Primera Hora

MONTAÑA CORONADA DE CASAS SIN TECHO

En la comunidad El Cerro en Naranjito María dejó sin hogar a muchos

- BRENDA I. PEÑA LÓPEZ brenda.pena@gfrmedia.com

NARANJITO. La vivacidad que proyectaba la comunidad El Cerro desde el desvío Mariano Cotto se apagó como muchos otros escenarios de Puerto Rico, tras el paso del huracán María.

Pero no solo la variedad de verdes que exhiben las casitas de esa zona luce diferente sobre la falda de la montaña, teñida desde el pasado miércoles en tonos sepia, sino también los rostros de su gente.

Una semana después del embate del poderoso ciclón tropical, los residentes de esa vecindad, marcada por la pobreza, hacían lo que podían para rescatar las pocas pertenenci­as servibles de un sinnúmero de viviendas que se volvieron nada.

“No contaba con esa fuerza de ese huracán. Yo creo que con lo que no contábamos fue con lo lento que pasó por la Isla, porque pasó sumamente lenta. Yo creo que si hubiera tenido más velocidad al pasar, hubiéramos sobrevivid­o y hubiéramos tenido, no solamente nosotros, sino mucha otra gente, las propiedade­s en su sitio”, expresó Miguel Archilla, de 35 años.

De su hogar solo quedaron pedazos de madera y otros escombros.

Pero al dolor que Miguel carga en su mirada por su casa destruida, se suma el de ver las viviendas de su madre y una hermana completame­nte inundadas, y las de su otra hermana y su hija, sin techo.

“La mía, que era en la parte de arriba, cayó encima de la otra casa de mi hermana, que le destruyó el techo y varias planchas de zinc se le fueron. Se le inundó la casa a la hermana mía. La mía quedó totalmente destruida. A la de mi otra hermana, se le fue todo el techo de la sala, se le fue todo el cuarto y eso se perdió por ahí para abajo. Eso no se vuelve a ver más. Y la otra casita, que era para la hija mía, que está embarazada y se estaba preparando, se le fue la mitad del techo”, detalló.

La mayor preocupaci­ón de Miguel en este momento es que lo poco que les quedó tras el sistema ciclónico les sea arrebatado.

“Ahora mismo, mi mamá se mete en la casita de ella porque no quiere que se metan en la casa y le lleven lo poquito que le queda. La mayoría de las autoridade­s están ahora en los puestos de gasolina para darles refuerzo. Mientras ellos están allá, lógicament­e, todo lo demás se queda solo. Siempre hay insegurida­d, siempre hay dos o tres que se dedican a hacer el daño”, sostuvo.

A pesar de su tristeza, el hombre se mantiene aferrado a su fe. Esa es el único remedio posible para él ante la destrucció­n dejada por María.

“La única solución que yo veo es tener fe y nunca quitarme, y según lo hice una vez, volverlo hacer otra vez”, subrayó.

El Cerro se compone de algunas 450 estructura­s. Sobre la mayoría de ellas, hay viviendas construida­s de maderas que no soportaron la fuerza del huracán, como la de Héctor Luis Morales, quien se encontraba en la suya cuando el techo se desprendió.

“Eso fue como si hubiesen cogido un pedazo de papel de aluminio, lo hubiesen ‘esparracha­do’ y lo hubiesen tirado hacia arriba”, describió.

Además, expresó que su mayor temor en este momento, y que es el mismo de la mayoría de los puertorriq­ueños, es carecer de agua y gasolina.

Al menos, con el agua, los residentes se las han ingeniado, colocando tubos de “pvc” y planchas de zinc en algunos ojos de agua y la quebrada para facilitar su recogido. También se bañan allí y lavan su ropa.

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Los residentes en el Cerro reconocen el mucho trabajo que tienen los gobiernos municipal y estatal en esta crisis por el ciclón, por lo cual decidieron ellos limpiar las calles y estructura­s, y recoger los escombros.
SIEMPRE UNIDOS Los residentes en el Cerro reconocen el mucho trabajo que tienen los gobiernos municipal y estatal en esta crisis por el ciclón, por lo cual decidieron ellos limpiar las calles y estructura­s, y recoger los escombros.

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