LO QUE NOS DICE LA DIÁSPORA
Normando Valentín comparte su lección aprendida tras un viaje a la comunidad Vineland en New Jersey.
“En este viaje reconfirmamos lo que dicen los demógrafos, nuestra gente se fue, pero no está lejos”
El pasado fin de semana, tuve la oportunidad de viajar a los Estados Unidos, particularmente al estado de New Jersey. Allí la comunidad de Vineland, pueblo al sur del estado, celebraba los 50 años de su Festival Puertorriqueño. Era una celebración de 10 días que culminó el pasado domingo con un desfile por diez cuadras de su avenida principal.
Para estas festividades el Comité que organizó el evento, nombró a la compañera Keylla Hernández y a este servidor como Madrina y Padrino, respectivamente. Fue un encuentro de mucha satisfacción. Fue de las pocas ocasiones donde pudimos compartir con calma con el público televidente.
Nuestra sorpresa fue mayúscula porque pocas veces podemos medir el alcance real de nuestra señal de Wapa América y su impacto en nuestras distintas comunidades en los Estados Unidos.
Ver las personas apostadas en la calle con bandera en mano y todo tipo de distintivos relacionados a la Isla, nos hinchaba el corazón. Era la manera de gritar a los cuatro vientos que no importa el tiempo o la distancia, siguen siendo parte de este 100 x 35. Todo el que me saludaba o abrazaba expresaba su deseo de regresar.
Las historias para salir de la Isla varían, pero tenían como referente común el aspecto económico. Todos salieron busjuntamente cando un mejor bienestar. No todos lo lograron de inmediato. Las historias de discrimen y desigualdad aparecían en ciertas conversaciones. Por eso el evento revestía de importancia, pues era la demostración de que habían ganado un espacio en este pueblo.
Según me contaron, esa parada con- con la de Navidad, son las dos actividades masivas de Vineland.
Por 50 años la han mantenido y debo destacar que lo hacen con gran control. La variedad musical se manifestó en la avenida Landis, se escuchaba desde el cuatro y la guitarra con sus aguinaldos hasta la salsa, el merengue y por supuesto el género urbano con sus letras estridentes. Dependiendo de la edad, era el recurso musical que lo acompañaba.
Vistosas carrozas, carros antiguos y los distintos clubes de automóviles peregrinaron por varias horas hasta llegar al punto de encuentro, un amplio parque recreativo. Allí usted encontraba quioscos de todas clases. Solo piense en la variedad de una fiesta patronal y era lo mismo que encontraba allí. Todo el ambiente rodeado de las banderas de la Isla. Ese era el único símbolo. Punto de unión y consuelo del que emigra. Aquí poco importa su creencia religiosa o a qué partido pertenece en el continente o simpatizaba mientras residía en Puerto Rico.
Las manifestaciones de cariño eran contundentes pues podían tocar, abrazar y fotografiarse con las figuras que representan el hilo umbilical que los mantiene contestado al anhelo de su regreso. Le estoy hablando de miles de personas que se reunieron para celebrar su herencia cultural.
En este viaje reconfirmamos lo que dicen los demógrafos, nuestra gente se fue, pero no está lejos. Los integrantes de la patria extendida ya no están solamente en Nueva York o en Orlando, están por todo lo ancho de la nación americana, al irse no cierran las puertas a lo que ocurre acá. Sienten padecen y extrañan a su terruño. Para ellos mi abrazo y la reafirmación de que la Isla siempre los espera.
Al salir de Vineland se me dibujó una sonrisa pues siempre es chévere tener ese encuentro cercano con nuestra diáspora.
Hasta la próxima y gracias por el cariño.