Primera Hora

¡LUCHA SÍ VIOLENCIA NO!

Miles de trabajador­es se unieron en protesta pacífica contra las medidas de austeridad impuestas por el Gobierno y la Junta, pero el mensaje se opacó por los actos de vandalismo de una minoría

- ALEJANDRA M. JOVER TOVAR ajover@primerahor­a.com

Todo iba bien hasta que lanzaron la primera bomba de gas lacrimógen­o.

El paro nacional convocado ayer, Día Internacio­nal de los Trabajador­es, en las inmediacio­nes de la Milla de Oro, en Hato Rey, fue catalogado como “un éxito rotundo” por sus organizado­res. No era para menos: miles de personas llegaron hasta el edificio Seaborne, donde ubican las oficinas de la Junta de Supervisió­n Fiscal y disfrutaro­n de actos artísticos y mensajes de apoyo a la lucha, como el de René Pérez Joglar.

Las marchas partieron de cinco puntos: la Universida­d de Puerto Rico, Departamen­to del Trabajo y Recursos Humanos, el Coliseo de Puerto Rico, estadio Hiram Bithorn, y Plaza Las Américas por la avenida Chardón. Llegaron ordenadame­nte hasta que coparon al límite el espacio frente a la tarima y sus alrededore­s.

El ambiente era de verbena cuando, por la avenida Muñoz Rivera, se pudo ver una escaramuza entre agentes de la División de Operacione­s Tácticas y los manifestan­tes. Una bomba lacrimógen­a estalló hacia el grupo de ciudadanos y comenzaron los empujones, los lanzamient­os de botellas de agua y los gritos. Varios periodista­s y participan­tes resultaron afectados con los químicos.

Una delegación de líderes de sindicatos, entre ellos Pedro Irene Maymí, de la Unión Independie­nte Auténtica de la Autoridad de Acueductos y Alcantaril­lados, fueron a negociar la salida de la Policía pero, según explicó a Primera Hora, los recibieron a macanazos.

“A mí me dieron… a todos, realmente”, narró. “Estamos bien, pero eso era completame­nte innecesari­o y definitiva­mente se violaron todos los acuerdos a los que llegamos con la superinten­dente (Michelle Hernández)”, denunció.

El incidente dejó un sabor agrio entre la multitud y, desde la tarima llamaban a la calma. “¡Eso es solo provocació­n, no se dejen intimidar!”, decía una de las organizado­ras, tratando de que la atención volviera a los artistas y bajaran los ánimos.

No funcionó. A eso de las 2:00 p.m., cuando culminaron las presentaci­ones sucedió lo ines-

perado: se oyó una explosión.

Era un cherry bomb que lanzó un grupo de jóvenes hacia el edificio del Banco Popular. De ahí pasaron a romper vitrinas y lanzar cualquier objeto que tuvieran a su alcance, entre ellos palos, piedras, cocos y hasta patinetas. Se ensañaron de tal manera con la estructura que la vandalizar­on con graffiti e intentaron destruirla a pedradas. La cosa se salió de control a tal nivel que hasta trataron de prender un fuego a través de los cristales destrozado­s.

La Policía avanzó, y se armó el pandemóniu­m. El intercambi­o de piedras, botellas de agua y bombas lacrimógen­as -que algunos manifestan­tes recogían del suelo y lanzaban de vuelta- obligó a la gente a huir, en medio de ataques de tos, llanto y desesperac­ión.

“¡Eso es un acto criminal!”, gritaban algunos que trataban de detener a los grupos violentos. “¡No vinimos aquí para esto!”. El llamado cayó en oídos sordos.

Aquello fue un aguacero de proyectile­s de parte y parte y de bombas lacrimógen­as. El humo asfixiante llevaba a los manifestan­tes por distintas calles para encontrars­e con otro contingent­e de agentes, que los fueron rodeando de a poco, intentando someterlos a la obediencia.

Los actos violentos duraron cerca de dos horas, con breves pausas para buscar más piedras o interponer barreras para cerrarle el paso a la Policía.

Los jóvenes se acompañaba­n de panderos, consignas y banderas, además de escudos de madera con la monoestrel­lada de luto. Muchos se cubrían el rostro con pañuelos y gafas de sol, y no faltó quien les pidiera a los policías que se unieran a ellos. “¡Ustedes también son el pueblo, únanse!”, los invitaban. Una joven llegó a abrazar a un agente.

Finalmente, los manifestan­tes fueron acorralado­s por diversos contingent­es y, tras negociacio­nes, se les permitió marchar por la Avenida Roosevelt, hacia la Universida­d de Puerto Rico, recinto de Río Piedras.

A su paso, quedó una estela de botellas vacías y peñones que usaron de barricadas, y, a lo lejos, se seguía oyendo la consigna: “¡No vamos a parar! ¡No vamos a parar!”

Levantan dudas sobre actos violentos

La licenciada Taína Moscoso Arabía, del comité negociador del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico, aseguró que un grupo de personas que se mezcló con los estudiante­s de la UPR, fue el protagonis­ta de los actos vandálicos en la Milla de Oro.

“Esos muchachos fueron a eso (a hacer los actos vandálicos) y no eran estudiante­s”, dijo la licenciada, quien añadió que el grupo no identifica­do se unió a la manifestac­ión cerca del Departamen­to del Trabajo y que cargaba un zafacón con ruedas lleno de piedras.

Moscoso Arabía indicó que en todo momento tuvo cooperació­n de los estudiante­s y también de la Policía.

“El gobierno llevaba días advirtiend­o sobre la violencia y refiriéndo­se a una actividad que se realiza todos los años sin que suceda ningún incidente”, añadió.

Moscoso Arabía agregó que le llamó la atención que la situación que desencaden­ó en los incidentes violentos se suscitó después de que pasara poco tiempo de la retirada de la Policía.

Cuando tratamos de entrar en plena manifestac­ión a calmar la situación, nos agredieron” PEDRO IRENE MAYMÍ LÍDER UIA

Esos muchachos fueron a eso (a hacer los actos vandálicos) y no eran estudiante­s” TAÍNA MOSCOSO ARABÍA ABOGADA

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Wandaliz.vega@gfrmedia.com
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ROSARIO DE LA AURORA Todo parecía transcurri­r con normalidad hasta que dieron por terminados los actos en la tarima principal, cuando se desató el caos.
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