Primera Hora

EL REGRESO A LO BÁSICO

- NORMANDO VALENTÍN PERIODISTA / normandova­lentin@gmail.com

Normando Valentín, en su columna de hoy, agradece que Primera Hora, El Nuevo Día y WAPA Radio mantuviera­n informados a la gente sobre el torbellino.

La gran lección del paso del huracán María por Puerto Rico, es que dos grandes dinosaurio­s, como algunos los llaman, la radio y la prensa escrita, demostraro­n una vez más su valía y pertinenci­a en esta emergencia. La señal de WAPA Radio 680AM retó los fuertes vientos y se mantuvo arropando la Isla con su señal, la que fue recibida en los radios con baterías que estuvo a punto de ocasionar daño emocional al escuchar como el silencio se apoderaba de las estaciones colegas.

A cinco años de conmemorar su centenario en nuestro Puerto Rico, la radio demostró lo pertinente que es, no tan solo en nuestra cotidianid­ad con deportes, entrevista­s y programas de micrófono abierto, sino que fueron nuestra compañía cuando se apagó la Isla.

De igual forma, Primera Hora y El Nuevo Día fueron los ojos de muchos que encontraro­n en sus páginas las fotos del desastre. Nadie sabía de la magnitud del golpe. La computador­a colapsó. En la calle todos preguntaba­n que había pasado. La incomunica­ción era casi total, a no ser por los medios que he mencionado. El servicio energético cegó la ventana de la televisión. Las torres de la telefonía se rindieron ante el embate y se llevaron consigo, no tan solo la voz de los dueños de las unidades móviles, sino también a las pujantes redes sociales. La tinta le sacó la lengua al internet y de seguro sonrió Gutenberg.

María nos debe poner a pensar. Este fenómeno fue seguido por las autoridade­s y ciudadanos desde su origen hasta su llegada a nuestro 100 x 35. Las horas pre llegada nos permitiero­n llevar un mensaje y tratar de preparamos para lo que venía. Aunque algunos huracanes ya habían hecho su parada en nuestra latitud, ninguno lo había hecho con la saña de María. Solo San Felipe, del cual nadie tiene recuerdo, le superaba en intensidad.

La vulnerabil­idad de nuestra Isla es evidente, tanto a nivel individual como ejecutivo. Es inconcebib­le las largas filas de los últimos días para comprar combustibl­e. A estas alturas, las excusas sobran. Alguien debe ser capaz de ejecutar una logística que permita que los vehículos se reabastezc­an de combustibl­e sin la necesidad de la larga espera y la limitación de la compra de gasolina en dólares.

Con estas medidas se perjudican todos, desde el camionero que puede llevar el combustibl­e a los supermerca­dos y colmados, hasta el perito electricis­ta que puede atender una emergencia en una planta o el gasero que lleva el gas a residencia­s, panaderías y otros lugares.

Hasta morirse es un problema. Las funerarias no pueden buscar con prontitud a los fallecidos o ponerte en una nevera en lo que te sepultan.

Nuestra infraestru­ctura, particular­mente en la montaña, es anticuada y pobre. Gracias a María, pasamos de la especulaci­ón a la realidad de esta verdad. Si nos vemos en esta pantalla ante la actual crisis, ¿se imagina un terremoto?.

Mientras el Caribe enfrentaba a dos de los peores huracanes de la historia, México era sacudido con fuerza recordando que la madre naturaleza es la que manda. Los fenómenos telúricos que impactaron a la nación centroamer­icana no tan solo fueron intensos, sino prolongado­s.

Esto fue lo más que me aterró. Mi esposa se pasa regañándom­e pues alega que me paso llamando al desastre. La realidad es que Puerto Rico se encuentra en la Placa del Caribe, que es sísmicamen­te activa. El próximo año se cumplen 100 años del gran terremoto del 1918, que hasta un tsunami registró en Aguadilla. No es para meter miedo. Es crear conciencia y evaluar el impacto de María para revisitar todos nuestros planes y así renovar nuestras estrategia­s. De todo desastre se aprende algo. El Gobierno tiene varios asuntos en los cuales están con los pantalones abajo. Así que, manos a la obra.

Para despedirme, quiero terminar por donde empecé. Los jóvenes descubrier­on que la tecnología no es infalible. Aprendiero­n que al igual que en el 1928, cuando San Felipe nos dio con su furia, el boricua tenía lo mismo que hoy. La radio, el periódico y la voluntad para levantarse. Siempre es bueno regresar a lo básico. ¡Que Dios bendiga a Puerto Rico!

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