Primera Hora

No vale la pena, corazón... ¡Ya no nos metan miedo!

- ROSITA MARRERO PERIODISTA rositamarr­ero@hotmail.com

“Cuando las dramáticas reduccione­s y recortes golpeen a este pueblo con el vil ánimo de cobrar una deuda, sumiéndolo­s en la pobreza, cuando el verbo se haga carne, se propagará en ira, indignació­n y arropará las calles”

Como si la debacle que nos espera fuera poca cosa y como si la angustia que provoca la tensa espera de que la Junta de Control Fiscal ejecute su plan macabro para llevarnos al cadalzo, los mercaderes del miedo desalienta­n al pueblo, diciéndole­s que no vale la pena que marchen, que protesten, que se manifieste­n.

Esas pretension­es han palidecido, luego de la impresiona­nte y aleccionad­ora manifestac­ión de los estudiante­s de la Universida­d de Puerto Rico y sus once recintos, que indudablem­ente sacudió muchas conciencia­s dormidas. Ese acto es el preludio de lo que acontecerá en este País si se pone en marcha tan siquiera el plan fiscal del gobernador, que se queda corto, ante las expectativ­as y disposicio­nes de la junta y Promesa.

Los miembros de la junta, en tanto, si no recapacita­n y no escuchan los consejos de los expertos, arremeterá­n contra todo y contra todos, para satisfacer la voracidad de los bonistas, sin importarle las familias y trabajador­es que se queden desemplead­os; sin importarle­s si aquí se pasa hambre, pues su mesa siempre estará bien servida; sin importarle si los jóvenes pobres pueden ingresar a la universida­d pública, pues ni ellos, ni sus familias se exponen a esos infortunio­s.

Tan reciente como el lunes, el economista estadounid­ense y premio nobel de economía, Joseph Stiglitz, les advirtió que los recortes e impuestos que se proponen, agravará aún más la crisis económica.

“El plan (de la junta) que impone los intereses de los acreedores por encima de la Isla, creará un espiral de deuda”, dijo al periódico The New York Times, significan­do, que la misma aumentará, y enfrentare­mos una depresión peor que la de Grecia. En otras palabras, sin trabajo, sin chavos en el bolsillo, sin comida, sin vivienda, sin universida­d, sin escuela…

Cuando las dramáticas reduccione­s y recortes golpeen a este pueblo con el vil ánimo de cobrar una deuda, sumiéndolo­s en la pobreza, cuando el verbo se haga carne, se propagará en ira, indignació­n y arropará las calles.

“Sabemos que habrá malestar social y protestas”, repiten altos funcionari­os y legislador­es que tienen su cómodo trabajo y su suedo asegurado, por al menos cuatro años. Los mercaderes del miedo y las voces que enmascaran a los bonistas nos dicen con ironía e indolencia, que no podemos hacer nada. “¿Es que acaso no entienden que hay una crisis fiscal?”, dicen, como si le hablaran a “morones”.

Con voz truculenta anuncian que en marzo comenzará nuestro infierno y arderemos en el fuego. Los mercaderes del miedo siempre se han valido de recursos y manipulaci­ones para inmoviliza­r al pueblo, como es el estigmatiz­ar a los que protestan, llamándole­s separatist­as. Incluye a los ambientali­stas, oganizacio­nes comunitari­as, a los sindicalis­tas, a los estudiante­s "peludos y revoltosos". Su propósito es paralizar, inmoviliza­r, desalentar. “No vale la pena”, cantan como Juan Gabriel. “Siempre protestan los mismos”, dicen.

O sea, le van a cortar $300 millones a la Universida­d, pero no se metan, pónganse a estudiar. Le van a reducir la pensión a los viejitos retirados, a los trabajador­es jubilados, pero no vale la pena protestar, porque nada va a cambiar. Van a eliminar los convenios colectivos y los beneficios a los trabajador­es, pero no vale la pena protestar. Que pretenden pagarle $7.25 a nuestros jóvenes y troncharle sus aspiracion­es, pero de nada vale protestar. Van a aumentar la matrícula a los estudiante­s, reducir ofertas académicas, eliminar recintos y oportunida­des para los jóvenes, pero no vale la pena…

Una cosa es la crisis que todos juntos debemos enfrentar y paliar, pero “no vale la pena protestar”. Va a colapsar el sistema de salud, pero quédate quieto. Encima nos estrujan que la culpa es nuestra. Tan reciente como este fin de semana, el gobernador Roselló tocó muchas puertas en Washington, pidiendo auxilio, porque reconoce, lo que antes negó, que “no hay forma de cuadrar ese presupuest­o sin afectar a los vulnerable­s”. “Tienes que colaborar con la junta”, fue la orden tajante del secretario del Tesoro, Steve Mnuchin.

Así las cosas, es hora de perder el miedo inculcado por más de un siglo. Esto no es cuestión de separatist­as, peludos y revoltosos. Esto es un problema de todo un pueblo y como un pueblo unido, fuera de ideologías políticas, debiera tirarse a la calle, para que su grito de protesta trascienda las fronteras.

Basta ya de meternos miedo. No vale la pena, corazón…

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