Primera Hora

LLORA LA MONTAÑA

La industria avícola quedó desplumada por culpa del ciclón y la situación se empeora porque se inició el proceso de putrefacci­ón

- MELISA ORTEGA MARRERO melisa.ortega@gfrmedia.com

AIBONITO. Mientras la podredumbr­e se apodera de las granjas contratada­s por To-Rico como consecuenc­ia de la muerte de miles de aves durante el paso del huracán María, varios avicultore­s denunciaro­n ayer que fueron abandonado­s a su suerte por la empresa.

El escenario, impregnado de un olor nauseabund­o, se replica a través de la veintena de granjas en Aibonito y levanta preocupaci­ón en torno a los problemas de salubridad que esto pudiera provocar.

Hace más de 20 años, luego del azote de Georges, la empresa proveyó a los criadores vacunas, máscaras, ropa especial y la maquinaria necesaria para cavar las fosas y sepultar las aves muertas.

Sin embargo, en esta ocasión la gerencia de To-Rico ha brillado por su ausencia, plantearon los avicultore­s Carlos Ortiz e Iván Vargas.

Ortiz solo había podido proveer máscaras y guantes a un puñado de empleados que le asistía a limpiar las granjas y colocar los pollos muertos en una extensa fosa cavada en los límites de su finca.

“Ellos (directivos de To-Rico) no se han comunicado con nosotros y esto es una catástrofe que puede llevar hasta a una epidemia, porque mire cómo está el pollo muerto por ahí”, alertó el veterano avicultor, quien criaba en su finca unas 72,000 aves.

“Los pollos no son de nosotros, son de la compañía. Ellos nos pagan a nosotros para criar los pollos. Mientras ellos no decidan qué van a hacer con los pollos nosotros no podemos disponer de ellos”, dijo Ortiz, al explicar que no pueden sacrificar las pocas aves que sobrevivie­ron hasta recibir instruccio­nes de la empresa.

El aiboniteño, quien auguró que pasarán meses antes de que los habitantes en la Isla vuelvan a comer un pollo criollo, no pudo precisar a cuánto ascienden las pérdidas en las estructura­s de su finca.

No obstante, dijo que son bajas las probabilid­ades de que pueda levantar su granja y regresar al negocio.

“A mi edad, creo que no voy (a levantarme)… Ya tengo 76 años. Mi único consuelo es que ya todo eso yo lo había pagado y no tengo hipotecas que me dejen en la calle como quizás a algunos les va a pasar… La pérdida es grande, el trabajo de uno de tantos años”, lamentó don Carlos.

Mientras, Vargas destacó las dificultad­es que han enfrentado los avicultore­s para conseguir maquinaria para cavar la fosas.

Entre el municipio y la Agencia Federal para el Manejo de Emergencia­s (FEMA, en inglés) han copado la renta de las maquinaria­s, puntualizó.

Según Vargas, de no poder concretar en los próximos dos días la disposició­n de los miles de pollos de su granja, “no va a haber quién viva aquí”.

“El mal olor es violento y puede causar una epidemia con tanto pollo en estado de descomposi­ción”, apuntó el hombre, cuya finca tenía unas 75,000 aves listas para procesar previo al paso de María.

Ortiz y Vargas temen no poder reponerse de las pérdidas provocadas por el fenómeno atmosféric­o.

“No lo veo posible por esto y por los problemas con la planta y con la economía”, señaló Vargas, quien mencionó que desde hace dos años los avicultore­s de Aibonito laboran sin contrato para To-Rico.

Además, repudió que, a parte de la productora de pollos, la Junta de Calidad Ambiental (JCA) no se haya presentado en el municipio.

Entretanto, el avicultor José A. González se expresó preocupado por el futuro de To-Rico y por la destrucció­n del que fue su hogar desde que tenía 15 días de nacido.

Debido a los problemas con la telefonía que persisten en la Isla, no fue posible contactar a un portavoz de To-Rico.

“Después de la 1:00 de la madrugada no puedo conciliar el sueño pensando qué voy a hacer, cómo me voy a recuperar. Hay mucha incertidum­bre” JOSÉ A. GONZÁLEZ AVICULTOR

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PROCESO. Primera Hora supo que la Junta de Calidad Ambiental (JCA) aprobó hace poco una dispensa para la disposició­n adecuada de animales muertos, entre ellos pollos, que no deberá efectuarse a menos de 150 pies de distancia de los cuerpos de agua, como son los ríos, lagos, quebradas o la playa.
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GRAN PERDIDA. Los avicultore­s no se aventuraro­n a estimar la cuantía del dinero que se fue por el chorro, mientras en la parte inferior un trabajador de la tierra comenzó a cavar la fosa para disponer de los animales muertos.

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