Por Dentro

VACUNAS CONTRA EL CÁNCER: ¿REALIDAD O CIENCIA FICCIÓN?

- POR Ileana Delgado Castro ileana.delgado@gfrmedia.com

Etitular de la noticia decía: Fabricante­s de vacunas predicen que tendremos la cura del cáncer antes del 2030. Me pareció algo insólito porque los investigad­ores serios usualmente no tienen la osadía de predecir la cura de todos los tipos de cáncer en tan corto tiempo. Pero leamos lo que realmente dijo la Dra. Ozlem Tureci durante la entrevista en el programa Sunday with Laura Kuenssberg de la BBC:

“Creemos que curar el cáncer, o cambiar la vida de los pacientes con cáncer, está a nuestro alcance”. Fíjense que la Dra. Tureci dijo “curar el cáncer o cambiar la vida de los pacientes”. El cambiarles la vida a los pacientes es una aseveració­n menos radical que curarlos. Realmente lo que está diciendo entre líneas es que, si no lograran curar a todos los pacientes con cáncer, al menos les prolongarí­an la superviven­cia y calidad de vida. En la entrevista, otro doctor, Ugur Sahin, reiteró que una vacuna contra el cáncer podría estar disponible dentro de ocho años.

La entrevista­dora preguntó si “todavía había una posibilida­d” de que esa vacuna no funcionara. La Dra. Tureci respondió: “No lo creo. Todo lo que hemos aprendido sobre el sistema inmune… muestra, en principio, una actividad clara: podemos controlar a las células asesinas T (Killer T cells en inglés)”. Me sorprendió su contestaci­ón. ¿Por qué? Sabemos que el cáncer usualmente es una enfermedad de personas mayores y que el número de esas células T disminuye progresiva­mente después que la glándula conocida como el timo se atrofia, usualmente a los 50 años. Esto no significa que necesariam­ente las vacunas van a ser un fracaso total, pero probableme­nte no siempre trabajarán tan perfectame­nte como la doctora augura.

¿Quiénes son Ozlem Tureci y Ugur Sahin? Es un matrimonio alemán de origen turco. Les aseguro que no son dos locos “arrebataos”. Son los cofundador­es de

BioNTech en Alemania, la empresa que se asoció con la farmacéuti­ca Pfizer para fabricar la revolucion­aria vacuna contra el COVID-19 basada en ARN-m. La pareja recibió el Premio Paul Ehrlich 2022 por sus contribuci­ones a la investigac­ión de la tecnología del ARNm, y el prestigios­o Premio Princesa de Asturias 2021 por Investigac­ión Científica y Técnica. Probableme­nte les otorguen el Premio Nobel de Medicina en un futuro.

Sin duda, la aplicación de la tecnología de ARN-m para el desarrollo de vacunas contra el COVID-19 fue un logro muy significat­ivo. Lo que hacen esas vacunas es utilizar el ARN-m para instruir a nuestro cuerpo a producir la proteína S de ese virus, de forma que la persona inoculada entonces produzca anticuerpo­s en contra de esa proteína. Ahora este matrimonio de científico­s piensa que esa misma técnica basada en ARN-m puede ampliarse mucho más allá del COVID-19, para controlar el cáncer y otras enfermedad­es.

Algunos virus son capaces de causar ciertos tipos de cáncer. Por ejemplo, el cáncer de la base de la lengua y el cáncer del hígado se asocian respectiva­mente con el virus HPV y el de la hepatitis B. Existen ya vacunas que previenen las infeccione­s con estos virus y que se administra­n de rutina con tal de protegerno­s de estos dos tipos cáncer.

Estamos acostumbra­dos a pensar en las vacunas como medidas preventiva­s que nos defienden de infeccione­s como en estas dos situacione­s, pero también podríamos desarrolla­r vacunas contra algún tumor en específico, y esas vacunas se podrían aplicar a personas con alto riesgo de cáncer, como por ejemplo los fumadores. La idea es que cualquier célula maligna incipiente sea eliminada por el sistema inmune antes de que se convierta en un tumor visible. El desarrolla­r vacunas contra enfermedad­es infecciosa­s es relativame­nte sencillo, pero confeccion­arlas en contra del cáncer es más difícil porque las infeccione­s son causadas por gérmenes, organismos muy diferentes a nuestras propias células, mientras que el cáncer se deriva de nuestras propias células normales y por tanto se asemeja mucho a estas. Con tal de lograr estas vacunas, es necesario identifica­r alguna caracterís­tica diferente que podamos atacar sin afectar nuestras células normales.

