Primera Hora

ZONAS DE INCERTIDUM­BRE

Todavía hay pueblos del centro y el suroeste que siguen incomunica­dos, por lo que se desconoce la gravedad de los daños provocados por el ciclón

- ISTRA PACHECO istra.pacheco@primerahor­a.com

YAUCO. Una familia yaucana podría estar sepultada bajo una avalancha de lodo. Las autoridade­s no tienen la confirmaci­ón porque ni con la maquinaria del municipio han podido llegar. Pero los habitantes de la casa, ubicada en la Cuesta de Sara, en el barrio Prieto, en la parte más alta de este municipio, no se fueron a refugiar. Nadie los ha visto.

Ivette Mori, oficial de la Policía, dijo que no se sabe cuándo podrían llegar hasta el lugar específico en donde estaba la casa.

“Se cayó la falda del cerro montaña abajo. No se sabe nada de ellos”, declaró.

Del mismo modo, hay miles de personas que no han podido salir, ni comunicars­e con sus familiares. El acceso por la carretera PR-2 está completame­nte inundado en dirección de Mayagüez a San Juan. Del lado contrario, que es la entrada al polo turístico promociona­do como la Puerta de Sol, los conductore­s tienen que esperar detenidos en lo que pasan carros en contra del tránsito. Luego les toca su turno a los que vienen de San Juan.

Solo hay acceso al pueblo por una de sus dos entradas, la que da al centro comercial. La otra está repleta de fango, agua y árboles caídos al punto en que el letrero que da la bienvenida a los visitantes apenas se ve. Desde ese punto también se observan cientos de plantas de plátano ahogadas.

Ese es el nivel de incomunica­ción en el que vive el pueblo del café cinco días después del paso del Huracán María por la Isla donde no hay luz, ni señal de celulares.

Y como en un deja vú las calles de la urbanizaci­ón Luchetti, al lado del río del mismo nombre, están repletas de fango luego de que el río se saliera de su cauce y prácticame­nte se quedó con la zona, al igual que ocurrió en el 1974 con el paso del huracán Eloísa.

Zaida de León, una mujer de 74 años, que vive en esa urbanizaci­ón ayer por fin pudo entrar a su casa, pero necesitó que la transporta­ran en un camión de los que tienen pala mecánica. Solo pudo sacar una muda de ropa enfangada y dos cacharrito­s para tomar agua. Aunque entiende que se perdió todo lo que había en el interior de su hogar, da gracias por estar viva.

“Todo eso es material… ahora yo le doy una enjuagadit­a a esto, tengo dos mahones y unas chanclas nada más, pero tengo a mis hijas” y a su esposo, dijo de León quien tenía los pies cubiertos de fango.

Su nieta, Yaniell Taveras, de 26 años, estaba mucho más impresiona­da.

“Yo nunca había vivido algo así y es bien fuerte… Queríamos ver cómo estaba la casa y es una cosa increíble cómo todo se salió de sitio. Todo está desordenad­o, es bien triste”, expresó sin poder contener el llanto. “Yo me los voy a llevar (a mis abuelos) conmigo a Mayaguez”, añadió.

Milagros Sotero se mudó de la urbanizaci­ón Luchetti hace algunos años porque le tocó vivir la pesadilla de Eloísa. En esta ocasión observó el efecto devastador del río, pero desde la otra orilla en una casa mejor resguardad­a.

“En Eloísa nosotros nos trepamos en el techo de la casa y eso no avisó. Aquello fue como a las 5:00 de la mañana y fue bien horrible. Yo pasé en el techo ocho horas con un bebé de un año y después… nos sacaron con sogas. Con todo y eso, éste fue peor porque subió más el río. De lo que yo vi llegó como a un pie de tapar las casas del lado más bajito”, indicó.

Mientras, lo que le preocupa a Ramón Oliveras, un estudiante de 24 años, también residente de la urbanizaci­ón, es que los vándalos están aprove- la destrucció­n para entrar en las casas y robar. Hace dos noches, unos vecinos armados hicieron múltiples tiros al aire para tratar de ahuyentar a los pillos.

“Solo hay un guardia allí (frente al puente que cruza el río) por el día que te impide pasar en carro, pero por la noche se va y dejan esto abandonado”, declaró.

De otro lado, en la escuela superior Loaíza Cordero quedaban 25 personas que aun no pueden regresar a sus hogares, de las 336 que legaron el día del huracán, informó Mori.

Una de esas es doña Blanca Vera, una mujer de 82 años, quien vivió más de 40 años en Estados Unidos y compró una casita en la urbanizaci­ón Luchetti en el 2005.

“El banco me prestó. Para ellos no había problema en darme el dinero, aunque fuera inundable… y todavía la debo”, lamentó Vera, quien estaba ansiosa, además, porque no sabía de sus hijos. Ayer intentó que su hija Griselle, quien vino a vivir con ella hace un año, enviara una carta para entonces enterarse de que ni el correo estaba funcionado.

“No se puede vivir ahí… mi casa es una de las más afectachan­do

Se cayó la falda del cerro montaña abajo. No se sabe nada de ellos”

IVETTE MORI

OFICIAL DE LA POLICÍA

“Yo nunca había vivido algo así y es bien fuerte… Queríamos ver cómo estaba la casa y es una cosa increíble como todo se salió de sitio. Todo está desordenad­o, es bien triste”

YANIELL TAVERAS

26 AÑOS DE EDAD

y es horrible. Está llena de fango y escombros, casi no se podía entrar”, dijo.

En Ponce...

En Punta Diamante en Ponce, nada brillaba. Miguel Rosario contó que se refugió el día del huracán en una casa de cemento que no estaba en uso, muy cercana a la suya que le prestó su hermana. Aunque tomó previsione­s, resguardó sus animales y tapó todo lo que pudo en su casa de madera, desde su refugio vio cómo el viento le llevó parte del techo y destrozó las casas de sus vecinos.

La impotencia fue terrible. Ahora siente que no puede abandonar su hogar cuyos cimientos ahora están desafiando la gravedad y desplazado­s, debido a que se trata de “un sector olvidado por todos” donde a plena luz del día le robaron la nevera a un vecino que la había sacado de la casa para que se secara.

“La casa quedó en pie, pero no aguanta”, indicó.

Su esposa Ivelisse Rivera no quiere pensar en lo que vivieron el día del huracán. También se siente molesta porque nadie del municipio ha pasado a preguntarl­es si necesitan algo.

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ALARMANTE
Arriba, las aguas no han llegado a su nivel, por lo que varias personas son movilizada­s en una pala mécanica. A la izquierda, doña Blanca Vera, de 82 años, refugiada en Yauco y cuya casa quedó cubierta de fango en la urbanizaci­ón...
SITUACIÓN ALARMANTE Arriba, las aguas no han llegado a su nivel, por lo que varias personas son movilizada­s en una pala mécanica. A la izquierda, doña Blanca Vera, de 82 años, refugiada en Yauco y cuya casa quedó cubierta de fango en la urbanizaci­ón...
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