CÁMARA, POR FAVOR
Recordando al querido Joaquín Monserrat “Pacheco”
Hay personas que cuando entran en el corazón de los demás su recuerdo permanece intacto, y ese es precisamente el caso de Joaquín Monserrat.
Todos lo conocimos por “Pacheco”. Un personaje creado primero para hacer reír, en sus años de comediante en Cuba, y cuando llegó a Puerto Rico. Joaquín Monserrat fue un hombre extraordinario, nacido en Barcelona, España, y amante de las artes y el deporte. Fue uno de los jugadores más valiosos del equipo de Barcelona, y siendo el de menor estatura sobresalió hasta ocupar páginas en la prensa española. Fue soldado y dominaba siete idiomas. Aunque tengo que decir que él decía que era el analfabeto de la familia pues su hermano Álvaro hablaba nueve idiomas y su padre trece. ¡Qué familia!
En Cuba fue mecánico de aviación en la compañía Air France y posteriormente entró en el mundo de los negocios donde trabajaba en un puesto de gasolina. Es allí que un productor importante, cada vez que lo veía, le decía: “Usted tiene una cara simpática para la televisión. Cuando quiera salir en ella me avisa”.
Eso no le hacía mucha gracia pues sabía que a su madre no le iba a gustar nada. Joaquín poseía un título de nobleza. Era el Marqués de Cruillas, y aunque renovaba su título, lo cierto es que jamás presumía de él, y era la persona más simple del mundo. Pero tanto insistió aquel productor que un día Joaquín se presentó en las oficinas de CMQ para saber de qué se trataba todo aquello que hablaba el cubano. Con el compromiso de no utilizar su nombre para no ofender a la familia que consideraba ese asunto de los “cómicos” como algo vulgar, nació el personaje, que emulando a Buster Keaton y haciendo varias modificaciones en el vestuario, comenzó a laborar en programas como La taberna de Pedro, muy visto en la televisión cubana. Se fue dando a conocer, y llegó al teatro y al cine donde participó en la película La vuelta a Cuba en 80 minutos.
En uno de esos caminares de la vida quedó prendado de una joven enfermera y nadadora que al parecer era la única persona que no sabía quién era ese hombrecillo. Esto lo cautivó más y decidió enamorarla para toda la vida. Así comenzó la historia de Consuelo Rubio y Joaquín Monserrat, uno de los amores más hermosos que he visto en mi vida. Ella veinte años más joven que él, y Joaquín cada día, hasta su último aliento, inventó las formas de enamorarla siempre.
Cuando llegó a Puerto Rico laboró con Gaspar Pumarejo en el programa
Pacheco, detective privado y se mantuvo en el elenco de Antillana de Televisión. Luego, Wapa le ofrece la oportunidad de animar un programa infantil, aceptó el reto y así nació Cine recreo
con Pacheco. Varias generaciones de niños nos criamos escuchando sus consejos, viendo las caricaturas que presentaba y haciéndole dibujos para que los presentara en televisión. Mañana es Día de los Padres y tenía que pensar en él. Fue un poco el padre de todos y su voz todavía resuena en el corazón de todos aquellos que escuchábamos la frase: “Cámara, por favor”.
Joaquín siempre fue transparente, honesto, vertical y vivió para los niños de Puerto Rico. Cuando nos dejó, todavía guardaba cientos y cientos de dibujos de niños en su estudio personal dentro de su casa. Era coleccionista, actor, pintor, músico, escritor, y un amigo entrañable.
Han transcurrido casi veintiún años de su partida y todavía lo siento cerca y pienso que jugaremos billar, jugaré con su cotorra y compartiré el mundo de experiencias que ese hombre vivió. Amó tanto esta isla que vivía en una calle España, y tenía en España una residencia que a la calle donde estaba ubicada le pusieron Puerto Rico en honor a él. Los meses de junio y julio los vivía en España donde simplemente era Joaquín. Los diez meses restantes era Pacheco y punto.
Su bandera fue la honestidad, la credibilidad y la sinceridad. Algún día te haremos justicia contando la historia de tu vida. Ese sería el libro que nos devolvería la fe en la niñez, y el respeto a nuestros semejantes.
Querido Pacheco: et trobo a faltar y t’enyoro.
“Mañana es Día de los Padres y tenía que pensar en él. Fue un poco el padre de todos y su voz todavía resuena en el corazón de todos aquellos que escuchábamos la frase: ‘Cámara, por favor’”