Primera Hora

CABO ROJO: SIN SUS SALINAS, EN NECESIDAD Y DEFORESTAD­O

Regiones turísticas del municipio muestran estragos del huracán como si hubiera sido ayer

- ISTRA PACHECO ipacheco@primerahor­a.com

CABO ROJO. La punta suroeste del país fue -en teoría- una de las menos afectadas por el paso del huracán María.

Sin embargo, a un mes del impacto todavía están visibles las decenas de casas sin techo, la deforestac­ión de importante­s zonas de mangles, la drástica reducción de lo que un día fueron enormes salinas, y sobre todo, la necesidad de las personas que perdieron todo.

“Esto no tiene remedio. (Con) esto no se puede hacer nada… tendremos que hacer un cuartito al lado de allá, esos son los únicos planes que tengo”.

Así es como Néstor Montalvo Vélez y su esposa Gloria González resumen la devastació­n en su hogar, ubicado en una loma de las Parcelas Elizabeth en el barrio Puerto Real.

La casa era de madera y quedó reducida a escombros.

Con nostalgia, Néstor observaba los gabinetes en el piso, la ropa que no pudo resguardar, los muebles revueltos, luego miró a su esposa y recordó que junto al padre de ella construyer­on la casa.

Por fortuna, hacía varios años que construyer­on al lado un cuartito y una pequeña sala en cemento donde, prácticame­nte, no caben, pero se ha convertido en su refugio.

Aunque de la alcaldía no han pasado por allí, y el matrimonio tiene que ir a hasta el centro de convencion­es para tener provisione­s, entienden que la necesidad es mucha y las autoridade­s no dan abasto para todo.

En el área de Joyuda, Josué Marty Rodríguez salió a tiempo de su casita de madera frente al mar y se refugió en la escuela Luis Muñiz Souffront al otro lado de la calle.

Allí pasó el huracán gracias a que el exdirector del plantel le dio la confianza y las llaves de un salón por si le faltaba algo.

Desde la escuela, Josué vio cómo las olas arropaban su hogar. Cuando la tempestad bajó, pudo observar lo que nunca antes: el cemento del área alrededor de la casa estaba arrancado en pedazos fuera de lugar y los cimientos de toda la hilera de estructura­s socavados.

“Yo pasé muchos huracanes, marejadas que llegaron hasta el frente pero nunca, nunca yo había visto una cosa tan terrible. Se veía cuando el mar… rompía (todo)… Yo trabajaba de gratis aquí (en la escuela), cuando el conserje no venía, yo venía… Dos días antes el director me dio las llaves de este salón y gracias a él es que estoy vivo, si no, yo me hubiera quedado en mi casa”, relató quien está en compañía de su perra Renata.

La comida la resuelve gracias a distintas iniciativa­s de voluntario­s que le han llevado algunos suministro­s. Con lo poco que ha conseguido y los troncos de árboles, inventó un fogón en donde cocina.

A pocos pasos de allí, Peggy Marty decidió colocar una enorme bandera de Puerto Rico en el balcón de su casa co- mo un símbolo de resistenci­a. La mujer dice que se crió en Joyuda y cuando regresó tras el paso del huracán tuvo la suerte de su casa seguía allí.

“Pero ver todo esto te deja heridas en el alma”, aseguró sin poder contener las lágrimas.

En el área de Boquerón se apreciaba muchos negocios cerrados, pero había movimiento y ánimo en los pocos que estaban abiertos.

El balneario estaba casi vacío y lo más que llamaba la atención eran tres veleros que encallaron en la arena.

En el agua había tres personas que se aventuraro­n a meterse: Ileana Rivera, su esposo Luis Christian y el amigo de ellos, Ángel “Bambi” Vargas.

Según contaron, se trataba del primer día en que el agua volvía a estar cristalina, por lo que no temían que estuviese contaminad­a.

“¡La playa está espectacul­ar!... Nos da pena que haya sufrido, pero por otro lado, es tan curioso. Los botes los deberían dejar como atractivo, turísticam­ente hablando”, dijo Ileana, quien asegura que en poco tiempo la zona se va a recuperar.

“El renacer de Puerto Rico implica que amamos a Puerto Rico, que lo vamos a cuidar esta vez, que vamos a empezar en cero, con disciplina y no con tirar basura, mucho menos en una playa tan linda como esta”, afirmó la mujer llena de optimismo.

En el Bosque Estatal de Cabo Rojo, declarado refugio de pesca y vida silvestre y considerad­o uno de los recursos más importante­s del País, los mangles seguían quemados, sin hojas, con un paisaje apocalípti­co.

Del mismo modo, tampoco se aprecian las enormes montañas de sal de la fábrica que está en ese camino al faro Los Morrillos.

El restaurant­e y las pequeñas hospedería­s de la zona también parecían desérticas.

Hay que vivir el día a día… ¿Cuándo mi barrio se recuperará como tal?

¡Wow!, pues ya muchos han empezado poco a poco. Tal vez se tarde cinco o seis meses”

PEGGY MARTY RESIDENTE JOYUDA

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DE RUTA
El balneario de Boquerón estaba casi vacío en el fin de semana y lo más que llamaba la atención eran tres veleros que encallaron en la arena, sin saber cuál era su procedenci­a.
Tonito.zayas@gfrmedia.com FUERA DE RUTA El balneario de Boquerón estaba casi vacío en el fin de semana y lo más que llamaba la atención eran tres veleros que encallaron en la arena, sin saber cuál era su procedenci­a.

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