SU CASA, FUE CASA DE TODOS
Don Maximino Díaz fue ejemplo de bondad al albergar más de 40 personas en su hogar ante el peligro que representaron las inundaciones en el barrio Ingenio en Toa Baja
TOA BAJA. Don Maximino Díaz nunca pensó que se convertiría en uno de los héroes de su vecindario en el barrio Ingenio durante el paso del huracán María por Puerto Rico.
De hecho, el hombre de 73 años de edad ni siquiera se suponía que estuviese en su casa ese difícil 20 de septiembre, pues su hijo Maxye le había indicado que abandonara su residencia de dos pisos y que se fuera con él para que no pasara el fenómeno atmosférico solo y en un área inundable.
Pero don Maximino se negó rotundamente a irse de su casa, desconociendo en ese momento que el destino le tendría en agenda la tarea de ayudar a salvar las vidas de todos sus vecinos inmediatos.
Y es que fue el segundo piso de su casa el lugar que terminó siendo el refugio de 44 personas –algunas de las cuales todavía permanecen allí– y hasta cerca de 30 perros en medio del paso del huracán cuando la represa La Plata tuvo que ser abierta sin que los residentes del área se enteraran y el golpe de agua anegara casi toda la calle donde vive con más de ocho pies de profundidad, y arrastrara todo lo que encontraba por el medio.
“Me acuerdo que el agua empezó a bajar por la calle, pero no me imaginaba que iba a subir tanto y tan rápido. En lo que uno reaccionó ya tenía el agua a nivel del muslo. Vino una ola bien grande bien alta, bien sucia”, relató a Primera Hora Carmen Cordero, una de las vecinas que buscó refugio inmediato en la casa de don Maximino esa tarde del huracán.
“Esto se inundó en menos de 10 minutos”, agregó William Erazo, otros de los vecinos.
De repente, una pareja con un bebé de tres meses de nacido se asomó al portón de don Maximino a solicitar alojo, a lo que éste accedió sin pestañear.
“Los primeros en llegar fue un familia con un bebé de tres meses y la muchacha me dijo “Ay, que no se me ahogue’. Yo le abrí la puerta rápido. ¿Cómo no? Mi casa está en una lomita un poquito más alta que los demás, pero el agua eventualmente también comenzó a inundar mi primer piso y ahí cogimos la escalera de la parte de atrás de la casa para ir al se-
gundo piso”, indicó el hombre.
Poco después empezaron a llegar muchos más, algunos a pie, otros hasta en kayaks y algunos cargados sobre los hombros de Erazo y de Ángel Mejías, quienes se dedicaron a socorrer a otros, incluyendo a dos envejecientes encamados.
“No había más nada. No había a dónde ir. Y había que caminar y pelear contra la corriente. Había varios remolinos que se formaron”, recordó Iris Oquendo.
“Para colmo, por ahí bajaron neveras, planchas de zinc, zafacones, ramas. Nos movimos arriesgándonos”, agregó su esposo, Ismael Arrocho.
Luego unos vecinos adyacentes prestaron sus kayaks para que fueran utilizados para rescatar a algunas personas y traerlas a casa de don Maximino poco a poco.
“Aquí hasta se trajo a una señora encamada de 90 años y a otro señor de 67”, indicó Maximino.
“A la señora de 90 años el agua ya hacía que su mattress flotara cuando llegamos a su casa. Improvisamos una especie de camilla y la cargamos hasta acá. También sacamos a otro señor encamado cargándolo encima de nuestra cabeza y con el agua al nivel del pecho”, contó Erazo sobre su labor junto a Mejías.
Yaritza Salcedo fue la última en arribar a la casa del buen samaritano junto a su esposo y con el agua, literalmente, hasta el cuello.
“Fue difícil llegar con toda esa presión del agua, pero estamos vivos”, dijo Salcedo. “No es fácil hablar de esto. Vienen recuerdos de tratar de salvar tu vida, de tratar de salvar a otros”.
Pero las 44 personas no fueron las únicas en ese segundo piso, pues muchas también llegaron con sus mascotas.
“Aquí se salvaron mascotas que no tienen idea. No se podían dejar en la calle. Se ahogaban. En la guagua de mi hijo amarramos a un pitbull. Ese día no había enemigos ni rencillas en el vecindario. Todo el mundo era amigo. Hasta los perros se llevaron bien ese día y había perros de todos los tamaños”, recordó don Maximino.
“Con 44 personas dentro de un segundo piso, muchos se quedaron parados, otros sentados. Pocos podían acostarse”.
Pero eso era lo de menos. Lo importante era que todo el mundo estaba sano y salvo.
“Papá Dios dejó aquí (a don Maximino) para que nos cuidara”, expresó Cordero.
“Yo le doy gracias a Dios que estuve aquí y ellos lograron pasar. Salvaron sus vidas, que es lo más importante. Tengo mucha satisfacción por eso”, agregó don Maximino.
La odisea posterior
Pero si el día del huracán fue difícil, los días siguientes a la catástrofe nacional no fueron mejores y eso incluyó a los vecinos del barrio Ingenio, que no solo perdieron sus pertenencias, sino también gran parte de los alimentos que tenían.
“Nuestras casas estaban asquerosas. Cuando bajó el agua, ese babote se incrusta y es bien difícil sacar. Y si no tienes agua, peor”, dijo Salcedo.
“Yo encontré mi nevera en el piso y perdí todo. Varios vecinos buscamos qué podíamos salvar, especialmente alimentos para poder comer porque el día del huracán no había qué comer. Luego rescatamos algunos ‘mattress’, que los pusimos a secar al sol y ahí dormimos”, dijo, por su parte, María Fonseca.
Poco después apareció Maxye, hijo de don Maximino, quien al darse cuenta de la situación ocurrida en la casa de su padre se dio a la tarea de buscar ayuda con el alcalde de Toa Baja, Bernardo “Betito” Márquez.
“Al inicio fue una lucha. Los empleados municipales parece que no habían salido del ‘shock’. No estaban preparados y estaban pensando todavía en la logísitica de cómo hacer las cosas. Yo les dije que por lo menos fueran allí a darle un abrazo a esa gente que lo habían perdido todo, si es que no podían conseguirle agua o comida para ellos”, relató Díaz.
“Afortunadamente, los dos hijos del alcalde fueron más proactivos. La hija de ‘Betito’, por ejemplo, es parte del grupo de Iniciativa Comunitaria que dirige el senador José Vargas Vidot y ellos nos trajeron comida y agua y vienen cada tres días. Los otros días hasta dieron una charla de cómo purificar el agua y de cómo evitar epidemias. El alcalde también se ha encargado de enviar desayunos, almuerzos y compritas para que ellos cocinen allí”.
Los vecinos indicaron que al día de hoy FEMA todavía no ha pasado por allí y aun más de una docena de personas sigue pernoctando en la residencia de don Maximino, incluyendo un encamado que recibe asistencia de un familiar y de una enfermera del municipio.
Ese día no habían enemigos ni rencillas en el vecindario. Todo el mundo era amigo. Hasta los perros se llevaron bien ese día”
MAXIMINO DÍAZ
DUEÑO DEL HOGAR DONDE REFUGIÓ A 42 PERSONAS DURANTE EL PASO DE MARÍA