Primera Hora

El día que vi esa película

Treinta años después, “Dirty Dancing” sigue siendo icono de la cultura popular

- MARIO ALEGRE FEMENÍAS mario.alegre@primerahor­a.com

Durante las pasadas tres décadas, en algún formato u otro, siempre he tenido a la mano una copia de Dirty Dancing. Nunca ha sido mi copia de Dirty Dancing, pero tanto en la casa donde me críe como en la que ahora resido junto a mi esposa e hijos, nunca ha faltado una copia del clásico cinematogr­áfico que este mes celebra 30 años de su estreno.

Y aun así, solo la he visto completa una vez, en mayo de 2007.

Mi recuerdo más remoto del filme se remonta a fines de la década del 80 cuando en mi casa hubo una fiesta. Mientras los varones nos divertíamo­s jugando Nintendo, nuestras hermanas estaban encerradas en un cuarto viendo en el videocaset­e cómo el rebelde instructor de baile “Johnny” enamoraba con sus movimiento­s pélvicos a la ingenua “Baby”.

Los muchachos decidimos irrumpir esa reunión secreta justo cuando se empezaban a escuchar las primeras estrofas de The Time of My Life. Las nenas nos mandaron a callar y no tuvimos más remedio que ver cuando Jennifer Grey hizo su salto triunfal y fue elevada por los brazos de Patrick Swayze, provocando gritos y aplausos entre ellas.

Con la llegada del DVD, mi novia -y actual esposa- compró la primera edición en ese formato. Así fue como por vueltas de la vida, Dirty Dancing llegó a los estantes de mi colección junto a títulos como Die Hard, The Terminator, The Godfather y Star Wars.

En el 2005 me casé. La sección de películas romanticon­as en nuestra colección aumentó considerab­lemente durante los casi diez años de noviazgo, pero aún me resistía a ver Dirty Dancing.

No fue hasta que salió a la venta la edición del vigésimo aniversari­o del filme, en el 2007, que no me quedó más remedio someterme a ella. El lanzamient­o coincidió con el séptimo mes de embarazo de mi esposa y con tal de evitar un posible orzuelo, acepté cuando me pidió que la viera con ella.

Fue entonces cuando conocí a los empleados del Hotel Mountain Lake, quienes noche tras noche bailaban los ritmos prohibidos de la década del 60. Me enteré que “Johnny” no era novio de “Penny” y que el hijo que esta abortó era en realidad de “Robbie”. Observé cómo “Baby” aprendió a bailar gracias a ese adonis cinematogr­áfico, quien con “ojos hambriento­s” la enamoró. Y presencié a la pareja de enamorados realizando el paso de baile que tanto trabajo les dio practicar mientras el resto pasaba el mejor rato de sus vidas.

Ya van poco más de diez años de aquella vez que vi Dirty Dancing, cuando descubrí por qué es que se ha mantenido tan relevante dentro de la cultura popular por todo este tiempo. Como padre de una niña, segurament­e me tocará revisitarl­a en los próximos años, quizás para su trigésimo quinto aniversari­o. Es prácticame­nte un rito de paso cinematogr­áfico para cualquier jovencita de la infancia a la adolescenc­ia.

 ??  ?? El vínculo entre una chica y un instructor de baile mayor, sumado a bailes sensuales, fue el gancho del filme. RELACIÓN PROHIBIDA
El vínculo entre una chica y un instructor de baile mayor, sumado a bailes sensuales, fue el gancho del filme. RELACIÓN PROHIBIDA

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