Primera Hora

SALUD PÚBLICA EN QUIEBRA

- JAY FONSECA PERIODISTA / jayfonseca­pr@gmail.com

El columnista Jay Fonseca pone los puntos sobre las “ies” al analizar el plan médico gubernamen­tal iniciado por Pedro Rosselló y en la cuerda floja en el actual gobierno de Ricardo Rosselló.

Quizás se nos ha olvidado, pero en la década de 1990, tener una tarjeta de plan médico era tan “exclusivo” como tener un carro europeo.

Pedro Rosselló sabía que los pobres eran tratados como menos en los hospitales. El Gobierno era dueño de la inmensa mayoría del aparato de salud. El sistema Arbona era un gran sistema, pero sin dinero. El presupuest­o de salud era de cerca de $500 millones.

Bill Clinton y su esposa Hillary prometiero­n un sistema de salud federal donde nos tocaría una tonga de dinero adicional.

Alberto Goachet y otros dijeron que la tarjeta de salud era la estrategia que garantizar­ía nuevamente la victoria. Contaban con que llegarían un montón de capital para sostenerla.

Sin tener el dinero, Rosselló propuso un plan piloto en Fajardo para comenzar con la tarjeta. Casi no había empezado cuando se declaró como un éxito y se extendió a todas las regiones. Comenzaron las voces de advertenci­a de que eso arruinaría al Gobierno.

Enrique Vázquez Quintana hizo los señalamien­tos y lo sacaron del gabinete. Eliezer Curet Cuevas también levantó la voz y terminó fuera del Gobierno.

Todos los años, desde creada la tarjeta, ha operado en un déficit de entre $300 a $500 millones. El IVU completo no da para pagar la tarjeta de Rosselló, así de enorme es ese gasto.

Entonces, llegamos al Obamacare.

El Congreso aprobó un sistema de acceso a la salud para la gente pobre, pero a Puerto Rico, colonia al fin, nos dejaron para lo último. Para no tener que meterse en el tostón de la tarjeta de Rosselló, Obama nos dio $6 billones que se acaban en marzo.

Para evitar el colapso de la tarjeta de salud, Puerto Rico necesita cerca de $1 billón anual de fondos federales o la tarjeta solo serviría para echarla de combustibl­e en las calderas de Palo Seco. Ya Donald Trump dijo que no hay

bailout para Puerto Rico cuando se intentó conseguir el dinero.

Al menos un millón de boricuas se quedarían sin servicios médicos. Los doctores que quedan en Puerto Rico se verían obligados a emigrar aún más, porque los pacientes no van a tener con qué pagarles alargando aún más los tiempos de espera y las citas.

A la vez, estos fondos federales operan a forma de reembolso, por lo que si nosotros no tenemos el dinero primero, los federales no nos dan el “chenchito que nos toca”. 1.5 millones de boricuas están a meses de perder su plan médico, no hay hospitales públicos como antes y el gobierno federal está en manos de un racista que los problemas de los “mexicanos” que residen en Puerto Rico le importan poco.

El propio gobierno de Ricardo Rosselló estima que se irían 300 mil boricuas en par de meses de esto llegar a ocurrir y a largo plazo muchos más en masa; gente cuya vida depende literalmen­te de la tarjeta y se quedarían sin servicios médicos. Así de enorme es el asunto.

Ante eso, el ahora gobernador Rosselló se ideó algo genial. Convocó un frente de todos a ir a Washington, D.C. y ayudar a conseguir más fondos federales.

Para no cargar con la culpa de destruir lo que su padre creó, ahora todo el comité tiene a todos los políticos y líderes sociales allí (menos el PIP y Thomas Rivera Schatz que es más astuto en la política que las hormigas para conseguir dulces) para ir a la capital federal en una voz.

Allí Rosselló, hijo, se aseguró de que nadie lo pueda criticar cuando explote el problema y que todos tengamos que apoyar lo que sea para evitar el dantesco escenario. Y así Rosselló hijo no tiene que pagar por desmantela­r lo que su padre desde un principio empujó mal.

Y es que nunca fuimos un país rico y para los políticos seguir en el poder pintaron fábulas de obras imposibles de mantener y cuando llegó el momento de pagar las consecuenc­ias se inventan comités para que nunca sea su culpa cuando el tostón se quede sin mayoketchu­p.

“Para evitar el colapso de la tarjeta de salud, Puerto Rico necesita cerca de $1 billón anual de fondos federales o la tarjeta solo serviría para echarla de combustibl­e en las calderas de Palo Seco”

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