Primera Hora

Una sola salsa

- CAMÍNALO CANTANTE GILBERTO SANTA ROSA

Recuerdo los años de mi niñez, específica­mente, el final de los años sesenta cuando empezó a sonar la palabra “salsa”. De la noche a la mañana, la guaracha, el guaguancó, el son montuno, la pachanga, inclusive la bomba y la plena, se etiquetaba­n bajo ese nuevo nombre.

Desde entonces, comenzó la controvers­ia. La primera: algunos grandes nombres de este tipo de música mostraron gran resistenci­a al cambio de nombre. Públicamen­te, expresaban su inconformi­dad y hasta llegaron a burlarse aduciendo que “la salsa no se toca, la salsa se come”.

A medida que fue el género desarrolla­ndo, la controvers­ia seguía creciendo.

Los años setenta fueron matizados por un estilo más estridente, informal si se quiere, con una influencia innegable del jazz y el rock. Las críticas y las diferencia­s no se hicieron esperar. Entonces, los músicos y el público con tendencias más típicas criticaron fuertement­e el “nuevo sonido”.

A mediados de los setenta, el cantautor panameño Rubén Blades en una combinació­n ganadora con Willie Colón, dieron un giro de ciento ochenta grados al combinar con éxito el tema social con el ritmo sabroso y bailable, probando con esto que, los temas de índole social y más profundos no estaban en desacuerdo con el carácter de la “salsa” que ya para entonces era la reina de la música popular.

Llegaron los ochenta y a mediados de la década llegó otro fenómeno a la “salsa”. Entonces, como diría nuestro querido y recordado Cheo: “Se soltaron los caballos”. No se había visto controvers­ia mayor en años. “Salsa erótica, sensual de cama”, son solo algunos de los nombres que los detractore­s utilizaron siendo la más despectiva la “salsa monga”.

Lo más curioso es que, casi todos los grandes nombres de esta música entraron en el movimiento y, mejor aún, tuvieron éxito con este nuevo estilo de música. Los cantantes pasaron a ser “galanes que cantan” en vez de “soneros”.

Más adelante, la controvers­ia se centró en el origen de la música y los diferentes estilos que se desarrolla­ron en los diferentes países, en su mayoría, latinoamer­icanos, donde por consecuenc­ia lógica del éxito del género músicos arreglista­s y cantantes crearon su propia música.

Por último, la controvers­ia eterna entre los establecid­o y lo nuevo. Históricam­ente, la resistenci­a a las nuevas generacion­es y tendencias ha sido la orden del día. Desde menospreci­ar los movimiento­s y sus artistas, hasta las injustas comparacio­nes se repiten en cada cambio de generación.

En lo personal, lo veo todo como parte de un proceso natural de evolución. Cada cual tiene su gusto y tiene la libertad de escuchar y disfrutar de la música en el estilo de su predilecci­ón.

El desconocer o no entender determinad­o estilo o proyecto no le quita valor a los mismos ni puede anticipar el éxito o el fracaso de ningún género.

Seamos parte como artistas y público de la vigencia que mantiene la “salsa” y trabajemos en el futuro de este género que llegó para quedarse.

Ni salsa dura contra la monga, ni la gorda contra la nueva, ni la puertorriq­ueña contra la niuyorquin­a, ni la colombiana contra la dominicana...

Pa’ alante salsero, que al final somos ... una sola salsa.

¡Camínalo!

”Disfrutemo­s de la historia, agradezcam­os a las nuevas generacion­es su trabajo y su interés. Las aportacion­es al género son todas importante­s y necesarias”

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