EL MAYOR PELIGRO EN LAS MARÍAS SON SUS CARRETERAS
Lluvias y constantes derrumbes mantienen las vías poco seguras para los residentes
“Vivo en el campo y bueno… en el camino… hay tremendos barrancos. Hay peligro. Las calles no están seguras. Han hecho todo lo posible, pero no están seguras”
IRMA ORTIZ LÓPEZ RESIDENTE EN EL BARRIO PALMA ESCRITA
LAS MARÍAS. Las complicaciones que provocó el huracán María han mejorado en este pueblo, pero sus accesos todavía no son seguros.
Aquí, en donde ocurrió la muerte de un ciudadano cuando voluntariamente limpiaba las vías, las carreteras siguen peligrosas porque la lluvia, que no ha parado desde el paso del ciclón, sigue socavando montañas que se derrumban.
“Vivo en el campo y bueno… en el camino hay tremendos barrancos. Hay peligro. Las calles no están seguras. Han hecho todo lo posible, pero no están seguras”, dijo Irma Ortiz López, del sector Zapata en el barrio Palma Escrita.
La descripción se refiere a la PR-408 que va desde el pueblo hacia su barrio. Toma esa ca- rretera, además, para ir de Las Marías a San Sebastián del Pepino y hacer compras.
En la visita de Primera Hora, se confirmó lo que señaló Ortiz López, pero específicamente en la PR-119, que discurre entre Las Marías y San Sebastián del Pepino.
Allí, bajo la lluvia, fue evidente que las carreteras de Las Marías sigue inseguras.
Se notó que la PR-119 ha sido despejada de múltiples derrumbes, los que no cesan y que a pesar del trabajo realizado, vuelve a incomunicar las comunidades.
Cuanto menos, las lluvias están provocando que bajen piedras de las montañas, lo que obstaculiza el tránsito de los vehículos, sobre todo de noche.
Anthony Santiago, quien trabaja en el centro de acopio de Las Marías, también es testigo de cómo la lluvia sigue perjudicando su pueblo.
“Hay una montaña, para allá, para Guacio, en la carretera hacia San Sebastián, que cada vez que llueve se desliza un poco”, indicó Santiago.
Hay quienes aprovechan la lluvia, como una dama quien limpiaba las ventanas asistida por el agua que baja por la cuneta al frente de su casa.
Ella usaba una mota, la que lavaba en la cuneta, para limpiar las ventajas de cristal de su casa.
“Hay que aprovechar lo que nos dan”, expresó la vecina.
Otros no han sacado los pies del agua, como Fernando Troche, quien permanecía en el refugio de la escuela Eugenio María de Hostos, donde llegó junto a su esposa una semana después del paso de María, que le derribó su casa en el sector Las Juanitas.
De allí, según Troche, no ha podido salir porque el municipio está relocalizando primero a familias con hijos y a personas mayores.
“Me hace falta una vivienda. A veces uno busca ayuda con personas superiores y nos niegan la ayuda, no solamente de Vivienda, del alcalde (Edwin Soto) también. Ellos ponen obstáculos. ¿Por qué los que no tenemos familias con hijos no tiene derecho de darles la mano? Ellos dicen que en los residenciales hay vivienda de un cuarto para personas de mayor edad. Aquí habemos dos familias más así”, planteó Troche, señalando al refugio en el que permanecen también familias con niños.
Agregó que acepta una vivienda en “donde quiera que me la den” para salir de allí.