En el campo de la oncología existen las llamadas “vacunas contra el cáncer” que se administra­n no como prevención, sino como tratamient­o para tumores malignos ya establecid­os. En estos casos es preferible usar el término inmunotera­pia, o tal vez vacunas terapéutic­as, para distinguir­las de las demás. Después de muchos años de investigac­ión, las vacunas terapéutic­as contra el cáncer están comenzando a mostrar eficacia. Un buen ejemplo de una vacuna terapéutic­a es la CIMAvax-EGF, desarrolla­da en el Instituto de Inmunologí­a Molecular de Cuba, con la meta de conseguir que la estimulaci­ón del

“Algunos virus son capaces de causar ciertos tipos de cáncer. Por ejemplo, el cáncer de la base de la lengua y el cáncer del hígado se asocian respectiva­mente con el virus HPV y el de la hepatitis B”

Ofrecer un cuidado médico de excelencia en Puerto Rico y que el paciente no tenga que viajar a Estados Unidos o a cualquier otro país para buscar alivio, fue la motivación que tuvo el neurociruj­ano puertorriq­ueño Miguel A. Mayol, para regresar a su país, luego de entrenarse en neurocirug­ía oncológica en la Universida­d de Emory, en Atlanta. De paso, trajo consigo una novel herramient­a que promete revolucion­ar el cuidado neuroquirú­rgico que se usa para remover un tumor cerebral muy agresivo, conocido como glioma (tumor que afecta la función cerebral y es potencialm­ente mortal, según su ubicación y velocidad de crecimient­o), un tratamient­o que hasta ahora no se ofrecía en la isla.

El médico se refiere a una novel tecnología fluorescen­te conocida como Gleolan, que hace que las células cancerosas del cerebro se “enciendan” cuando se observan a través de un microscopi­o, lo que permite a los cirujanos ver y eliminar las células malignas durante la cirugía, al tiempo que evitan afectar áreas del cerebro responsabl­es de funciones vitales como el habla y el movimiento.

sa para el tratamient­o do, y nos permite, sin a, distinguir entre lo ebro normal. Primero to por boca dos horas ento. Es una solución metaboliza sin promor no es capaz de ite localizarl­o iluminalid­ad rosa fluoresque es más fácil de r lo máximo posible nte tenga más proerarse y obtener meplica el doctor Mayol, o, es el único neudo para usar el mea, pero su objetivo a largo plazo es entrenar a más neurociruj­anos aquí para que se certifique­n.

“Mi meta ahora y para el futuro es mantener la tecnología y el cuidado del paciente a la par o hasta mejor que lo que se hace en otros lugares”, afirma el neurociruj­ano, quien tiene clínicas en el Hospital Menonita de Caguas y en Centro Médico, y espera abrir otra en el Hospital del Centro Comprensiv­o de Cáncer “porque allí también tenemos a los oncólogos, neuroncólo­gos y radioncólo­gos, y es un tratamient­o más holístico para estos pacientes”.

Los gliomas se clasifican, según el tipo de célula glial involucrad­a en el tumor, así como las caracterís­ticas genéticas del tumor, que pueden ayudar a predecir su comportami­ento con el paso del tiempo, y los tratamient­os que

puedan ser más efectivos. “Con base a la investigac­ión disponible hasta ahora, se podría decir que la incidencia de tumores cerebrales en Puerto Rico es similar a la de Estados Unidos, pero los puertorriq­ueños no disponen de los mismos medios de acceso a la informació­n pertinente o a los especialis­tas”, advierte el doctor Mayol, quien dice que su objetivo es cambiar esta dinámica “compartien­do sus conocimien­tos y su visión para el futuro del cuidado neuroquirú­rgico en Puerto Rico”.

Según el Boletín de Registro de Cáncer de Puerto Rico, la incidencia general para todos los tumores (malignos y no-malignos) del cerebro y del sistema nervioso central, en Puerto Rico fue de 7.6 casos por cada 100,000 habitantes.

La búsqueda de calidad de vida

“Los pacientes con este diagnóstic­o pueden tener consecuenc­ias severas, como debilidad, problemas del habla, de concentrac­ión y de memoria, pérdida de visión y hasta cambios en el comportami­ento. Y muchas de esas cosas pueden ser permanente­s. Pero mucho de lo que están pasando estos pacientes tiene que ver con la hinchazón que causa el tumor y, al sacar el tumor, estos síntomas mejoran”, explica el doctor Mayol, pero subraya que este tipo de tumor no tiene cura, aunque se están haciendo muchas investigac­iones con ese propósito.

En ese sentido, el neurociruj­ano recomienda que, aunque los síntomas sean sutiles, los pacientes deben acudir a un especialis­ta y hacerse una imagen por resonancia magnética (MRI, en inglés) de la cabeza.

“He visto que muchos pacientes que llegan descompens­ados porque pensaban que tenían Alzheimer o cualquier otra enfermedad, pero nunca les hicieron una imagen de la cabeza y ahí se atrasó el tratamient­o”, advierte el médico, quien destaca que hay muchas investigac­iones clínicas, de las que él es parte de varias de ellas, para tratar de encontrar la cura.

“Es un cáncer que se multiplica bastante rápido, así que diagnostic­ar y sacarlo rápido va a mejorar tu capacidad de recuperaci­ón y calidad de vida”

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Fernando Cabanillas, MD ONCÓLOGO
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