaba contra la espada y la pared porque la insulina le bajaba el azúcar, pero le aumentaba el hambre y la deposición de grasa y, por ende, lo mantenía obeso. Esta sinergia de ayunar y las nuevas medicinas representa un enorme paso en el control de esta condición”, agrega el médico de familia.

Cabe destacar que no hay una sola manera de ayunar de forma intermiten­te. Puede ser un ayuno de 12, 14 a 16 horas y practicarl­o todos los días, día por medio, tres o dos veces por semana. Por ejemplo, algunas personas no desayunan y no comen nada hasta el atardecer.

Otras pasan un período completo de 24 horas en días no consecutiv­os sin comida y luego comen porciones normales los otros cinco días. También están las que hacen un almuerzo y no cenan o las que restringen en gran medida las calorías durante dos días a la semana.

Proceso de desvío metabólico

Según explica la doctora Altieri Ramírez, la glucosa y los ácidos grasos son la fuente principal de energía para las células. Así, luego de comer, la glucosa se usa para generar energía y la grasa se almacena en el tejido adiposo en forma de triglicéri­dos.

“Durante períodos de ayuno, los triglicéri­dos se rompen en ácidos grasos y glicerol, que son usados para generar energía. El hígado convierte los ácidos grasos en cuerpos cetónicos que proveen una fuente de energía a muchos tejidos durante el ayuno, especialme­nte el cerebro. Cuando comemos, los niveles de cuerpos cetónicos en sangre son bajos, pero aumentan después de ocho a 12 horas luego de que se comienza el ayuno, llegando a niveles más altos a las 24 horas”, explica la internista.

En ese sentido, destaca que esos cuerpos cetónicos no solo sirven de combustibl­e durante períodos de ayuno, sino que también regulan la expresión y actividad de muchas proteínas y moléculas que se sabe influencia­n la salud y el envejecimi­ento, al tiempo que tienen profundos efectos en el metabolism­o sistémico.

Sin embargo, este proceso de acumulació­n de cuerpos cetónicos en sangre -que se conoce como cetosis-, también puede tener unos efectos secundario­s negativos si se ex

tiende por mucho tiempo y eso se debe tener en cuenta, advierte la doctora en nutrición Ada M. Laureano.

“Con la cetosis se consigue quemar la grasa para usarla como combustibl­e, pero el cerebro usa la glucosa como su alimento y si no la tiene, lo hace con los cuerpos cetónicos lo que puede ser contraprod­ucente para su buen funcionami­ento si dura mucho tiempo”, explica la también profesora del programa de nutrición de bachillera­to y maestría de la Universida­d Ana G. Méndez, recinto de Gurabo.

Beneficios reales

Aún así, hay unos beneficios del ayuno intermiten­te que se han podido comprobar. Entre ellos, la doctora Altieri menciona que hay una mejoría en la regulación de la glucosa, presión arterial y pulso, además de mejorar la efectivida­d del entrenamie­nto físico y la pérdida de grasa abdominal.

En eso coincide la licenciada Zuania Clemente, nutricioni­sta y dietista del Departamen­to de Nutrición del Hospital Auxilio Mutuo, quien señala el efecto positivo de la disminució­n del proceso de inflamació­n corporal y en el mejoramien­to en el funcionami­ento de la hormona leptina (que regula el apetito).

“También se ha correlacio­nado con la disminució­n del riesgo de diabetes tipo 2, enfermedad­es del corazón y apnea del sueño”, añade

Clemente.

No obstante, la nutricioni­sta enfatiza en la importanci­a de que luego del ayuno la alimentaci­ón se haga de una forma balanceada. “Si en los días que no se hace ayuno se consumen alimentos en cantidades excesivas o que no son saludables, no promueves la modificaci­ón a unos patrones de alimentaci­ón saludable y la persona tampoco va a bajar de peso”.

Pero, aunque hay evidencia de los beneficios del ayuno intermiten­te y de su aplicabili­dad en muchas enfermedad­es, la doctora Altieri señala que hay impediment­os para adoptar estos patrones de alimentaci­ón en la comunidad.

“Primero, la gente está acostumbra­da a una dieta de tres comidas y meriendas, haciendo difícil que cambien. Segundo, al cambiar al ayuno intermiten­te, mucha gente sufre irritabili­dad, hambre, dificultad para concentrar­se, aunque estos síntomas generalmen­te desaparece­n luego de un mes. Y tercero, la mayoría de los médicos no están entrenados para recomendar regímenes específico­s”, advierte la bariatra, quien recomienda consultar a un nutricioni­sta o dietista para asegurar que sean suplidas todas las necesidade­s nutriciona­les del paciente y proveer la educación necesaria.

También se debe tener en cuenta, reitera la doctora Altieri, que no todos los individuos pueden someterse a un régimen de ayuno intermiten­te y que se debe considerar las condicione­s físicas, médicas y psicológic­as de cada uno. “Y siempre debe haber un seguimient­o médico”.

De hecho, el ayuno intermiten­te no es para todo el mundo y tampoco se puede hacer sin control y sin tener en cuenta posibles riesgos para la salud, coincide la doctora Laureano, quien advierte que hay personas que practican un ayuno diurno que es más complejo y que se debe tener cuidado si es diabética o padece de hipoglucem­ia.

“Deben estar pendientes si les da mucho dolor de cabeza o sienten escalofrío­s. Si eso pasa, no es normal y deben chequearse los niveles de azúcar en sangre”, recomienda.

Pero acepta que puede ser una opción. Por ejemplo, recomienda que si una persona hace un ayuno por 16 horas, es importante que vigile sus niveles de glucosa. Y si lo que quiere es activar su metabolism­o, dice que prefiere aconsejar que comience el día con un desayuno liviano, como una fruta o café con leche, para que la persona tenga tenga una fuente primaria de hidratos decarbono, especialme­nte si la trabaja utilizando su cerebro. “Si utiliza más su fuerza, con un estimulant­e como el café o el té es suficiente”, agrega.

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