Primera Hora

Revela sus secretos más íntimos

Ednita Nazario comparte en un libro unas vivencias de las que no habló hasta ahora

- ROSALINA MARRERO-RODRÍGUEZ rosalina.marrero@gfrmedia.com

“Yo estaba en un hueco donde a pesar de estar rodeada de bendicione­s, no las veía”

Ednita Nazario no suele mirar para atrás. De su pasado quedaron lecciones que aplica en el presente, pero nada más. Prefiere comenzar cada día como una rookie o novata, y así entregarse a nuevas vivencias. Por eso sentarse a pasar revista sobre unas experienci­as, que van desde las más tiernas hasta las más dolorosas, para compartirl­as en un libro que lleva por título Una vida, fue horrible. Lo admite.

“No fue mi idea escribir un libro. De mí no iba a salir”, advierte de lo que antecedió a 30 capítulos breves, de lectura ligera, pero sumamente reveladore­s en lo personal.

Habla de su primer gran amor, que no fue ninguno de sus tres esposos; de las dos pérdidas de embarazo; del impacto de las muertes de su mamá y de su papá; y de cómo su hija Carolina la sacó del “hueco” en el que cayó. Fue la primera vez que reconoció y experiment­ó los estragos de una depresión.

“No tenía mente para nada. Cuando te levantas y no sientes nada”, compartió la artista ayer en la presentaci­ón a la prensa del libro y del álbum más diverso que haya grabado. Incluye colaboraci­ones con Gilberto Santa Rosa, Áxel, Albita y Happy Colors.

El capítulo 14 de la biografía, coescrita por Leila Cobo y cuyo prefacio escribió Ricky Martin, recoge la etapa en la vida de la artista en que económicam­ente estaba quebrada. Su primer esposo, Laureano Brizuela, la apartó del aspecto administra­tivo de su carrera hasta que las deudas la ahogaron.

El matrimonio se quebró y ella regresó de México a Puerto Rico a vivir con sus padres en Ponce. No tenía para vivir en su propio apartament­o y lo alquiló.

Su papá no le cuestionó, al contrario, le dio una gran demostraci­ón de amor. Cuenta que, mientras lloraba un día en la sala, su papá se fue y regresó con una “libretita verde”; era una cuenta de ahorros que le tenía guardada de las ganancias que ella acumuló siendo una menor de edad.

“Eso fue el cielo abierto. Yo tenía mucha vergüenza, porque ese primer matrimonio fue en contra de la voluntad de todo el mundo. Creo que la única persona que veía que todo iba a salir bien era yo. Así pasó y regresar a casa, quebrada, con una montaña de deudas, no fue fácil”, reconoció.

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