Primera Hora

GRAVE LA FALTA DE LUZ PARA LOS ANCIANOS

Residentes en una égida en Barcelonet­a expresan su temor ante los peligros a los que se sienten expuestos sin los servicios esenciales

- MILDRED RIVERA MARRERO mildred.rivera@gfrmedia.com

BARCELONET­A. En la égida Golden Living el ambiente se transforma a partir de las 6:00 de la tarde.

Después de esa hora, muchos residentes sacan sillas y “picadera” para el pasillo, hablan y juegan dominó, en lo que se puede idealizar como el regreso a una costumbre comunitari­a de antaño.

Sin embargo, la realidad es que la nueva costumbre llegó casi impuesta por la profunda oscuridad que tienen en los apartament­os y áreas comunes y que atenta contra su seguridad, tras el ciclón María.

La razón es que la compañía Star Management, que administra ese edificio de vida independie­nte para adultos mayores, solo enciende la planta por tres o cuatro horas por las mañanas y el resto del día los residentes se quedan sin electricid­ad ni agua.

Por las noches, los pasillos y las escaleras se quedan como boca de lobo.

El pasado fin de semana, los residentes no tuvieron luz desde el sábado a la 1:00 de la tarde hasta el domingo a las 3:00 de la tarde, lo que supuso dificultad­es para hacer sus quehaceres y, más importante, preparar alimentos, denunció la residente Gladys De León.

“Si de noche hay una emergencia, que le pase algo a un paciente, ¿cómo vamos a ba- jarlo?”, planteó Luz Santiago al referirse a la falta de ascensores a esas horas y la dificultad de bajar por las escaleras a oscuras.

“Se queda todo negro. El peligro más grande que tenemos es seguridad”, agregó De León, en alusión al riesgo de caminar por los pasillos o escaleras en las noches, así como al peligro que representa el portón, que se queda abierto.

Además, en el lugar no hay guardia de seguridad.

“Yo alumbro a todo el mundo con mi linterna por las noches”, afirmó la residente, quien llevó a este diario al sexto piso para mostrar el hueco vacío que hay al final del pasillo, donde estaba la ventana que fue arrancada por el huracán.

De camino a ese punto, en el que también se dañó el plafón, el piso está adornado con largas extensione­s de color anaranjado, que usan para conectar las neveras cuando tienen luz y que representa­n un enorme riesgo de caídas.

De León también llamó la atención a la dificultad que supone no tener la planta prendida más horas al día cuando llega el camión cisterna del municipio a entregarle­s agua.

“Yo soy de las más saludables aquí y tengo que subir el agua por la escalera, pero aquí hay muchas personas que no pueden hacer eso”, indicó De León.

“Nosotros estuvimos tres días sin tomar agua, y yo tomo medicament­os”, denunció, Genoveva Medero.

La residente hizo las declaracio­nes porque ayer fue la primera vez que la administra­ción les repartió agua para tomar: tres botellitas por persona.

Minutos antes de que los residentes hicieran sus denuncias, la administra­dora Wilda Colón dijo que en la égida viven 100 personas, pero que ahora hay 65 porque las demás se han ido con sus familiares.

Explicó que tienen una cisterna de 35,000 galones de agua, que el miércoles se rellenó.

Con relación al generador de electricid­ad, sostuvo que el tanque estaba full de diésel porque la compañía que administra el lugar envió el combustibl­e, pero que la encienden unas horas al día.

Cuando se le preguntó si el lugar tiene luces de emergencia, debido a la oscuridad en la que se quedan los residentes en la noche, señaló que no hay, pero que en el edificio hay vitrales porque “el proyecto está diseñado para ahorrar energía”.

Sobre las agencias del gobierno central, Colón indicó que el miércoles los visitaron funcionari­os de Vivienda y llevaron las botellitas de agua para tomar que repartiero­n ayer, así como meriendas.

Mientras conversaba, la trabajador­a social de la égida preparaba comida para repartir entre los residentes.

Algunos, como Nelson Nieves y Luisa Cordero, expresaron satisfacci­ón con los servicios que brinda la administra­ción de la égida y alabaron que les cocinaran, pero otros lamentaron que no todos se enteran de que hay comida porque no se anuncia.

“Hace dos días que están cocinando. Dos días nada más”, aseguró Nélida Hernández.

Ante la necesidad de servicios de salud con la que quedó Barcelonet­a luego del temporal, el médico de familia Luis Medina decidió mudarse para allá con todo y sus hijos durante una semana.

Él, su hijo Luis, estudiante de medicina dental, y su hija, Arelis, enfermera práctica, están atendiendo gratuitame­nte a los residentes.

“Nosotros hacemos misiones fuera de Puerto Rico y ¡cómo no vamos a hacer misión aquí! Un paciente mío me dijo que había mucha necesidad y vinimos”, explicó el galeno.

“Hemos visto situacione­s de depresión, ansiedad”, y se ha coordinado la compra de medicament­os en una farmacia a la que la trabajador­a social lleva las recetas, indicó.

Señaló que también ha visitado personas en sus hogares y que atendió a una persona cuadripléj­ica, que tenía una gastrostom­ía y que “se ha afectado mucho por la falta de ventilació­n”.

Parte de su labor, expuso, fue hacerle recomendac­iones a los familiares sobre el cuidado que deben tener para evitar el desarrollo de úlceras.

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Varios de los residentes han tenido que utilizar linternas de baterías para iluminar las noches oscuras y así evitar posibles golpes o caídas.
LUZ ARTIFICIAL Varios de los residentes han tenido que utilizar linternas de baterías para iluminar las noches oscuras y así evitar posibles golpes o caídas.

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